sábado, 16 de octubre de 2021

En la memoria...


 

AUTOBIOGRAFÍA ANACRÓNICA NO AUTORIZADA DEL FLACO PIRRI - 1º sesión – GÉNESIS


Desde que tengo memoria la memoria me falla, quizá por distraído, quizá porque me importa un bledo recordar las cosas que me pasan, o simplemente esa porción de cerebro especializada en la retención de recuerdos, está ausente de mi limitado cerebro.
He tenido mejores amigos de un día, pues al día siguiente ni siquiera sabía quienes eran, ni el por qué me abrazaban al verme; mujeres que me puteaban en la calle reclamándome por haberlas abandonado y por cuotas alimentarias adeudadas cuando sencillamente no tenía presente haber pasado un minuto con ellas. Y dentro de mis vagos recuerdos, recuerdo que tuve una serie de sesiones de hipnosis regresiva donde traté de indagar junto con el terapeuta algunas aristas de mi vida que medianamente hilaran un poco de lo que fue mi andar el día anterior al menos.
Pude saber que tengo un nombre estándar y no el que me autoasignaba a diario por no recordar el correcto, mi edad, la última vez que me había bañado, el lugar donde dejé el auto hace 7 años y que tampoco recordaba que tenía uno, el amor que me dejó por amor sin amarme, dónde quedaron mis pantuflas conejito; recordé que fumaba, aunque eso nunca dejé de hacerlo sin saber por qué fumaba, que la culpa de todo lo que soy no la tiene mi madre y, un montón de otras pelotudeses irrelevantes que hacían a la historia de un yo. Caramba. Para retener mi primera sesión y las sucesivas inauguré una especie de diario, una bitácora de recuerdos vacíos a la mañana siguiente, pero registrados por mi puño y letra, que aunque al día posterior no sabía siquiera que era mi letra, el sólo hecho de tenerlo en mi poder me daba la confianza suficiente como para creer todo lo que en él estaba escrito.
A medida que avanzaba en mi terapia, mi historia era un sin fin de cabos sueltos sin ton ni son, pero sumamente agitada y llena de bemoles, más, como todo el mundo, tuve un principio, la génesis de mi vida, un nacimiento en un día de julio a la hora del vermouth vespertino, cuando casi sin querer, nací; en el marco de una huelga de nurserys, por lo cual, mis primeras atenciones posparto me las hizo gente de mantenimiento de la clínica. Mi primer bañito me lo hizo la señora de la limpieza con una hidrolavadora y citronela; el que se encargó de mis reflejos fue el electricista con un tester y una batería (una especie de picana) de 12 volt y bajo amperaje en mis rodillitas, coditos y talones; la aspiración de mi naricita y boquita la llevó a cabo el plomero con una sopapa y soda cáustica; la presión y signos vitales fue trabajo para el ascensorista y, mi primera mantita fue una mañanita que cedió gentilmente una anciana que estaba en el pasillo llorando por la pérdida de su marido a causa de un atracón con mortadela en mal estado; hasta el cuida autos (un naranjita) de la puerta colaboró en mis primeras horas haciéndome probar mi primer cigarro en lugar de un chupete para estimular mi succión antes de mi primera teta. Independientemente de todo el entorno, hicieron un gran trabajo, me devolvieron a mi mamá en perfecto estado, después entró papá a conocerme y como, según él, era descendiente de espartanos y a falta de Parnaso, me tiró por la ventana. Ocurrente el viejo. Decí que estábamos en planta baja, porque por ahí hasta hubiera aprendido a volar. Para mi suerte, justo pasaba un cartonero que me recojió y me acomodó en lo que sería a partir de ese momento, mi Bebesit y practi-cuna-cochecito (un changuito del Disco lleno de cartones y algún que otro sandwich a medio comer. Deliciosos).
Después que mi Pá adoptivo terminó con su trabajo, me llevó a conocer lo que sería mi hogar y a mi Má no biológica.
Me sorprendió gratamente el barrio residencial en el que viviríamos felices los tres, un estilo muy progre y pintoresco con casitas de chapa con puertas de tela (evidentemente el sistema de seguridad privada de la zona era muy efectivo), calles y veredas de tierra, montañitas de botellas de plástico como placitas para los infantes y, se vé que llegué en un místico día festivo porque había cada tanto grupos de muchachos brindando con tetras de vino, encendiendo una clase de sahumerios envueltos en papel con una fragancia muy enteramente penetrante y sumamente estimulante.
Mami parece que era decoradora de interiores posmodernista, ya que las paredes estaban empapeladas con tapas de revistas porno y calendarios de gomerías, lo que despertó en mí una atracción especial por el arte que pude plasmar desde temprana edad y con modelo vivo, ya que las amigas de mami venían a menudo a casa y como yo era como la mascotita de ellas, se prestaban a posar para mí antes que llegaran sus novios (que dicho sea de paso, los cambiaban cada vez que venían) y se encerraban en el cuartito del fondo, el rojo con luces rojas, para charlar un par de horitas. Mami me decía que no los molestara porque era una especie de taller literario el que desarrollaban. Y a juzgar por lo que se oía tras la cortina, también lo dramatizaban. Emocionaba tanto compromiso.
Mami trabajaba fuera, pero cada tanto, hacía home office y me mandaba a jugar porque casi siempre venía con dos o tres supervisores con los que trabajaba a full, salían re transpirados y con la cara desencajada; demasiado estrés tantas horas frente a compu, pobre Má. Papi en tanto seguía con su trabajo, algo así como un vigilante nocturno que recolectaba televisores, estereos, ruedas de auxilio y un montón de otras cosas que la gente perdía en las calles y que él después cuando venía un señor grandote de traje, que era su jefe, se llevaba para devolverlos y le daba a papi una platita por su noble tarea. Que orgullo.
Independientemente de sus tareas diarias, Pá y Má guardaban en lugares secos y oscuros para su mejor conservación (Papi había hecho alacenas por todos lados, en los zócalos, detrás de los placares y modulares, y hasta debajo del piso) de paquetes de harina prensada, parece que trabajaban ayudando a hogares de día y merenderos porque cada tanto venían unos policías a buscarlos para llevarlos por unos días (a veces meses) con ellos a hacer pan con toda la harina que tenían en stock. Qué ejemplo de altruísmo. Entonces era que quedaba a cargo de Brenda y, fue ahí donde conocí a “mi” Brenda, una muñeca inflable made in Taiwan que Papi había cambiado por uno de sus paquetes de harina cuando Mami se había ausentado unos meses a un hogar de mujeres solas llamado el Buen Pastor, donde hacía tareas de acompañamiento terapéutico de incógnito para no incomodar a las otras reclusas (así las llamaban).
Mi tiempo con Brenda fue aumentando más y más porque Papi y Mami se ausentaban cada vez con mayor frecuencia, porque no cabían dudas que sus tareas sociales aumentaban y los policías no podían prescindir de ellos. Eran realmente imprescindibles. Y como sucede a menudo, el niño se enamora de su niñera y, en nuestro caso, y viceversa. Poco a poco, Brenda, pasó de ser una gran ayuda para mis Papis, a ser la mujer de mi vida; hasta que cumplí mis 8 años y una mañana de otoño, nos fugamos y, al mejor estilo Melody fair, con “Teach Your Children” de los Crosby, Stills, Nash & Young de fondo, emprendimos viaje vías arriba donde el sol nos guiara, allá donde la luna nos cobijara.
Por ahora Brenda sólo emite sonidos guturales, pero a medida que nos conozcamos más, la relación se afiance y, se dé cuenta de mi amor verdadero, ya se largará y nos charlaremos todo…

SINCERAMENTE

 Sinceramente te extraño,
como una canción,
que por llegar más lejos,
se alejó de su melodía,
y que en un mar de palabras,
no pudo volver a la orilla.
Mujercita de pies prolijos,
de caderas elegantes,
que lleva la primavera,
caminando tras sus pasos,
y ese pasar por la mañana,
que invita a sentirte vivo.
Y en nombre de todos los besos,
a corazón abierto te he besado,
y en el largo de tu cuello,
fuí hilvanando el deseo,
de tenerte para siempre,
aunque sólo llegué a tus hombros.
La vida seguirá tocando puertas,
buscando encontrarte descalza,
tras de alguna de ellas,
con tu sonrisa llena de perlas,
y el perfume de un café,
intenso como aquello que fue.
Sinceramente te extraño,
sin perder el sentido de los sentidos,
bajo la sombra mansa,
de un naranjo al atardecer,
cuando los azahares cierran los ojos,
y yo empiezo a cerrar los míos.

jueves, 14 de octubre de 2021

AUTOBIOGRAFÍA ANACRÓNICA NO AUTORIZADA DEL FLACO PIRRI - 2º sesión - DEBUTEMOS...


Con mi cuaderno de notas de vida ya inaugurado, llegué a la segunda sesión de hipnosis de regresión y después de unos segundos que el terapeuta comenzó a pendular su reloj de bolsillo frente a mí, en trance total, otro de mis recuerdos muertos fluyó.
Hace un tiempo pensaba en lo que fué mi primera vez, en el baño de una whiskería de mala muerte en calle La Rioja a manos de Anita, de la cual tengo el más cálido recuerdo ya que tuvo que llevar adelante mi iniciación como una maestra de kinder en el primer día de clases por mi inexperiencia y mi desesperación por tocarlo todo, ya que teniendo en cuenta que mis calenturas de pendejo me las pegaba con Supergirl en las ediciones aniversario de Superman de los años ’70, tener en frente el cuerpo desnudo de una mujer era mucho más fuerte y tentador que tener el cuerpo en impreso en dos dimensiones de una guasa con pollerita roja venida de Kripton. Ésto, me hizo analizar profundamente lo que era la primera vez en 1940/50, dónde los purretes, de saco, corbata, zapatos de charol y una flor en la solapa, eran llevados por sus papás a debutar a alguna casa de citas respetables de la época, no sin antes ser despedidos y bendecidos por sus mamás desde el umbral de sus casas mientras con el dedo ensalivado le acomadaban las mechas que no habían sido alcanzadas por la gomina y, con lágrimas en los ojos porque se iba un nene y vovería un hombre.
¡Caramba, que tiempos aquellos! Tan prolijamente protocolar la magna experiencia de ascención al mundo adulto.
Aunque, caramba los croquiñoles. ¿Por qué no? De golpe se me iluminó el balero, podría ser la oportunidad de mi vida, un negocio donde llevaría mi impronta al extremo, un lugar lleno de glamour, refinamiento, digno de la alta sociedad cordobesa que hoy sus pequeños aspirantes a adultos deben andar a las escondidas recorriendo las esquinas más oscuras en busca de una buena oferta express, para terminar en un albergue bizarro de las inmediaciones, compartiendo burdos orgasmos con la picazón que les provocan las picaduras de las pulgas, habitantes originarios de los deshilachados colchones y sábanas que defienden del gigante su terrunio a pesar de las persecuciones de las desalmadas rociadas de flit por parte de los de servicio de limpieza de habitación de los hoteluchos.
En mi cabeza se esbozaban miles de  bocetos de lo que sería un espacio cuidado y ameno en el cual padres con sus hijos, madres con sus hijas, padres con sus hijas, madres con sus hijos (bueno, etc.), donde los progenitores pudieran disfrutar de un buen trago y deliciosos bocaditos mientras sus vástagos irían dejando de ser adolescentes sin efectos colaterales físicos, ni psíquicos.
UN LUPANAR!!! Un espectacular prostíbulo de alta gama. A mi imagen y semejanza, único.
Comencé por buscar el lugar apropiado, algo cerca del palacio Ferreyra, de estilo neoclasicista, con aires de grandeza que reflejan las construcciones estilo Luis XVI, combinando elementos barrocos inspirados en el modelo de l’Ecole de Beaux Arts de París. Ni más ni menos que una delicatessen arquitectónica.
Teniendo en cuenta la fortuna que cuestan los alquileres de la zona, tuve que ir alejándome poco a poco de las manzanas virtuosas de Nueva Córdoba para ir al encuentro de un lugar más accesible, hasta que llegué a una casita muy pintoresca un par de kilómetros más allá de Ciudad de los Cuartetos. Hubo que hacerle un par de arreglitos (paredes, techos, baños, cañerías, instalaciones eléctricas, fachada, etc.), pero como tenía en mi cabeza un modelo de excelencia en particular, estaba dentro de lo previsto. La restauración empezó a tomar forma desde la entrada donde coloqué dos columnas al estilo de la Casita de Tucumán (como para darle un toque nacionalista), alfombra roja, living, barra, y cortinas de tafeta de colores varios para dividir los ambientes (las aberturas están carísimas), catres de 2 plazas y media, veladores y luces de techo envueltas en papel celofán, sistema de sonido ambiental de última generación (Winco portatil), TV por cable (14” de tubo colgados del techo por cables), y un montón de exentricidades más.
Una vez concluídas las tareas de remodelación convoqué a un casting para el personal, previo estudio minucioso de el CV de cada uno y entrevista personal.
Primera entrevista, Ivonne.
-Buenas tardes, Ivonne. Cuénteme un poquito de usted y el por qué piensa que es apta para ingresar en nuestra empresa. –Le dije sentado tras mi escritorio de chapadur lustrado.-
-Buenas tardes... ¿Señor? –preguntó muy educada.-
-Pirri, Flaco Pirri. Pero puede llamarme Flaco Pirri a secas. –Respondí.-
-Bien, señor Flaco Pirri, tengo 62 años, 43 de experiencia de manera independiente, 120-90-90, tengo un post grado en curar el empacho (muy importante para alguna emergencia médica que se presente) y sexo podológico es mi especialidad (masajeaba los pies con Multi-O). –fue su presentación.-
-Contratada, el sábado a las 20 horas la espero, Ivonne. –le comenté mientras encendía un Particulares 30.-
A continuación, entró Ximena.
-Buenas tardes –la saludé y comencé-. Leyendo su currículum, muy interesante por cierto veo que tiene 53 años, sin experiencia en este tipo de lugares lo cual no es excluyente, 60/60/98, experta en silbar boleros mientras practica el sexo oral (estaba totalmente desdentada, lo cual era una ventaja). Impresionante.
-Si me acepta, en cuanto me pague el primer sueldo me hago la postiza. –me aseguró-.
-No, por favor, no es necesario. No vaya a ser cosa que pierda parte de sus habilidades. Así como está, está perfecta. Contratada. –la tranquilicé-.
Siguió Ramona, una señora muy pituca de 71 años, con 6 meses y 8 días de experiencia en estos menesteres, 50/48/46, idonea en la caminata de espaldas en una especie de masaje tailandés, mejor dicho, coscoíno, porque era oriunda de la Capital nacional del folclore y al ser tan flaquita no hay riesgo en desbarrancar ninguna espalda sensible. Prueba superada, parte del equipo, también.
Entró luego Joel. Un argelino ex mantero vendedor de relojes de plástico bañados en oro (pintados de dorado en realidad) de 35 años, morenazo ébano y brilloso, 10 años de experiencia como estríper de alto vuelo a la gorra en la plaza de Alta Córdoba depués de las 3 de la mañana, 24x1,3 cm de atributo, experto en strip-tease bailando break dance disfrazado de Piñón Fijo y haciendo el hula hula con su miembro, con un record de 12 aros girando por 4 horas corridas. Adentro también.
Mi plantel se iba armando de lo más variado y para todos los gustos. Mis espectativas crecían minuto a minuto.
Llegó el turno de la Yolanda, una canosa natural de 84 años. La entrevista fue algo desprolija, ya que de movida no se acordaba cuantos años de experiencia a causa del Alzheimer que la llevaba a cococho. Travesti elegantemente vestida de batón celeste y pantuflas conejito, especialista en orgasmos múltiples mientras saca los piojitos púbicos con la comisura de los labios, del resto del acto, se olvidó como era hace tiempo. Contratada, no tenía ningun motivo para discriminarla y aparte, me daría cierto respeto social por fomentar la política de integración en el negocio. A mi modo de ver las cosas, un golazo.
Cuando logré despertarla a la Yolanda al cabo de 2 horas (se durmió mientras la entrevistaba), se presentó Zamantha: 47 años, 132/85/132, dedicada al método de amor francés, imprescindible para captar clientes internacionales.
Por último vino Doña Raquel, 21 años, 90/60/90, rubia platino, piel de porcelana sutilmente rosada, uñas esculpidas, 1,70 mts, modelo de pasarela de ropa interior hot, 5 estrellas en los mejores book nacionales, currículum impecable y prestigiosas referencias. Perfecta para hacerse cargo de la limpieza del local.
Con el personal completo y la mancebía en condiciones óptimas, abrí las puertas al público exclusivo que fué convocado mediante invitaciones seleccionadas del Whatsapp de la lista de difusión de un kiosko de Villa El Libertador, que me pasó mi amigo el Cacho después de robarle el celular al kiosquero; la prensa también fue tenida en cuenta enviando convites pertinentes a todas las revistas barriales de la zona (2).
Noche de apertura, un par de horas antes ya estaba todo listo para recibir a la clientela; los tablones con cavalletes vestidos con manteles de plástico estampados de primera calidad, platitos descartables con mortadela cañón y queso reelavorado cortados en daditos con quinotos atravesados por escarbadientes adornados con moñitos de hilo perlé rojo, jarras con sangría y con ginebra con coca y, alfajorcitos de Maizena, entre otras delicias. Joel fue el encargado de la recepción ataviado especialmente para magno evento con una gorra de capitán y un slip elefantito de trompa finita y larga con un pomponcito escarlata en la punta. La gente entraba encantada, maravillada por la decoración, la iluminación, los posters de Christian Castro en colaless y de Juana Judith Bustos Ahuite (La Tigresa del Oriente) de tigresa, obvio.
Cuando la concurrencia estaba a pleno subí a la pequeña tarima que había montado en el salón principal y, micrófono en mano, para dar por inaugurado oficialmente mi hermoso prostíbulo:
-¡Buenas noches gente linda! Perdonen las lágrimas de mis ojos, pero estoy totalmente emocionado de recibirlos en mi humilde casa de citas destinada a la iniciación sexual de los jóvenes, y también un escape del estrés diario para los adultos. –comencé mi presentación-. Ponemos en disposición de ustedes las mejores comodidades, personal idóneo con conocimientos de psicopedagogía para que cada una de las sesiones de los iniciados sean una experiencia gratificante y contenedora. Así mismo, disponemos de los más altos estándares de seguridad, salidas de emergencia por las ventanas de la cocina perfectamente señalizadas; 14 sifones de soda de agua mineral para algún eventual foco de incendio; y 2 picanas adaptadas a modo de electroshock por si algún cliente padece de un paro cardíaco o no logra la erección deseada, sin contar la cajita con el agua oxigenada y las curitas que están en el baño principal sobre la mochila del inodoro. Sin más queda oficialmente inaugurada “La Maison del Flaco Pirri”. Mientras disfrutan de los manjares preparados para agasajarlos, los dejo en compañía de la soprano Mecha Peñaloza que gentilmente nos regalará parte de su repertorio.
Gracias. Bon Appetite. Y que empiece la fiesta.
Y en menos de un pestañeo se abalanzaron como un malón sobre la mesaza, algunos hasta con Tupper listos para llenar, sin darle ni media bola a la pobre Mechita, quizá porque era sordomuda y no todo el mundo conoce en profundidad el lenguaje de señas. Igual, la piba le puso una garra, y sus tonos más altos (señalaba para el techo con el dedito) eran realmente maravillosos.
Ivonne se encargó de repartir los turnos de acuerdo a la necesidad de cada clientes, en tanto Ramona los iba guiando hasta las habitaciones y, Doña Raquel pasaba el lampazo y acomodaba un poco el desmadre. Impecable.
Mientras le cobraba a cada uno por sus 46 minutos de placer, el alcohol comenzó a actuar entre la concurrencia, hubo algunos encontronazos, un mínimo pogo improvisado. Dos señoras que se agarraron de las mechas porque se enteraron in situ que ambas estaban casadas con el mismo tipo (el José), que cuando vió el kilombo manoteo una jarra de sangría y salió mutis por el foro (la ventana de la cocina). Lejos de ser un contratiempo, mi mente empresarial puso primera y con la piola que sostenía el alero de la entrada y cuatro sillas, armé una paqueta cachita de bochas para que las contendientes pudieran de una manera más civilizada resolver cual de las dos se quedaría con el amor del José, si dieran con su paradero después de su sigiloso escape. A fin de organizar un poco la cosa y ganarme unos mango con las apuestas, no me pareció mala idea hacer una noche de bochas para dirimir irreconciliables rencores entre algunos vecinos, con partidos programados (singles y por equipos) a medida que se liberaban los turnos de las terapias sexuales, y cobrarles unos mangos la inscripción para cada match, con una oferta 2x1 para quienes llegaran a la final en modalidad mixta. Éxito descomunal, no paraba de facturar. Mientras tanto, Mecha, dejó la ópera de lado y se despachó con una selección de temas de “Paquita la del barrio”. Una genia.
Todo, absolutamente todo caminaba sobre ruedas, la caja desbordaba de plata, los baldes de ginebra con coca se vendían como leche a la mañana y, Zamantha por recomendación mía encendió unas brazas debajo del elástico de la cama donde debía atender Yolanda mientras presa de un brote de Alzheimer no sabíamos donde se había ido en ese momento; choripaneada a pleno y precios módicos, pero sin chimi; tampoco podía preverlo todo.
En minutos mi lupanar VIP se había transformado en un verdadero multirrubro y muy remunerativo, si hasta en un momento de la noche también pensé en anexar una carpa grande en el patio con una pantalla exhibiendo en bucle películas de la Coca Sarli y una mesita llena de pañales para adultos, para onanistas mayores de 82 años con problemas de incontinencia. Pero no, ya era demasiado para improvisarlo en el momento, había que preparar la logística adecuada, así que lo mejor sería incorporar el servicio la semana siguiente con todo perfectamente adecuado.
Recorriendo los salones para limar algunos detallitos que siempre hay, me tropiezo con algo que me hizo caer de bruces, al incorporarme para identificar con qué me había trastabillado; menuda sorpresa me llevé al ver que el desnivel del piso no era desnivel sino el voluminoso cuerpo sin vida y con alrededor de trecientos tenedorasos prolijamente distribuidos por toda la panza y el cogote de don Robertino, un veterano inmigrante ex integrante de la Camorra napolitana, expulsado y exiliado por el padrino del grupo por hacer la pizza con cuartirolo en lugar de muzzarela de búfala, el era el cocinero de “la familia”, y al llegar acá puso un delivery de comida china.
Subí a la tarima, le pedí a Mecha que dejara de cantar un momento y, me dirigí a la concurrencia:
-Estimado público. ¡Silencio por favor! Silencio.
Ni bola, tuve que levantar la voz:
-¡CAIENSÉ IA, CHE! ¡QUÉ ESTO ES SERIO!
Ni bola, again.
Saqué del bolsillo interior de mi saco de percal verde esperanza una 9 mm que se había olvidado un policia sobre la mesa de luz de mi casa, una vez que me la allanaron porque la vieja podrida de doña Alcira me había denunciado por venta ilegal de loritas australianas. Por suerte los agentes llegaron después que unos gatos se las habían comido. Asi que, limpio.
Ok, ok. Esto estuvo de más. El caso es que pegué un tiro al techo, lluvia de cielo raso, silencia absoluto. Pude llamar su atención y me dirigí al gentío para anunciarles la mala nueva:
-Maver, la estábamos pasando de película.
¿En serio? ¿Es joda? Y con un tenedor. Una salvajada. ¿Quién fue el desubicado? Que levante la mano el autor del hecho y, acá no ha pasado nada. Pero para que escarmiente y piense lo que hizo, se pierde el descuento por el oral con silvido incluído de Ximena.
Lo justo, es justo.

Nadie, absolutamente nadie levantó la mano. Miserables, por no perderse el descuento. Mierda, tenía que encontrar al culpable de otra manera. Lo mejor sería ofrecer una recompenza lo suficientemente tentadora como para que se motivaran con la búsqueda. Fui hasta la compu a hacer el cartelito correspondiente para después hacer varias impresiones y pegarlas por todas las paredes de la casa, como para que nadie se quede sin leerlo. El cual versaba:
SE OFRECE UNA RECOMPENZA DE 12 NÚMEROS A ELECCIÓN DEL SORTEO INAUGURACIÓN QUE CONSTA DE UNA MUÑECA INFLABLE Y 2 FUSTITAS ESTILO 50 SOMBRAS, A QUIENES DEN ALGÚN TIPO DE INFORMACIÓN PRECISA DEL ASESINO.

De pronto, a la mierda las iniciaciones sexuales, los partidos de bochas, la choripaneda… Todos se transformaron en Sherlock Holmes de cabotaje. Todos sospechando de todos, atando cabos al pedo porque ninguno había visto nada.
Se me acercó un grupo de coreanos con una bolsa con la cabeza de un chino adentro queriéndome convencer que ese era el asesino, reclamándome el premio y, para colmo, doble porque lo habían ajusticiado. Los miré fijo a sus ojitos razgados y les dije:
-Éste, no pudo haber sido. Los chinos comen con palitos.

Los invité gentilmente a retirarse con la consigna que si tenían problemas con los chinos, que los resuelvan en el super. Emboladazos pegaron media vuelta y se retiraron a las puteadas, bah creo, hablaban en coreano.
El desmadre se generalizaba, la búsqueda de pistas se tornaba ya insoportable; hasta dos señoras en sillas de ruedas me pidieron la recompenza culpándome a mí del ilícito, pero como se habían colado al evento, le pedí a Joel que las sacara a los patadones.
Supuse que era mi responsabilidad como propietario poner un poquitín de orden, ya lo habían pisoteado tanto al occiso buscando al culpable, que los tenedorasos parecían cucharadasos. Les pedí que hicieran un círculo alrededor del pobre don Robertino, marqué con una tiza su silueta, encinté el área del crimen a fin de que no siguieran pisoteandos las pruebas del delito, y le pedí a doña Raquel que trasladara el cuerpo al porche para no perjudicar la final del partido de bochas; me trasladé a mi oficina (eventualmente el baño del salon principal hasta poder construirme una como corresponde) y, comencé el interrogatorio. Como verdaderamente ya estaba hasta los huevos con el temita, decidí hacer pasar a los interrogatorios de a cuatro en cuatro, a uno lo sentaba frente al reflector, y a los tres restantes les ponía a su disposición todos los elementos de tortura correspondientes para que le sacaran una confesión precisa y como en ninguno de los grupos había quien gentilmente se ofreciera a ser el interpelado, el que sacara la carta más baja del mazo ocuparía la silla. Menuda fue mi sorpresa al ver que los que habían ganado el derecho a torturar de cada uno de los grupos, les pegaban una cagada sádica e infernal al que suponía tendría que declarar. Era imposible de esta manera, ya tenía una decena de cadáveres y lesionados de gravedad en el porche y doña Raquel amenazó con renunciar si no la dejaba de joder pidiéndole que los trasladara. Tenía razón, entonces para bajarle desibeles la mandé a cambiar las sábanas de la habitación donde estaba atendiendo Ivonne. El masaje erótico podológico con Multi-o era estimulador, pero muy mugriento, no muchos tuvieron la delicadeza de lavarse las patas antes del tratamiento.
Volví al salon principal, dispuse una reunión con el personal, y les dí la orden de que buscaran entre la concurrencia el que a su entender diera el mejor perfil de perejil para culparlo y cerrar el caso. Volvieron hora y media después con un pibe de 25 años que había ido al lugar sin sus padres, por ende dedujimos que era huérfano y no contaba con familiares cercanos; le pegamos una pequeña cagada, le llenamos los bolsillos de tenedores, lo aderezamos con kepchup para darle el toque sangriento, le inyectamos una sobredosis de botox en la lengua para que no pudiera decir nada, y llamamos a la policia para entregarlo, al forense para que se lleve a don Robertino, y al servicio de recolección de restos verdes para que levante el resto de los cuerpos del jardín que arruinaban la bella vista de los malvones recién florecidos.
Solucionado el temita, cada uno volvió a sus tareas y con tanta suerte, que unos pibes de una estación de servicio a 5 cuadras trajeron de vuelta a la Yolanda caminando desnuda por mitad de la calle buscando su habitación devenida en ese momento en cocina choripanera. Lo que me llenó de ternura es que no sabía ni quién era ella, pero se acordaba de mi nombre, dato que tomaron los chicos de la estación para regresarla; en agradecimiento les regalé un choripán a cada uno y un free pass para la carpa onanista. Se fueron chochos.
La noche acababa y el éxodo de la clientela se hizo presente hasta no quedar ninguno, junté en jarras los restos de sangría que habían quedado en cada vaso, abrí unas latas de picadillo y algunos paquetes de galletas de agua, para sentarnos a cenar y hacer un pequeño brindis; todos estábamos cagados de hambre, ninguno habíamos probado bocado con el ajetreo, aparte, una de las reglas era no comer en horas de trabajo (los chorizos y panes sobrantes los guardé en el freezer para seguir con la venta la noche siguiente).
En líneas generales la velada había sido un éxito que se reflejaba en el rostro de todos nosotros, menos en el de Yolanda que tubo otro brote y volvió a desaparecer; ya nos la regresará quién la encuetre, seguía desnuda. Analizando en toda la garra que le habían puesto cubriendo todos los frentes pensé que sería todo un detalle premiarlos de alguna manera para que siguieran motivados con el trabajo, así fue que a cada uno de ellos le obsequié una sesión especial y con todos los chiches, y al azar con cada uno ellos mismos; eso sí, 3 horas antes de abrir o 2 hs después de cerrar para no resentir la atención y acondicionamiento de “La Maison del Flaco Pirri”. Quedaron encantados, me lo re agradecieron. Como ya no había más restos de sangría en ningún vaso, tuve que abrir una botella de sidra para el último brindis antes de irnos a dormir, sólo les desconté el setenta por ciento del costo y el treinta restante lo absorvió la empresa, tampoco quería que pensaran que era un avaro. Y cada chancho a su rancho.
Semana tras semana nuestra popularidad crecía gracias al boca a boca y anuncios que poníamos en revistas barriales, tanto como para hacer regularmente estudios de mercado que concistían en enviar alguno de los chicos del staff a los piringundines cercanos para ver los ofrecimientos y precios, cuestión de mejorar los nuestros e incorporar alguna oferta que se me hubiera pasado. Ya no teníamos competencia. Me había convertido en el puto rey del negocio. Tanto fue nuestro crecimiento que los demás tugurios comenzaron a cerrar sus puertas dejando un montón de empleados en la calle, los cuales se apersonaban en nuestro puerta currículum en mano para tratar de formar parte de mi staff. Tomamos algunos que daba alternativas a lo que ofrecíamos:
El “Mencho”, ex camionero, master en sadomasoquismo pero con bielas y llaves inglesas. Adentro.
“Alexandra”, contorsionista, especialista en descontracturas mientras algunas de las posiciones más complicadas del Kamasutra. Contratada.
Y “Eustaquio”, sin ningún tipo de habilidades aparentes, primero porque no trajo CV escrito, y aparte, no se le entendía un soto de lo que decía, sin contar del rostro que lo tenía realmente deformado. Pero pensé que a muchos clientes las relaciones en silencio y un toque morbo era lo que buscaban. Listo, con él cerré la tanda de incorporaciones.
Después de un primer mes a pura ganancia y gente haciendo fila para entrar hasta llegada la madrugada, algunas cosas extrañas comenzaron a suceder. Clientes asiduos que de pronto nunca más los vimos, la sangría que cada vez se hacía más intomable, los choripanes con gusto raro provocando diarreas inmediatas; y en el orden interno, Ramona aumentó 18 kilos, algo que complicó sus caminatas por las espaldas ya que generaba luxaciones y vértebras desplazadas; a Joel fue aclarándose su piel a lo Michael Jackson y su trajecito de Piñon Fijo para los show mutó a uno de Barney, con lo cual su rutina de los 12 aros dejó de ser posible de realizar; a Ivonne le desapareció el centímetro para curar el empacho y, el Multi-O que era parte de sus sesiones comenzó a dar un efecto más bien cáustico, con lo cual varios dedos de sus cliente fueron reducidos literalmente a muñoncitos; Ximena despertó una mañana con implantes dentales de gran porte y muy afilados, razón por la cual tuvimos más de una vez con el miembro de alguno al de Urgencias para que se lo reinjertaran, independientemente de la devolución del dinero porque la Xime ya no podía silbar el bolero de cada sesión.
La situación se estaba tornando desesperante, la cosas no iban ni para atrás ni para adelante, de hecho, sólo iban para atrás. Sospechaba firmemente en la chance de que una mano negra boicoteaba mi negocio de forma deliverada, así que lo primero que hice fue buscar algún movimiento inusual en las cámaras de seguridad dispuestas por todo los rincones la casa. Lamentablemente, al ser la primera inversión que hice y por aquella época estaba corto de fondos, las cámaras eran un accesorio de decoración, de juguete de una barata de Ferniplast para el día del niño. Joder, nunca me acordé de cambiarlas por unas verdaderas. Al personal tampoco podía joderlos mucho porque estaban padeciendo junto conmigo cada desgracia, y al fin y al cabo con el perfil laboral que contaban, no calificaba ni para subcidios. Supuse que lo más razonable era organizar una reunión para ver si entre todos podíamos revertir la situación.
Al dirigirme a ellos traté de minimizar un poco la situación para no alterarnos y pudiéramos resolver el misterio de manera pensante y tranquila:
-Bueno, chicos, como estarán percibiendo, TODO ESTO SE VÁ AL CARAJO. VENIMOS EN CAÍDA LIBRE, ESTOY DESESPERADO. MIERDA, YA NO SE QUE HACER…

Ups, se ma había ido un poco la mano con el relato, y proseguí tratando de controlarme un poco. Ni cerca, no podía dejar de llorar y putear. Doña Raquel, siempre atenta, me alcanzó una ginebra con coca y, mientras me sobaba los genitales, logró bajar un poco mi angustia para poder seguir:
-Como ustedes ya habrán precibido -con voz más pausada-, se han producido una serie de eventos desafortunados que estan atentando en el normal desenvolvimiento de nuestro decente lupanar, lo cual nos está llevando a una importante merma en la recaudación diaria. Para decirlo en otras palabras, se está yendo todo al carajo, y de no poder resover causas que nos empujan a ese triste final.
-Tranqui No sea tan dramático, jefe. Todo tiene solución. -A fin de tranquilizar un poco acotó Ximena excibiendo una sonrisa blanco Ala de dentadura recién implantada-.
-Gracias, Xime. Pero viene dura la mano. -Le dije-.
-Yo creo, señor Flaco Pirri, que hemos sido víctimas de pruebas extraterrestres  y en este momento estamos en la nave madre de un contingente de investigación interestelar, con la misión de estudiar las reacciones humanas en circunstancias extremas antes de colonizar nuestra planeta. Tengo miedo. -dijo Joel mientras seguía con sus ejercicios de estiramiento de pene para que éste pudiera emerger unos centímetros de su traje de Barney tratando de volver al la normalidad de su acto estrella-.
-No deja de ser una posibilidad, aunque creo que este no es el caso por ahora. -le contesté, aunque, me dejó picando la duda también-.
Ivonne sólo lloraba mientras tejía unos cuadraditos de colores para donar a Cáritas en la próxima campaña de la frazada.
Ramona, ya con su nuevo look “María Martha Serra Lima”, culpó de todo a los alimentos transgénicos que, según ella, mienten en la cantidad de calorías por porción. No se entendió muy bien su argumento, pero lo cierto es que su aporte no dejaba de ser válido en función al aumento desmedido de peso que venía padeciendo. Por las dudas, también lo anoté como posible causa de nuestro derrumbe.
Ivonne, se calmó un poco después de embucharse un Lexotanil, se secó las lágrimas y entre balbuseando y babeando por el anti depresivo, soltó:
-Pará mí es un trabajo esotérico de alta escuela, magia negra hecha a la media noche con luna llena en alguna tumba olvidada del cementerio San Vicente para darle más potencia a la maldición. Y si fuese así, tengo a la persona indicada para liberarnos de esa mierda y volver a crecer. Ña Roxy, mi tía, ex concuvina de mi tío Roque.
Ella supo dejar impotente a mi tío Roque con 2 patitas de cabra, la lágrima de una avispa y el semen de una pulga virgen, cuando le dio la cana que la engañaba con su mejor amiga, la Porota, a la que con un tecito de pezuñas de camello sin joroba le hizo pudrir las prótesis que tenía en las tetas.
-No creo que venga por ese lado, Ivonne. Pero gracias por tu aporte. –le dije, pero por las dudas agendé el whasapp de Ña Roxy, para ver si puede hacer que mi ex me deje de romper las bolas con el tema de la división de bienes post divorcio-.
Mientras pasaba el lampazo por debajo de la mesa del comedor,  a la distancia, con esa vocecita angelical que Dios le dio, Doña Raquel pidió la palabra y dio su humilde opinión a la reunión:
-Para mí, don Pirri, todo este quilombo viene derivado de un sabotage perfectamente planificado y con un infiltrado que de hecho, ha sabido ganar la confianza de cada uno de nosotros. No cabe dudas que de la forma que creció “La maison del Flaco Pirri” llevando a la quiebra a más de un boliche sexual de mala muerte y otros de más categoría, puso a más de uno con los huevos al plato, o los ovarios a la taza. Deberíamos armar una serie de señuelos para darle la cana a ese hijo de puta y saber quién lo mandó.
-Creo que por ahí viene la cosa. Bien jugado Doña Raquel. –dije, totalmente de acuerdo con ella. Inmediatamente la ascendí por su razonamiento dándole la limpieza de mi baño en suite más 7 minutos extras para que se fume un pucho después de cenar (los insentivos laborales siempre ayudan a mejorar la producción de los trabajadores más comprometidos).
Después de agradeserme, siguió con el lampazo.
Dado que ya era muy tarde, les pedí que fueran a descansar para a la mañana comenzáramos a proyectar el contraataque para encontrar al “topo”.
-Fue hermoso el sermón, Padre. Aleluya, aleluya. Diezmemos y comulguemos rápido por favor, porque está por empezar el último capítulo de Rolando Rivas, y no quisiera perdeme ni los títulos. –Pidió a viva vos Yolanda en plena laguna de Alzheimer y todavía desnuda. Así que le puse un criollo en la boca, la bendije, y le pedí se retirara en paz a su cuarto-.
 Mientras todos dormían, yo Daba vueltas y vueltas, no pude pegar un ojo pensando el como, la forma más correcta de armar la trampa, levanté de la cama para ir a la cocina a hacerme un “sanguchito” de salchichón primavera con un vasito de ginebra buscando un cacho de claridad mental; ahí estaba doña Raquel durmiendo al lado de la heladera con su baby doll de encaje blanco que dejaba ver las impresionantes bondades de su monumental físico, me acerqué sigilosamente, estiré suavemente mi mano sobre su pecho izquierdo y, tomé la colchita que estaba tras de ella y la tapé. Estaba fresco y si se resfriaba no había quién tomara su lugar para limpiar los trastos del desayuno. Al darme vuelta para prepararme mi break, sentí en el silencio inmaculado su dulce vos:
-Ah, pero este guaso es un pelotudo.
Seguro estaba soñando con su ex. Siguió refunfuñando y puteando como masticando bronca. Tomé mi bandejita y me fui al living, no quise invadir su sueño.
-Y encima se va. Dios. ¡QUÉ PELOTUDO, PERO QUÉ PELOTUDO! –gritó-.
Le cerré la puerta, seguro antes de despertarse se reconcilia con el pibe.
Me sente en el sillón de pana roja (muy sexy), puse mis pies sobre la mesa ratona, encendí la lámpara de  pie envuelta en celufán turquesay, lápiz y papel en mano hice la lista de todos, incluyendo mi nombre, para hacer un primer descarte de sospechosos.
De entrada borré mi nombre, de movida, no tenía ninguna razón para sospechar de mí; a Joel tambié lo borré, con toda la enjundia que le ponía a los ejercicios para estirar su pene, no le quedaba un ápice de energía para salir a hacer maldades a la noche; Yolanda y su Alzheimer, descartada; la pobre Ramona estaba ya estaba tan gorda que su depresión la acercaba más a un guiso de lentejas que a una fechoría…
Mierda mierda mierda, no podía sospechar de ninguno, hasta el momento de la debacle todos eran excelentes empleados y me manifestaban a diario su agradecimiento por el cálido hambiente laboral que habíamos creado.
De los tres nuevos, bueno, los conocía muy poco. Podría haber sido cualquiera de ellos. El sol asomaba, hice un bollo con la lista y junto con el lápiz los tiré a la basura.
Un tanto desmoralizado me dispuse a plantar los cebos para las o la rata traicionera, puse en cada rincón de la casa y de manera aleatoria, jarras de sangría, chorizos, pomitos de Multi-O, etc.; les conseguí trajes de ninja a mis fieles empleados para que se mimeticen con las sombras y diagramé turnos de vigilancia de 2 horas cada uno. Era el momento de pescar al maldito o maldita. Previo a la pesquiza hicimos el juramento de compromiso con la causa.
Levantanté mi mano izquierda empuñando la una Biblia (en realidad era un Kamasutra, estábamos en un prostíbulo, no daba para tener una Biblia entre tanta lujuria), y a la pregunta de:
-¿Jurais a la vista de estos procases evangelios sexuales comprometeros a dar la vida hasta encontrar al hijo de puta?
Respondieron al unísono… Nada, mudos todos, cagones de mierda.
Retomé:
-¿Jurais no dormiros cuando les toque el turno de vuestras vigilias a cambio de entradas para Peko’s?
-¿Pueden ser 2 por vigilante? –preguntó Ivonne-.
-Sí, sí, lo que quieran. –Respondí-.
-¡Sí, juramos! –ahora si al unísono-.
Pasaron una decena de días sin novedad, algo que también generaba un gasto y la no ganacia, tanto porque debía cambiar cada 48 hs los chorizo (poquito de vinagre y al freezer para la reventa), la sangría que por las cascaritas de naranja y limón se pudría sola y, el no poder abrir el negocio por una supuesta desinfección que no terminaría hasta que encontremos al saboteador.
Pero llegó la noche esperada, sonó el botón antipánico (un silbato amarillo –había de otros colores también- de cotillón) provisto a cada vigilante, en plena guardia de Ximena, que en teoría involuntariamente alertó al malechor por culpa de los destellos que provocaba la luna llena en el blanco perfecto de sus noveles implantes, lo cual desencadenó la huída desesperada del responsable de los ilísitos, no sin dejar huellas claras de en su escape que no pudo evitar.
Nos reunimos en el salón principal para que, con lupa, bolsitas para juntar las evidencias, guantes de goma para no alterar las pistas y, actitud de sabuesos, ir tras sus pasos.
Y como en “Esperando la carroza” todos juntos amontonados en algo más de la superficie de una baldosa, íbamos rincón por rincón juntando primero un gotero con ácido sulfúrico, después una hipodérmica con extracto líquido de triquinosis, sobrecitos de edulcorante vencidos, restos de esteroides anabólicos; todo esto antes del pasillo que comunicaba a las habitaciones y después nada, ni el hilo de una chaucha. Seguíamos en bolas, un acertijo imposible de dilucidar, quedamos cabizbajos y meditabundos hasta que el rechinar de una de las puertas atrajo nuestra atención de inmediato. Estiramos el cogote todos para espiar de qué cuarto provenía el sonido y alcanzamos a ver a Yolanda, otra vez desnuda, saliendo de la habitación de Eustaquio en camino a la suya.
-¿Jurame que el pendejo deforme se la morfa a la Yoly? -descargó Ramona-.
-Por ahí la señora anda buscando su cama y el Alzheimer no la ayuda. –dijo Ximena-.
-Quizá Eustaquio tenía piojines púbicos, y siendo Yolanda la especialista en erradicarlos requirió de sus servicios en un momento de lucidez. –acotó Ivonne-.
-A lo mejor, Yoly, agua para tomar la pastilla y no se acordaba donde está la cocina. -en tono paternal, dijo Joel-.
-Para mí, a Yolanda se le dio por hacer pis de parada y le daba asquete sacudirse el muñeco y, Eustaquio parece gauchito. –sorprendió con su comentario, Zamantha, Ya que casi nunca decía nada, porque casi siempre tenía algo en la boca-.
-Muy profundas sus apreciciones, pero, dejen de decir boludeces -les dije con un tonito medio de enculado-. Por ver el árbol no estariais viendo el bosque, mis pequeños lacayos. Si huvieran prestado atención a toda la escena, se hubiesen dado cuenta que Yolanda, independientemente que seguía desnuda como casi siempre, traía encajado entre los dos cachetes del culo. Lo que significa que…
-Eustaquio es el perejil que le mandamos en cana en el asesinato de don Robertino y, volvió para vengarse de nosotros. Pendejo hijo de puta, resentido de mierda.
Irrumpió doña Raquel en mitad de mi comentario, a lo que completó mirándome fijo a los ojos con un:
-¿No es así? PELOTUDOOO
Con voz menos angelical que lo de costumbre, pero totalmente justificable, todos estábamos indignados con el pibe. Lo llamativo fue que volvió a mirarme fijo y repitió:
-PELOTUDOOO.
-Calmate doña Raquel, le daremos su merecido. –le dije acariciándole la nuca para relajarla un poco-.
-Mi Dios, en serio, QUE PELOTUDO. –alcanzó a murmurar y se llamó a silencio.
Acto seguido, entramos en patota, lo sujetamos de pies y mano y, le exgimos que confiese, sino, Ximena lo mordería con los dientes asesinos que él mismo les había implantado. Nos costó bastante entender lo que nos decía porque se nos había pasado bastante la mano cuando le inyectamos el botox en la lengua, más allá que gracias al cagadon que le habíamos dado en su oportunidad, fracturamos ambos maxilares, arco superciliar izquierdo, pómulos, y alguno de nosotros aprovechando la volada también le mordieron la oreja a lo Tyson.
Lo más prudente y rápido fue que escribiera directamente su confeción del sabotage, y teniendo en cuenta el detalle del tenedor en el culo de Yolanda, pre supusimos que de pergil no tenía nada y realmente había liquidado a don Robertino. Algo que negaba rotundamente una y otra vez, aún cuando de un mordisco, Joel, le arrancaba la oreja sana (parece que a la otra también se la había mascado él).
En mitad del interrogatorio, portazo con bronca.
-A don Robertino lo ajusticié yo…
-¡¡¡YOLANDA!!! -otra vez al unísono, hasta Eustaquio en sus guturales sonidos-.
Apoyada contra el marco de la puerta, desnuda, miembro erecto, el tenedor firme entre sus nalgas, habano sostenido con sus labios, sus pantuflitas conejitos y, con un montón de tenedores más en sus manos.
-Fuí una geisha para ese viejo mal parido hasta que se engancho con otra trans veinteañera y me sacó el departamento que me había puesto -comenzó su relato-. Para dárselo a ella. Ahí comencé con la parodia del Alzheimer para ver si lo enternecería un poco, ni cerca me mandó a un geriátrico de mascotas de mala muerte y juré venganza. Una noche después de mi ración de trocitos Dogui, pude fugarme cuando nos sacaron al campito del frente del lugar a hacer nuestras necesidades antes de apagar la luces y mandarnos a la cucha.
-Que triste, Yoly. –con una lágrima cayéndole en su mejilla, dijo Zamantha y siguió mascando esa cosa que vibraba-.
-Pero, ¿Cómo supiste que lo encontrarías justo aquí? Buscar éste laburo. Muy jugado lo tuyo, cariño. –pregunta válida que formuló Joel-.
-Conociéndolo, sabía de antemano que vendría –comenzó a responder-. Igualmente, apenas el Flaco Pirri me contrató, le mandé una invitación a la inauguración de parte de él. Y como era un viejo calentón y garronero, sabiendo que había sangría canilla libre, venía sí o sí. Así que en mitad del quilombo, el juego de luces, el agite promovido por el repertorio cautivante de Mecha Peñaloza, lo llené de tenedorazos. El resto lo hicieron ustedes buscando un perejil mientras yo boludeaba con el Alzheimer como coartada perfecta. ¿Quién tendría ni media razón para sospechar de mí?
-Tenés que entender que vamos a tener que entregar, Yolanda, no nos queda otra. El pobre Eustaquio se comió la culpa antes de ser culpable de nada y ahora está prófugo porque pudo escaparse del bondi que lo trasladaba a Bower cuando los paró un semáforo y los canas discutían con los pibes limpiavidrios para que no le enchastraran el parabrisas -comencé a explicarle-. Seguro que lo están buscando y si lo agarran, lo van a dejar peor de lo que nosotros lo dejamos.
-Me van a entregar muerta solament…
Alcanzó a decir hasta que apareció como un misil el mango de una escoba que le atravesó la frente desde la nuca. Doña Raquel, todavía en silencio, se había quedado en el pasillo, mientras seguía balbuseando:
-PELOTUDO, PELOTUDO, PERO QUE PEDAZO DE PELOTUDO.
-Calmate doña Raquel, el pibe tenía razón con su fuerte resentimiento para con nosotros -traté de calmarla de nuevo-.
-DIOS MÍO, QUÉ PELOTUDO… -y se llamó a silencio otra vez-.
Pobre piba, no salía de su conmoción, 2 ó 3 sesiones de psicoterapia la dejarían cero kilómetro. Estaba todo muy en caliente todavía, totalmente comprensible.
Finalmente llegó la policía a llevarse el cuerpo sin vida de Yolanda, aunque en realidad su documento versaba Alfonso Exequiel Strapalunga, enceguecida por el rencor nunca tuvo tiempo de cambiar su DNI a no binario y gracias al gran aporte de Alexandra y su condición de contorsionista, nunca nos dimos cuenta que estuvo todo el tiempo entre nosotros filmándolo todo desde su Nokia 1100 edición deluxe, incluída la confesión de Yolanda con la cual exoneraron al pequeño Eustaquio y, como la occisa tiró un violento flato que hizo despedir el tenedor que tenía en el traste hacia la posición en que estaba doña Raquel lo que justificó el certero escobazo como una acción directa de defensa personal. Excelente. Sólo espero que no se demore mucho con la terapia, porque no podía dejar de repetir:
-PELOTUDO, PELOTUDO. PERO QUÉ PELOTUDO.
Y se ve que en mí encontraba la contención que buscaba, porque cada vez que lo decía me miraba directamente a los ojos.
Pero no todo fue color de rosa, trascendió más allá de La Maison del Flaco Pirri el tremendo quilombo gestado tras los ex sordos muros y por semanas nadie entró por nuestros servicios. La Municipalidad nos clausuró por falta de los permisos correspondientes más la denuncia por consumo de alcohol de menores efectuadas por las madres de los menores en cuestión, nunca percibimos que los documentos que presentaban eran de sus papás y no de ellos. Quién podría imaginar que las barbas y bigotes que lucían estaban pintadas con corcho quemado. Brillantes los pendejos, unos profesionales del make-up.
Los pocos fondos que me quedaban fueron a parar a multas por ruidos molestos y por ejercer la prostitución sin los carnet sanitarios expedidos por algún dispensario autorizado.
Tuve que despedir a los chicos porque ya no tenía un centavo con que pagarles, lo que derivó en cartas documento y juicios laborales imposibles de abordar.
La única que me dirigió la palabra al irse fue doña Raquel, mientras pasaba a mi lado camino a su destino incierto, sin dejar de mirarme fijo mientras repetía:
-PELOTUDO, PERO QUÉ TREMENDO PELOTUDO.
Pobrecita, seguía sin recuperarse de aquel sueño.
Me senté en el umbral de la puerta antes de cerrala para siempre y, salió Mencho que nunca se enteró de nada ya que durmió desde que lo contraté; parece que su último viaje con cargamento ilegal de boinas del “Che” tejidas con lana de vicuña desde Bolivia se la pasó mascando coca para no dormirse en la ruta y, lo volteó.

Nota de cierre de sesión 2:
No me importa tanto el haber tenido que cerrar el negocio, ni los gastos de cirugía para reconstruirle el rostro y las orejas a Eustaquio, ni siquiera los juicios de todo tipo que me comí, o el reclamo de las entradas a Peko’s por las guardias. La cagada es que nunca me dí cuenta en la despedida entre ambos de pedirle el teléfono o la dirección de doña Raquel.
Realmente tenía una vocecita muy angelical, pero escencialmente era muy eficiente en sus tareas y mi casa necesita una limpieza profunda, ya que yo, siempre fuí un nabo con la escoba.