miércoles, 29 de diciembre de 2021

JACINTO Y SU UNIVERSO PARALELO

Disfrutando de mi celibato, decición que tomé de forma voluntaria para limpiar mi alma de malos pensamientos y actitudes banales (en realidad no hay mina que me dé bola, soy muy boludo, y ando muy crocante)  para conectarme de lleno con mi yo más profundo, el núcleo mismo de mi existencia, abrir mis chacras desde adentro, y expandir mi luz a la oscuridad de los mortales promedio para regarlos con mi incipiente sabiduría y aura inmaculada. Claro está que lleva un tiempo llegar al sumun de la pureza divina a la que estaba dispuesto a llegar, y como ni miras tenía de ponerla, el tiempo me sobraba.

Para entrar en la espiritualidad y la energía universal, abordé algunos libros de metafísica, Reiky, Zen, Corán, Cábala, y la biografía Roberto Galán.
Una vez completada la primera etapa de mi aprendizaje puse a prueba mi integridad emocional para saber si ya estaba preparado para la segunda face, y le dí play a todo volumen a “Libre, solterito y sin nadie” de Leo Dan. Al límite de mi fuerza interior, pude surfear las tentaciones de mis sentimientos ocultos y evité con éxito el salir corriendo a las Ponce para sacarme de encima tanta acumulación láctea, enfocando mi mente en que toda esa reserva, no era más que energía sobresaturada de calcio, magnesio, fósforo y zinc, así como vitamina D, A y del complejo B, especialmente la vitamina B12 y la riboflavina, para ser dosificada con criterio en el camino a la sanidad espiritual. Mi tercer ojo dejaba su epicentro ubicado en mi ombligo para ascender a mi frente como dicta la ley de purificación del karma.
La segunda parte de mi redención pasó por la meditación profunda y conectarme con los venerados Lamas ancestrales, con la escencia pura de las grandes corrientes religiosas, Confucio, Buda, Jesús, Jim Morrison, entre otros. El único con el que pude conectarme fue Ricky Maravilla (lo tengo de amigo en el Facebook) con el que tuvimos una lindísima charla mediante chat telepático, donde me hizo un montón de revelaciones trascendentes; ya sé que es lo que tiene el petizo.
Ya en la cima del conocimiento, sólo me quedaba abarcar la tercera etapa, la que me dejaría en el umbral mismo de la superación definitiva, emprender un viaje astral hacia otras dimensiones. Pero antes de separarme de mi cuerpo debía despojarme de todo el lujo material que como un avaro juntaba y me rodeaba, dejar mis pertenencias más preciadas a quienes realmente las necesitaran. Así que renuncié sin prejuicios y altruista al extremo a mi yo-yo Russell y mi colección de billetes de un Austral, no tenía más nada de valor, ni de sin valor. Me recosté en el living de mi casa vacía de cualquier tipo de posesiones (como desde hace 10 años, hasta el sommier que era una herencia de un tío mío se lo había quedado mi ex) buscando la concentración y después de 6 horas 38 minutos y 7 segundos del cuarto día hábil de meditación (tendría que corregir mis tiempos de concentración/distracción), comenzó mi viaje, mi aura viajera ya sobrevolaba la isla de los patos, exultante, inmersa en una fascinación desmesurada, cruzando las sierras chicas hice un alto para orinar y comerme un pancho, y seguí yendo a lo que el tiempo deshace, como dice el Nano; cerca de las Salinas grandes... perdí la brújula, una especie de shock parasensitivo se apoderó de mí, y desperté en el mismo lugar de donde había salido, pero en lugar del suelo, en tremendo sillón de 5 cuerpos y con mi casa recién pintada, totalmente amueblada, llena de cuadros de pintores de renombre, con todas las comodidades y más, y sentado frente a una Imac de última generación, yo. No este yo viajero, otro yo, igual a mí, pero limpio, luciendo una bata blanca inmaculada, perfumado y, bien peinado. Puta madre, nos tocamos y se crea la paradoja como planteaba el Doc Emett Brown de Back to the future allá por el ‘85, y caput, desaparecemos los dos. Traté de esconderme para no alinear sus ojos con los míos. Ya era tarde. El contacto se había establecido.
Ante mi extremadamente visible expresión de terror, ese otro yo me dijo: “Para, Jacinto. No angusties. No pasa nada”.
-¿?¿?¿?¿?¿? -yo-.
-Relax. No hay paradojas posibles -dijo-. Es todo un circo de los guionistas de ciencia ficción. Después de las Salinas tendrías que haber doblado a la izquierda, pero como tu GPS astral andaba con poca señal, doblaste a la derecha, chocaste contra un piquete de almas penantes pidiendo asignación universal de almitas, y subsidios porque no llegan a fin de mes y no pueden comunicarse con los médium después del día 15. Te desmayaste, pero tu viaje siguió con piloto automático, el desvío te hizo cruzar de un universo paralelo a otro y, acá estás.
-O sea ¿Vos y yo somos las caras de una misma moneda? -pregunté mientras le estrechaba la mano-.
-Ni más ni menos -contestó-. Somos el mismo tipo caminando a la par pero en dimensiones diferentes, manejando los mismos tiempos, aunque con realidades diametralmente opuestas. Vos sos un fracasado crónico, yo un tipo exitoso y con suerte. En esencia, somos el yin y el yan de la misma persona. Sólo que tus derrapes, superan cualquier expectativa.
-Joder -exclamé-.
-Quedate unos días así aprovechamos para conocernos más íntimamente, y buscar la forma de rehacer tu vida, de una manera más razonable y menos lamentable -me dijo, en tanto servía una medida de ron para cada uno-.
El culiao la pasaba bomba, auto eléctrico de última tecnología, smart house, y hasta un enano de jardín de yeso que le cortaba el pasto y le regaba los malvones. Esto del universo paralelo me estaba quemando la cabeza, no por el hecho de que pudiera o no existir, sino porque a mí me había tocado la paralela más chota.  Este Jacinto era lo más parecido a este yo Jacinto que siempre había soñado. Al tipo no se la caía la tostada del lado de la mermelada, y cosas que por simple que parezcan, eran demasiado intensas para mí como para no sentir una tremenda e incontenible envidia de mi otro mi mismo. Al instante me dí cuenta que estaba en viaje a mi superación, y este guaso me había allanado el camino mientras me rascaba el culo en mi vida vida, sólo tenía que esperar que me contara como fué que llegó a estar como estaba, tranquilo, con todo en orden.
Trajo a modo de previa, unas lonchas de jamón ibérico, un gruyerito en cubitos y un par de fernet con Coca preparado a la cordobesa 70/30 con la cantidad justa de hielo. Compartimos algunas anécdotas en común, claro, cada uno desde su paralela. Yo la Yoly Pereyra, él con Nicole Sotto Vocce Argañaráz. Mientras la Yoly me hacía una denuncia por violencia psicológica (le había dicho que estaba loca si pensaba que los iba a albergar a ella y su ex en mi casa), Nicole le regalaba un Iphone 13 para que la mensajeara con cosas sucias porque la calentaban. Cuando compré el 600 (de papeles, bien, gracias), él se ganó un Tesla Model 3 en la rifa del Centro Vecinal del Golf Club de su barrio privado.
Todo, absolutamente todo, le salía redondito. ¿De qué dependía esa abismal diferencia entre nosotros?
¿Por qué de un lado era todo color de rosa y del otro gris? Y lo más depresivo, ¿Por qúe yo nací del lado oscuro de la luna, y él de la cara bonita? Tamadre, demasiadas preguntas sobre un yo partido al medio. ¿Éramos uno, dos, o ninguno?
Hice la prueba de los gemelos idénticos, con una aguja le pinché el culo, pero yo sólo sentí la puteada de su parte por haberlo pinchado.
-Dejate de boludeces y vamos a dar una vuelta -sugirió-. Quiero que conozcas un poco mi entorno, la Córdoba que yo vivo.
-Excelente!!! -aprobando la invitación-. Pero dejame darme una ducha y prestame algo que ponerme, porque el viaje astral me dejó echo un asco.
Recién bañado, con remerita Lacoste, jean Wrangler, soquetes Nike, Zapatillas     Adidas Solar Glide 19, Rolex Presidente y perfumado con Sauvage de Christian Dior. Jacinto cool, me había equipado como para invitar a Maria Grazia Cucinotta a Le Jules Verne, en la torre Eiffel, para ver a París en su esplendor mientras nos matamos a besos.
Pasamos por la Cañada, iluminada como la avenida de los Champs-Elysées, con góndolas navegándola mientras los gondoleros cantaban “Soy cordobés”, “Quién se ha tomado todo el vino”, “Bandido”, y otros temas románticos a sus eventuales pasajeros, la Torre Ángela era 2 metros más alta que el Burj Khalifa con un resto a 830 metros sobre el nivel del mar con una vista panorámica de 360 grados donde se veía casi  hasta Mina Clavero, excitante 100%, me hubiera encantado ir, pero tengo vértigo y dejé el Reliverán en mi paralela. Circundando al Patio Olmos un vergel lleno de flores de todas partes del mundo símil a los jardines colgantes de Babilonia, pero más grandes; hologramas cruzándote con publicidad; la Avenida Colón como “The Strip” la calle principal de Las Vegas; frente al Buen Pastor erigido el Cerro Colorado, con sus pinturas rupestres y un pub muy copado donde Don Ata, te recibía con un copón de vino Château Lafite Rothschild de la cosecha 1787. En fin, esta Córdoba, era otra Córdoba, independizada, con salida al mar desde el río primero, que contaba con un puerto más grande que el de Hong Kong a la altura de Bella Vista. Agarramos pista por la Ricchieri rumbo al barrio Japonés, barrio Chino en mi paralela, recalamos en una franquicia de Sukiyabashi Jiro, merecedor de la estrella Michelín, nos dimos un saque con sake y salame de Oncativo esperando que llegara nuestro pedido, sushi (roll coronado con caviar, rellenos con langostinos y salmón empanizados y fritos y, queso crema), de postre pedimos un fresco y batata, el mío con membrillo, con uno de esos tecitos famosos de los japoneses, que dos geishas muy amables nos sirvieron siguiendo el ritual tradicional.
Nos acompañaron a degustarlo, ellas se pidieron un par de whiskys. Charlamos (al pedo porque hablaban en japonés y ni yo Jacinto, ni mi otro yo Jacinto, entendíamos una mierda lo que decían), ellas reían... ¿?¿?¿?
Un par de horas después, cerca de 18 whiskys de por medio (ellas), las chicas se retiraron ante nuestra insistencia de que nos acompañaran a la Sala del Rey, que en esta dimensión era como el Radio City de Nueva York, inmediatamente después, 3 japoneses del tamaño del Fujiyama y con la misma efervecencia, como 3 luchadores de Sumo de peso completo con ese pañal y el rodetito que portan por la vida, se pararon detrás nuestro con la boletita de la cuenta que obviamente incluía la consumisión de las chicas. 162.995,17 yenes, o sea 1.425,30 dólares, bueno, a guita nuestra de hoy, 1.457.85,53 pesos, o sea, prácticamente lo que había ganado en toda mi vida... muchos más. Tamadre.
Suponía que siendo yo el invitado, mi Jacinto paralelo se haría cargo de la cuenta, error, cuando volví de mi asombro, el culiao ya se había ido al auto y dejó dicho al maître que me esperaba ahí mientras yo arreglaba. Ante la ausencia de fondos de mi parte, al fondo me llevaron y me usaron de sparring por unas horas. Flameando, maltrecho y sangrando tanto que le podría haberle hecho una transfusión completa a un hipopótamo adulto, volví al auto, y en el momento de subir, el otro Jacinto me miró y me dijo:
-Ah, picarón, al final, te enfiestaste con las geishas. Vos sabés que me parecía que ya les venía la regla por la cantidad de calmante etílico que tomaban. Ahí tenés una ducha pública -señalando una casillita en la vereda-, te enjuagás un poco y seguimos.
-Ma qué regla, ma qué geishas, me agarraron los 3 gordos XXXXXXL porque yo no tengo un mango y me hicieron sandwichito cagándome a panzasos mientras vos salías mutis por el foro -le dije enculadazo-.
-Jacinto!!! -comenzó riéndose- Hubieras pagado con débito virtual.
-Culiao, hijo de mi misma y puta madre paralela -más enculado y a punto de meterle un coñazo entre los ojos-. Vengo de otra dimensión, no traje una moneda (ni la tenía en la mía).
-Con pasar el dedo en el postnet digital, suficiente -replicó-, tenemos la misma huella paralela. Lo descontaban de mi cuenta.
-Avisá, culiao -dije-. ¿Y ahora me lo decís? Con razón me querían agarrar el dedo, yo creí que era como en las pelis cuando los Yakuza, que se los cortan y los ponen en un pañuelito a modo de deshonor. Tamadre, no entiendo japonés, y los gordos venían sin subtítulos.
-Dale, subí y sigamos -mientras sonaba en la Pobre Johnny un tema de Franco de Vita (¿?)-.
Fuimos hasta la plaza Colón que había feria de artesanos onda Plaza Francia de Buenos Aires, pero las artesanías ofrecidas eran micro chips, mascotas robot, celus, tablets y, muñecas inflables, entre otras manualidades. Muy pintoresco. Me llamó la atención que al lado de la fuente había un centro vacunatorio ofreciendo la dosis refuerzo. Me separé un poco del otro Jacinto y aproveché a ponérmela a fin de completar mi plan de vacunación, ya que con todo el ajetreo de mi evolución espiritual, pegué viaje astral sin pasar antes por el Orfeo a colocarme la vacuna. Dentro, tres puestitos, uno decía: Rusa; otro: Yankee; y la otra: China. Encaré hacia la Yankee porque puestas tenía la Sputnik, la Sinofarm, y me pareció prudente tener la tercera variante a modo de integración internacional (sí, ya sé, una boludez... Soy así de choto). Salí de ahí y me sentía medio raro, veía todo distorsionado, caminaba como pisando huevitos, medio sobreexcitado, y sin registro de dimensiones; me tomé un paracetamol como indica el reglamento y... Nada, che. Cada vez peor.
Viendo mi estado se me acercó Jacinto y me alcanzó a agarrar antes que me cayera.
-¿Qué te pasa, Jacinto? -me preguntó-.
-Nada, me puse la vacuna y me cayó como el orto -respondí balbuceando-, con las dos anteriores no tuve problema, apenas unas líneas de fiebre y nada más, pero ésta, me está matando.
-Bolú, prengutá -comenzó a explicarme-. En esta dimensión, la droga es legal y gratuita por DNU de un presidente drogón que tuvimos y nunca se abolió. Hay puestos de inoculación por todos lados. ¿Cuál te pusiste?
-La yankee -respondí-.
-Heroína 100% pura -dijo moviendo su cabeza de lado a lado, preocupado-.
Me llevó cagando al de urgencias y ahí me dieron el antídoto, un supositorio de más o menos 11 cm que me clavaron sin vaselina. No se si el efecto era instantáneo, o por el desvirgue, la cuestión es que en minutos ya estaba joya de nuevo, pero con el culo desgarrado. 7 puntos de sutura y anestecia local fueron suficientes. salimos de ahí, yo caminando a lo cowboy.
-Mañana la seguimos, vamos a casa ahora -sugirió-. Tomamos un Zumuva con Pritty, charlamos un rato y después descansamos. Debe haber sido un día larguísimo para vos entre el viaje y la recorrida.
-Sí, mejor -respondí mientras buscaba la forma de sentarme en el auto sin que se me saltaran los puntos-.
Al llegar a la casa, nos acomodamos en el living, preparó un par de baldes con el Pritteado, en tanto proyectaba un holograma 8K, 4D, de unas chicas haciendo pole dance con los compases de Pepino di Capri de fondo. Un amor. Qué placentera y sin contraindicaciones, la vida de este condenado. Nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, sentí una suave caricia en mi nalga, como haciéndome sana sana del percance de la noche anterior. Tamadre, el otro Jacinto me quiere hacer suyo, pensé, pero me frotaba las pompis con tanta ternura, que lo dejé seguir. Total después, lo parto a piñas. Pero no, acto seguido, una vocecita angelical me dijo al oído: Señor Jacinto, el almuerzo está listo. Son las 14:30 horas ¿Lo ayudo a vestirse?
Volteé para mirar de quién era esa voz, y ahí estaba ella con sus blondos cabellos danzando en cámara lenta ante la brisa proveniente del aire acondicionado (a 24 grados por supuesto), esos ojos azules, esa boca de fresa, esa piel inmaculada y apenas dorada, y sus piernas largas con sus piecitos... ¿Rueditas? Sí, era un robot muy bien logrado, con rueditas por pies. Daba igual, estaba re buena con rueditas y todo. Ayudó a vestirme (al pedo porque ya sabía vestirme solo) y fuí al comedor, allí Jacinto me esperaba con un vertmucito y empanaditas de copetín de jamón y queso.
-¿Descansaste? -preguntó-
-Como un bebé -contesté-.
Ya en el plato principal, colita de cuadril mechada con panceta ahumada y ciruelas, salcita al oporto y, papines andinos a la manteca con hierbas, me contaba como era su vida, yo la mía. El pibe no laburaba, yo tampoco; la diferencia es que él vivía de las ganacias de la bolsa y el mercado bursátil, y yo de las bolsas que desechaban los McDonalds en los contenedores orgánicos (a veces también había alguna que otra papa frita). Comenzó a explicarme como llegó donde llegó, donde invertía, donde tenía el efectivo papel y virtual, lo tecnológicamente avanzada que estaba su paralela, hasta cada cuantos kilómetros le hacía a su mascota robotizada (un mastín tibetano), y el control por el cual cambiaba el aspecto de las domésticas, a veces con la fisonomía de Scarlet Johansson, otras con la de Jujuy Gimenez, Angelina Jolie, Zulma Lobato, etc. según el estilo de mujer al que a él lo calentaba esa semana, pero siempre con rueditas.
Demasiado perfecto, irreal, magnífico... Yo quiero!!!
Pasaron algunos días y la idea del bon vivir crecía como una obsesión en mí, y como en mi paralela, los malos pensamientos son moneda corriente, ningún cargo de conciencia me invadió, al contrario.
Aproveché los momentos en que Jacinto iba a Pilates o al spa para reconfigurar los micro chips y los programas de su smart house y su personal de servicio, y si bien nuestras huellas digitales eran idénticas, hice un cambio clave, haciéndome una pequeña cicatriz en el pulgar para que él no tuviera acceso a nada de lo suyo. Así fué que las domésticas ignoraban sus pedidos, la casa no respondía ni para correr las cortinas, y la mascota animatrónica le destrozaba las medias. Lo que al principio él tomaba como fallas de sistema, poco a poco se fué tornando desesperación, ya que ni el teléfono, ni el celu le daban bola.
Traté de tranquilizarlo (verdura), le sugerí hiciéramos meditación y pegáramos un viaje astral a mi paralela para que cambie de ambiente, y de vuelta todo se iba a arreglar. Me lo agradeció, aceptó mi propuesta. Cuando ya estaba en un nivel superior y a punto de emprender el recorrido pude proyectar su aura a 75 grados para mandarlo por la tangente y creé una paradoja de la cual no pudo volver nunca más, ni con un viaje a bordo del Enterprice con el señor Spock de timonel.
Ahora vivo la vida que no merecía, rascándome el culo 7 por 24 y, cada tanto me doy una vueltita por mi paralela original para dejarle lechuga y agua al Patricio (mi hámster) y, regar las hortensias.
¿El otro Jacinto? Cuando pueda le mando un mail para saber como está, aunque donde fué a parar, creo que recién están descubriendo el fuego. Me dá una pena...

martes, 14 de diciembre de 2021

MI NOCHE CON ELLA/S...

Poco después de despedirme para siempre de mi amigo invisible por algunas diferencias irreconciliables, él toma el café lavado y con Chuker, y yo uso el mismo par de medias de lunes a viernes, pero con Efficient aunque no me lave los pies seguido; al margen de estos detalles y otros que no vienen al caso, entré en una profunda tristeza, mi caracter de mierda no ayudó lo suficiente para que tuviera muchos amigos con quienes charlar o compartir momentos en grupo, de hecho, el único que tenía era Luciano (mi amigo invisible). A la mierda, el buey solo bien se lame, pensé mientras estaba sentado en el sillón del living jugando un solitario con las cartas españolas sobre la mesita ratona, como mi cintura no daba para arquearme tanto, tuve que dejar de lado la idea de lamerme solo.
Con el correr de las semanas tantas charlas conmigo mismo se tornarnaban monótonas, aburridas, ya ni me causaban gracias mis propios chistes y ni siquiera el espejo me respondía cuándo le consultaba quién era el más bonito (Sólo por curiosidad, nunca dijo que yo lo huviese sido alguna vez). Independientemente que la soledad no fuera algo que me preocupara, me sentía solo.
De tanto ir de la cama al living mi sobrepeso comenzaba a ganarme, al extremo que tuve que ponerle un candado a la heladera para evitar incursiones nocturnas automatizadas; no abría las ventana para potenciar mi estado de aislamiento y poder autocompadecerme de mi estado a modo de justificativo de mi antisocial caracter. Meses después y con la casa hecha un asco, con la inteción de reinsertarme en la sociedad salí a dar una vuelta por los alrededores, no conocía ni a mis vecinos, ni ellos a mí que me miraban como un bicho raro, una especie de hermitanio urbano salido de una casa abandonada en la profundidad de los tiempos, al cabo de unas horas regresé para comenzar con el orden cerrado, limpiar y acomodar un poco mi casa para volver a abrir las ventanas y dejar entrar al día por ellas; tamadre, el olorazo que había más el polvo acumulado daban para inspirar a Stephen King en alguna de sus masacres literarias. Cuando empecé a plumerear sentí un estornudo al que instintivamente dije, salud, y de respuesta hubo un, gracias; inmediatamente recordé que mi espejito espejito había hecho votos de silencio para conmigo y me pegué un cagazo que me caí de culo sobre el montoncito de mugre que había alcanzado a barrer.
-¿Quién anda ahí? -pregunté a viva voz-.
Nada. Repetí la pregunta empuñando la escoba como Luke Skywalker su palito de mierda iluminado.
-¿Quién anda ahí?
...Nada.
Supuse que después de tanto encierro algún tipo de desequilibrio había quedado instalado en mí, así que no le di bola y seguí limpiando.
-ACHISSSSSSSSSS -se volvió a escuchar-.
Y se me llenó la casa de humo (¿?). Tamadre. Hice de tripas, corazón y, a buscar de donde provenía el dichoso estornudo. Sigilosa, minuciosamente fuí rincón por rincón hasta que, ahí estaba, detrás del lavarropas, con suciedad de años... ¡Mi patito de hule! La bañadera sin él era un mar de tristeza desde que lo había perdido. lo lavé, le dí un par de besos y, lo dejé sobre la jabonera para mi próximo baño de inmersión. Seguí con la búsqueda hasta que llegué al viejo arcón de mis juguetes y dí con el responsable de semejante movida; ahí estaba, sentadito, con una bufanda y, temblando como una hoja en medio de mis autitos, muñequitos y vibradores (cosas de chicos), un dragoncito con todo y alitas.
-¿Jodeme que sos un dragón? ¿O sos una lagartija adolescente mutante ninja? -le pregunté-
-Dragona -respondió- y, mayor de edad.
La saqué de su encierro, la acosté en el futón del living, le dí un Biogrip, le friccioné el pechito con Vick Vaporub y le preparé un tecito verde con ron, miel y limón, la apachuché un poco, la tapé con una manta y la dejé descansar. Caramba, pensaba. ¿De dónde habrá salido este bicho? Seguí limpiando para después poder sentarme a charlar con ella a despejar dudas.
Dos horas más tarde depertó ya con otro semblante, visiblemente descongestionada, apenas algunos estornuditos, que aproveché para tostar unos sandwichitos de miga con los que almorzamos mientras comenzamos la charla.
-¿Qué haces acá? ¿Hace mucho? ¿De dónde saliste? -pregunté- No sabía que los dragones existían, suponía que eran un mito.
-¿Qué hago? Acompañarte -respondió-, de todas tu vidas. Sí, existimos.
La miré con asombro y más desorientado que Donald Trump buscando un McDoland en el Kremlin.
-Por allá por el 790 DC poco antes del saqueo del monasterio de Lindisfarne -comenzó su relato-, al margen de las costas del norte de Noruega, naciste y, nací, el mismo día; tu viejo era un tipo muy popular que le ponía los cuernos a todos los casco del resto de los vikingos, que en honor a la verdad, se la tenían jurada; tu mamá, esposa del oriundo de suecia Ellborg , tenía una relación clandestina con tu papá y la dejó con la cocina llena de humo como diría Brandoni. Mi mamá era mascota de Ellborg y, como buena dragona, salía de tejados a la noche (como los gatos hoy) siempre con la aspirina sujeta entre las rodillas hasta que conoció a mi Pá y, una noche neblinosa dejó caer la aspirina. Fuimos creciendo los dos y nos adoptamos el uno al otro. Todo lo hacíamos juntos, vos como tu padre biológico se te dió por putarrear con cuanta pollera se te cruzara, y yo era tu transporte aéreo para salir cagando cuando llegaban los maridos de improviso de algún saqueo mientras me empomaba a sus mascotas.
Hubo un silencio para masticar unos sandwichitos.
-Fué pasando el tiempo -prosiguió tras un trago de granadina con soda- hasta que una noche cuando cruzábamos el cielo sin luna llena escapando de la ira de un tal Olaf porque te habías cepillado a su mujer, me encestó una flecha en el culo, perdí sustentación y caímos al vacío... Nos hicimos mierda. Nos agarraron medio maltrechos abajo, y ahí... Después te cuento que pasó no te quiero poner mal ahora.
-¿Es joda? -pregunté-.
-No, para nada -respondió masticando uno de queso azul y cocido natural-, eras el pata’e lana de la aldea, yo entre tanto, como te dije, me curtía a las mascotas de las moradas seleccionadas, todas dragonas con pedigree, teniendo en mi haber más de 70 cachorros no reconocidos; así que imaginate, yo bastardo les cagaba el linaje de la descendencia. Ni vos, ni yo, éramos muy populares. Por eso la partusa, las mujeres porque redimían pecados con tu partida, los vikingos porque te sentenciaron y, las mascotas... No sé, yo las atendía muy bien... quizá en solidaridad con sus amos o porque les cagaba la descendencia real. Cosas de dragonas.
El hecho, según me relataba, es que compartimos varias reencarnaciones y, lejos de superarnos y evolucionar como persona y dragón, cada vez fuimos más hijos de puta con las polleras. Al extremo que al parecer, me curtí a la novia de Frankenstein y ella (otrora él) a la gata siames de don Victor. En la quema del engendro, quedamos pegados en el mismo combo.
A principios de los ‘60 reencarné en esto que hoy soy, y él, en esto que hoy ella es, con la salvedad que en esta época los dragones no existen y tuvo que mantenerse en el anonimato para que ningún científico loco se le diera por estudiarla como al pobre extraterrestre del Área 51 (Groom Lake, Homey Airport), que terminó disecado y representado en souvenires y estampas de remeras para los cholulos turistas Yankies. Aparentemente en casa pasó desapercibido porque creían que era otro peluche que me habían regalado por mi nacimiento, la única cagada es que cada vez que estornudaba, creían que era yo con gases y me empachaban a pastillas de carbón, en fin.
Todo venía de película hasta que me hice amigo de Luciano y poco a poco la fuí dejando de lado sin darme cuenta, es que pasaba tanto tiempo quietita para que no la descubrieran que para mí ya era otro de mis peluches también, y la pobre terminó en el arcón de mis juguetes de primera infancia. Así que después de la charla, acondicioné el cuartito de trastos y le armé ahí su cucha, eso sí, la llené de matafuegos por las dudas.
Mi vida con ella se tornaba muy agradable, sin contar lo que ahorraba en gas, ella templaba hasta el agua del termotanque, me hacía las tostadas y los costillares a la estaca a fuego directo le salían espectaculares. Armonía, alguien con quien charlar, compartir crepúsculos y películas en Netflix. Ni un sí ni un no. Bello.
Un día me preguntó si podía invitar a unas amigas a tomar el té. No me opuse.
-Perdón. ¿Amiga? -le pregunté-.
-Sí, es que así como nosotros reencarnamos -me expliaba-, varias amigas también, y como vos fuiste el único que tomaste con naturalidad mi existencia, ellas se entusiasmaron y quisieron conocerte, agradecer tu mente abierta, tu hospitalidad para conmigo, tu...
-Pará, pará -la corté en seco-, ya está, que vengan. Compro unas facturitas y listo. Pero después limpias vos.
-Ok. Gracias, mi rey -contestó conmovida-.
Martes, cinco de la tarde, las dragonas llegaron puntualmente. Agnetha, Frida, Henrika, Birgitta, Astrid y, Maija. Algo en cada una de ellas me resultaba familiar, aunque definitivamente, nunca fue mi fuerte recordar características fisonómicas; pero entre sus maquillajes, rimel, alitas producidas para la ocación, me fue difícil reconocerlas cabalmente. Dejé a Inga (ex Henerik -Enrique, bah-) oficiara de anfitriona dando lugar en mi casa cual si fuera de ella, y yo me dediqué a atenderlas sin interrumpirlas.
La tertulia vespertina paulatinamente se tornó en velada de anécdotas, risas y nostalgias. Inga estaba feliz, y yo por ella y ellas que se habían fumado tantos años de anonimato. Salvo por alguna que otra carcajada por algún recuerdo que derivaba en unos pequeños focos de incendio, la reunión era muy agradable.
Pedí unas pizzas y cervezas por Pedidos Ya, se las serví y, me retiré a mis aposentos despidiéndome cortezmente de cada una de las invitadas, no sin antes dejarles un par de matafuegos a mano por si las moscas. Me acosté a ver Vikingos con una bolsa de papas fritas Carrefour (me las habían recomendado alguna vez) y, una Schweppes light en frapera, hasta que Morfeo me acogiera entre sus brazos.
No se si por lo particular que estaba viviendo, el caso fue que en mitad de mi sueño profundo sentí como un abrazo abarcaba todo mi cuerpo con el galopar incesante de un corazón desbocado (tamadre, que puta imagen me mandé. Sorry, sigo), supuse que estaba deambulando por una de mis fantasías eróticas de cada noche mientras duermo. Era todo tan real que no quería despertarme, el aliento cálido sobre mis mejillas, el jugueteo con mis cabellos de manos delicadas como... ¿Garras? Eran garras. Mierda, que cagasazo, me desperté y frente a mí, esos ojitos de reptil que me miraban con el amor que uno quiere que lo miren, pero con el iris alargadito.
-¿Henrika? -grite en voz baja (contradictorio, pero cierto)- ¿Qué carajos hacés acá?
-¿Qué parece que estoy haciendo? -respondió con otra pregunta-
-Me estás franeleando a lo pavote -contesté-.
-Tí -dijo fruciendo el ocico y pestañando de corrido-.
Iba a seguir con el cuestionario, pero me acordé que mi primo de Esquel, Ludovico, se había casado con una de sus ovejas, y era muy feliz. Y güeno, después tendré tiempo de enterarme de los por qué había invadido mi lecho. Me hice el boludo y le dí para adelante, nunca están de más nuevas experiencias. Aparte, hacía tanto que nadie se metía en mi cama que el solo hecho de que la mitad estuviera ocupada un rato, me sensibilizó bastante.
-Che. ¿Y la reunión? -pregunté-
-Tranqui, campeón -respondió-, todas estamos de acuerdo... Por azar me tocó ser la primera.
-¿La primera? -seguí preguntando-.
-Es largo, después te cuento -dijo sin dejar de abrazarme-. Ahora, relájate y goza, que tu noche va a ser larguísima.
Supuse en ese momento que lo que sugería era lo mejor, así que me dejé llevar por los bajos instintos de ambos. Una reina la tipa, independientemente de que el aliento de dragona es un poquitín nauseabundo. Detallar los pormenores del acto por el momento no dá en esta oportunidad, lo que verdaderamente me llamó la atención es que después de la saranda, Henrika se puso a acomodar todo y a quejarse del quilombo que era mi cuarto. Fastidiosa, antes de irse, desde la puerta de mi pieza volteó su cabeza hacia mí, me miró fijo y dijo: Siempre el mismo desprolijo.
Puta madre. ¿Qué podía saber esta loca de mí si recién la conocía? Inga no podría haberle dicho nada, pues es tan enquilombada como yo y, muy reservada con respecto a nuestra convivencia. Bueno, fuí a hacer pis y lavarme un poco. Al volver a la cama estaba Birgitta, a lo Cleopatra (de Liz Taylor), derrochando glamour y poder; indudablemente estaba totalmente definido quién y cómo se llevaría adelante nuestro encuentro, me dejé llevar y, me llevó donde jamás había llegado el ser humano (Ups, me poseyó por un momento el capitan James Tiberius Kirk de Star Trek. Pero algo de razón hay en la frase).
Velas, sahumerios, pétalos de rosas y Osiris parado a un costado supervisando (Naaaa, Osiris no estaba, lo confundí con una foto de mi tía Marga que tengo colgada en la pared); ella entre tules y bijouterie brillosa, yo a lo Julio César con mi toalla choreada de un hotel de Mina Clavero cruzada desde el hombro a la cintura a modo de toga romana. Me pidió le diera unas uvas desde el racimo colgando sobre su boca, que le masajeara los pies, le pasara crema en la espalda y sus 8 tetas, y después quiso momificarme para satisfacer sus deseo necrofílicos...
-Pará, loca -le grité-. ¿Qué pató? Con un coito express sobra.
-Siempre el mismo egoísta vos -me dijo llena de ira, pegó portazo y se fué-.
¿Siempre el mismo? ¿De dónde habrá sacado eso?
Me dormí un ratito mientras escuchaba una play list de Pocho la Pantera para relajarme un poco. Entraron Agnetha y Astrid, se acostaron cada una a mis lados y, soslayando mis limitaciones, les pedí me esperaran unos minutos para tomarme un té de cola de quirquincho bien cargado, y un puñado de maní con cáscara para un rendimiento pleno en vistas a las exigencias que me esperaban en la habitación. Volví a la habitación para sambullirme entre sus brazos y sus alitas rebozadas con purpurina, que con la iluminación estilo Moulin Rouge de cabotage (Chantecler, sería por estos pagos) instalada en lugares estratégicos de mi dormitorio, el limbo me quedaba chico para cumplir uno de los sueños de cualquier pibe y del que yo no era una excepción... UN PUTO TRÍO!!! ¡YES!
Apoteótico comienzo, Astrid alzó vuelo cruzando la ventana conmigo a cuestas mientras Agneta me razguñaba la espalda sensualmente y me daba besitos en la oreja (no es mi punto débil, pero que bien lo predispone a uno). Surcamos, como ET en la bici, la luna, sólo que por su lado oscuro, el más oscuro y bacanal, ya que se habían armado tremendo fogón los pibes de Kepler-186f (un planeta similar a la tierra distante a 492,3 años luz) y a la hora que llegamos estaban todo borrachos, desnudos y cepillando a lo pavote. Nos prendimos sin el menor remordimiento y con el recuerdo vivo aún de mis fechorías los 21 de septiembre en el Fantasio de mis años de estudiante... y algunos años más de yapa. Estaba tan feliz y desatado que ni cuenta me daba de la falta de gravedad cuando cada vez que tenía un orgasmo, salía eyectado uno 6 ó 7 metros y en cámara lenta; hasta que, como es mi costumbre, no puedo dejar de echar mocos, me encachilé con una verdosa Keplerana que cargaba un culo verdoso para alquilar balcones. Astrid y Agneta, chivazas, me agarraron del cogote y me tiraron sobre mi cama y, al unísono: Siempre el mismo sexópata. No cambiás más.
Puta madre. ¿Qué onda? Había tanto de mí que yo desconocía y ellas lo sabían aparentemente todo.
Entré en crisis existencial, que a los 7 minutos, cuando entró Frida, se me pasó.
Frida era exhuberante, dos talles más de corpiño que el común de las dragonas, con cresta con claritos y un aire rockero mezclado entre las moscas que revoloteaban sobre su cabeza (es una metáfora, no había moscas), pegamos química al instante, al instante que tuvimos relaciones, hasta ese momento, cero química; pero el sexo es más fuerte y, el amor, bien gracias. Mientras tanto y en el ajetreo reinante, no paraba con las selfies, poco mi importaba, soy lo suficientemente Narcizo como para no poner mi mejor perfil en cada toma. Lo hicimos bajo la cama, colgados del plafón del techo, dentro del placard, en el cajón de la mesita de luz, y hasta debajo de la foto de la tía Marga que parecía mirarnos con cierta lujuria.
Después de 6 horas ininterrumpidas de frenesí (soy de tiro largo en mis tiempos amatorios, y rendidor), me miró con ojitos tiernos, muy lejos de la mirada salvaje de un momento atrás y me dijo: Creo que estoy embarazada, se me despertó el instinto maternal.
-Recién terminamos de coger -le dije desfigurado por sus palabras-, dejate de joder. No hay forma.
-Soy dragona, nuestros tiempos de ovulación son muy seguidos -comenzó a explicarme-. Y me gustás como padre de mis crías.
-¡Volá! -fué lo primero que me salió desde las entrañas- O sea que Agnetha, Henrika, Brigitta y Astrid ¿también están Peñarol?
-Brigitta tiene ligada las trompas, Henrika tiene el diú, y Astrid y Agnetha son lesbianas, pareja entre ellas y no tienen la mínima intención de tener hijos por ahora -poniéndome al tanto de la situación de cada una-.
-Mirá, flaca, tenés el pañuelo verde colgado en el cogote. Ya sabés que hacer -dura, pero inevitable fué mi respuesta-. ¿Qué voy a hacer con un ejército de dragoncitos rompiendo las bolas por toda la casa? Ni a la plaza podría llevarlos, y la comida balanceada para dragones primer semestre, no existe. Y no se vería bien que se empiecen a comer a los perros, gatos, y hamsters de los vecinos. No a lugar. Tomate un té de perejil y a la mierda.
-Siempre el mismo insensible -dijo sollosando-.
Otra vez la misma frase, me estaba volviendo loco de la intriga. Entró Maija. Dragona diosa si las hay. Delicada al extremo, perfume de veinte lucas, andar sobrio.
-Vengo a hacerte el amor, y en una de esas, hasta cogemos si nos sobra tiempo -propuso y me dejó en stand by, totalmente flechado por sus encantos-.
-Compro! -dije con una evidente cara de ensoñación-. Pero pará, mo me saldrás después que quedaste embarazada al toque. ¿No?
-Relax -tratando de calmarme-, ya entré en la menospausia. Mimame.
Así lo hice, puse un disco de grandes éxitos de Raphael, 2 copones con Rama Caída, y unos trocitos de mortadela cañón para picotear hasta que se termine la charla y arranquemos con la sesión amatoria. Encendió las velitas con su fuego natural y empezamo con un franeleo controlado hasta llegar al climax de la exitación, con los ojos llenos de amor, nos cogimos. después del cuarto orgasmo celestial, se durmió en mis brazos. Pasamos la noche sin despegarnos, las otras chicas ya se habían retirado, e Inga se fué a su cucha. Me sentía en el limbo, en el mismísimo amanecer del amor verdadero.
Se despertó como un ángel en mitad del paraíso. De pronto, se transfiguró, me miró como si hubiese visto a Belsebú. Saltó de la cama.
-No, no puedo, me cortás las alas, quiero seguir volando -me dijo-. Siempre el mismo manipulador.
Y, se fué ella también.
La concha de la lora, estoy meado por las dragonas. No entendía un soto, si yo estaba tranqui, solo, entraron de prepo en mi vida, y de prepo se fueron. Tamadre.
-Ingaaaaaaa -grité para que despertara-.
-¿Qué te pasa, loco de mierda? -preguntó, mientras se lamía las lagañas-.
Preparé el desayuno para los dos, le fuí contando paso a paso todo lo sucedido con los ojos llenos de lágrimas. Condoliéndose de mi estado, se sentó en mi falda, y una cosa trajo la otra... Cepillo. Hasta que me acordé que en su otra vida era Henerik y se me bajó el líbido de un plumazo.
-¿Qué te pase, che? -preguntó-.
-Sos un guacho, guacha -respondí-.
-En mi otra vida, pelandrún -siguió-. Y paso a explicarte, en Noruega, éramos los mismos, pero distintos, alternadamente, vida tras vida, fuimos alternando como nene, nena y, viceversa. Hoy por hoy, vos nene de vuelta y a mí me tocó ser nena y como tal siento y vivo como nena, lo tengo totalmente asumido y me gusta, no tengo que seguir ningún tipo de protocolo si quisiera empomarme un macho, me lanzo, y pican. Los varones son calentones por naturaleza, y con tal de sacudir el juguete, poco les importa si les gusta o no la fémina del momento mientras les den bola. A las pruebas me remito, te cogiste 7 dragonas, y vos, dragón no sos.
Planteado de esa manera, uno entiende. Seguimos cepillando un rato más mientras acomodaba mi cabeza. Nos fumamos un pucho que ella encendió con su aliento, pegamos un sandwich de milanesa y una Andes origen, y después de la siesta, ella en su cucha, yo en mi cama, nos sentamos en el jardín a charlar un rato.
-¿Qué tal tu reunión de chicas, anoche? -comencé-
-Re linda -me dijo-, hacía siglos que no las veía, literal. Son un cago de risa. Me enteré de cada cosa, al gordo Olaf se le dió por adelgazar y se quizo poner un cinturón gástrico, obvio que en aquella época no existía tal cosa y perdió una gamba porque los médicos no sabían por dónde arrancar, así que le serrucharon el dedo meñique de la pata, y a medida que se le iba engangrenando lo seguían cortando de a pedazos hasta llegar al estómago, también se lo sercenaron, al poco tiempo, murió, se cayó del barco en el que iban a conquistar Groenlandia por no saber manejar bien la pata de palo, y en el aire se lo morfó una orca.
-Contame un poco el tema del sorteo para estar conmigo -le dije-. El por qué, todas me decían: Siempre el mismo.
-El tema es que dejaste el tendal en aquella vida -comenzó-, no dejabas títere con cabeza, y como eras medio cagón, nunca te uniste a ninguna cruzada conquistadora. Así que las chicas se la pasaban solas 10 de los 12 meses del año y vos eras la única opción de sacarse el gusto. A todas les jurabas amor eterno, pero salías de la casa de una y vovías a jurarle amor eterno a la moradora de la casa del lado y así sucesivamente por toda la aldea. Hasta que un día te emboscaron para lincharte, y te condenaron a una maratón sexual de la que no pudiste salir vivo, tu cuerpo lo echaron al mar, no se supo más de vos. Se comenta que te lastró la misma orca que terminó con Olaf tiempo después. Como era costumbre de aquellos años, la mascota del condenado, en este caso yo, corría con la misma suerte y me tiraron al mar atado a vos.
-Ah, o sea que estas dragonas ¿Son la reencarnación de aquellas minas?  -pregunté-
-Cerca -respondió-.
-¿Cerca? -le consulté sorprendido-
-Son la reencarnación de los maridos -contestó-, todo el mundo sabía de tus cualidades de semental, y ellos, tanto tiempo metidos en un barco juntos y sin mujeres cerca, bueno, la carne tira, y se empezaron a tirar entre ellos. Al enterarse de vos y de mí, se pusieron chochos, me usaron de nexo para llegar a vos y aprovechando su nuevo género, quisieron sacarse el gusto. Pero vos, siempre el mismo, narcisista, manipulador emocional, insensible, sexópata, egoísta, desprolijo, no hay vida que te cambie.
Al cabo de un momento de reflexión sobre lo que parecía ser una constante en mi accionar, le pedí a Inga me acompañara a la vereda, una vez cruzado el umbral de la puerta, le pegué una patada en el culo y la eché de casa, que a los gritos en vuelo razante a Venus seguía a los gritos: Siempre el mismo culiaooooo...
Mientras retomé la limpieza de casa, encontré la tarjeta de Luciano, lo llamé, charlamos un rato, cero rencores entre ambos. Volvió, en el recuentro, un abrazo sostenido, lleno de emoción, sintiendo por primera vez el calor de... ¿Sus tetas como melones?
-¡Luciano! -exclamé-
-Luciana -dijo inmediatamente- Yo también tuve algunas reencarnaciones. Pero sí, soy nena. Sólo tengo la voz ronca porque una de mis vidas la pasé en Cuba me hice adicta a los puros Cohiba, Llegué a fumarme hasta 14 por día, eso y mi sexo me acompañan hasta hoy.
-¿Te puedo hacer un body painting? -le pregunté-
-¿Para? -preguntó-
-Después de cogerte te cuento -dije mientras buscaba la brocha y la pintura indeleble-
-Siempre el mismo -dijo con una sonrisa-, artista... Partime en dos, papucho.

domingo, 28 de noviembre de 2021

UNA TARDE EN LA PLAZA

 Tratando de llegar a lo más profundo de mis pensamientos me dí cuenta, con desazón, que los mismos no alcanzaban la profundidad necesaria para ser brillantes y sólo se ubicaban en una pequeña porción de mi corteza cerebral, tan superficial que estaban prácticamente flotando en el éter sin pena ni gloria, e inmediatamente me dí cuenta que filosofar nunca sería lo mío y, por ende, no tenía un pájaro en mano ni mucho menos cien volando en el horizonte como para deleitarme viéndolos surcar en libertad el horizonte lejano. Así que supuse que lo mejor era darme un tiempo, digamos que en calidad de protozoo, hasta que la madre naturaleza se dignara a darme al menos un pequeñísimo toque de gracia para emprender el resto de mi vida de alguna manera digna a sabiendas de que el hilo de mi carretel, ya prácticamente cuenta apenas con unos centímetros antes que la señora de blanco venga por mí para hacerme el amor en la eternidad.
Barajando posibilidades de ambientación a fin de despejar mi mente con el objetivo de vislumbrar, acaso, la inspiración necesaria que me lleve a encontrar la punta de ese dichoso hilo que me acomodase en el principio de mi evolución antes del último adiós, pensé en sentarme frente al mar, absorber toda su energía en constante movimiento, embeberme de ella, y salir como un bólido en pos de la superación plena y sostenida. He ahí mi primer traspié, siendo Córdoba una ciudad mediterránea a más de mil putos kilómetros del mar y yo con el tanque vacío y los bolsillos con telarañas, la idea de sentarme en la playa viendo el ir y venir de las olas quedó anclada en sí misma... Sucundúm, sucundúm. De pronto me sentí como encerrado entre paredes de silencios donde ni mi respiración podía ocupar un espacio. Me planteé entonces, pego un grito desgarrador que voltee los sordos muros y escapo cual gacela perseguida por una leona hambrienta, o me masturbo para que el grito surja de mis entrañas en un orgasmo de desmedidas proporciones como el volcán que puso en órbita a Kracatoa al Este del paraíso, o directamente hago la lógica y abro la puerta para salir silbando a paso lento... Ok, después de limpiar un poco el sillón y con un papel de cocina secarme los fluidos derramados en las manos y el vientre, salte por la ventana y eché a correr a grito pelado.
Corrí algunas cuadras hasta que me dí cuenta que era al pedo hacerlo, ya que nadie me corría y mis pulmones respondían menos que una exnovia que te clavó el visto en Whasapp cuando le reclamabas por tus pantuflas, bajé el ritmo y después de caminar un par de horas llegué hasta una plaza de un barrio que ni siquiera sabía cuál era; me senté en uno de sus bancos a la sombra de un jacarandá florecido a pleno a ver como la vida pasaba delante de mí en slow motion. Chicos jugando a la pelota, señoras chusmeando mientras tomaban unos mates, un par de viejos disputando una partida de damas en otro banco y, un perro de mierda que aprovechó mi distracción introspectiva para mearme la zapatilla; este último detalle me puso en marcha, ya que me hizo saber que debía estar atento, presto al cambio y decretar mi superación; sólo debía encontrar mis puntos fuertes y determinar como resolver mis errores, conocerlos. En ese momento se acercaron a mí los pibes que estaban jugando al futbol a preguntarme si era válido o no el gol que uno de los equipos había marcado; estaba tan abstraído en mi mismo que alcancé a decirles: Para mí, fue lícito.
Mierda, mientras el equipo goleador salió festejando, el otro me inundó a puteadas, de hecho, ni había visto la jugada. Se me acercó una señora muy atractiva con un caniche a upa para decirme que fuí injusto en mi fallo. La miré con cierta lujuria (no puedo separarme de mi instinto básico) y suficiencia para decirle: ¿Qué podés saber de futbol? Sos nena.
Alcanzó para que después de un, machirulo del orto, me informara que era la mamá del arquero de la valla eventualmente vencida... El gordito, el dueño de la pelota y, que si no cambiaba mi punto de vista en referencia a la jugada, iba a retirar a su hijo de la cancha, lo que implicaba que el esférico se fuera con ella y a la bosta el sano esparcimiento del resto de los chicos, que a falta de balón, seguro se empezarían a drogar y a salir como jauría a robar celulares mientras apedreaban a los autos estacionados alrededor del predio... Bajé un poco decibeles en la proyección de los posibles hechos, teniendo en cuenta que el mayor tenía alrededor de 7 años y sus madres eran las señoras que mateaban sacándole el cuero a la madre del gordito. Me dirigí hacia los pibes para comunicarles que tras haber estudiado minuciosamente la jugada, el gol estaba viciado de nulidad y por respeto al honor deportivo y al fair play debía dar mi voto no positivo e invalidarlo, de no ser así, el partido debía darse por suspendido por razones ajenas al ámbito deportivo. Creo que lo entendieron apesar de los piedrazos que me tiraron los nuevos damnificados. Continuaron con el match.
Volví al banco donde estaba Magda (la mamá del guardameta), saqué la etiqueta de Parisiennes y el encendedor del bolsillo de mi camisa, la miré, le invité uno, me dió las gracias y me informó que no fumaba negros. Sacó de su cartera unos Virginia Slim, se lo puso entre sus labios recargados de Bótox, y sin mirarme, esperó que se lo encendiera. No hubo un gracias, sólo una enorme pitada que exhaló suavemente sobre mi rostro; daba la sensación de que estaba al lado de una mujer que lo sabía todo y que yo, absolutamente nada; lejos de mi meta inicial emprendí a profundizar con ella y no con mis pensamientos.
-La de ruleros con el batón de florcitas fucsias es la Clotilde, mamá de Victor que es el más alto de los chicos -me dijo mientras cruzaba las piernas a lo Sharon Stones-.
La verdad es que me importaba muy poco quién era quién, mi atención se la habían llevado sus piernas, aunque por caballerosidad le respondí con un: ¡Ah!
-Esa vieja de mierda me puso en la lengua de todas las otras minas del barrio -prosiguió-. Así que cuando los pibes se juntan para jugar acá en la plaza, vienen todas a cuerearme.
-Mocaso, qué bajeza -dije-.
-Naaa, está bien, me lo curtí al marido una mañana que ella fue a la feria a comprar verdurita para el puchero del mediodía -me contó-.
Silencio entre ambos con murmullo de fondo.
-Resulta que el Nicasio, cónyuge de esa infeliz -prosiguió-, es un buen tipo y ella una bruja. Me daba una pena, y yo que no puedo contra mi espíritu solidario quise darle un pequeño oasis en su desierto de sinsabores con esa frígida. Lo mismo me pasó con la pareja de la Raquel, el Yony; de la Loly, el Eusebio; de la Eugenia, el Nicasio; de la Ramona, el Benjamín; de la Estercita, el Gordo Cifuentes; de la Mariela, el Lautaro, y de la Antonela, la Juana.
Por un momento pensé en el sacrificio de la pobre Magda para aplacar la falta de cariño de toda esa gente presas de la desatención de sus parejas, después mi pensamiento rotó a la conclusión que sin el menor cargo de conciencia se había cepillado medio barrio; voltee mi face hacia ella y mirándola fijo a sus ojos enmarcados por un delineado bastante agresivo y unas pestañas postizas de casi 3 centímetros, le pregunté: ¿Y tu marido está de acuerdo con ese comportamiento desinteresado de tu parte?
-Naaaa, está tan preocupado en ganarle a don Cosme a las damas cada día, que se la pasa estudiando jugadas todo el día para después venir a la plaza para jugar con él toda la tarde -comenzó a contarme-. Esos 2 viejos que están ahí, son Renato, mi marido, el de la gorrita escocesa y Crocs, y el otro, don Cosme.
-Pero esos señores tienen como 90 años cada uno -sorprendido le acoté-.
-Don Cosme 87 y Renato 89 y medio -dijo-.
-¿Y qué hacés con un veterano así a tu lado? Perdón, al menos... ¿Tiene mucha plata? -pregunté avergonzado-.
- Naaaa, es un seco, la que está forrada en guita soy yo -me aclaró-. Yo era la enfermera cama adentro de la señora Gertrudis, una vieja de alta gama que la levantaba en pala con el contrabando de uñas postizas para muñecas Barbie.
-¿Tenías un cuartito permanente para vos? -seguí preguntando-.
-Dormía dentro de la cama con Gertru... La atendía bien. Ella tenía 61 -continuó-, y un buen día mientras paseaba al Leandro, su caniche histérico (señalando con el dedo al que tenía a upa), se acercó Renato y en una bolsita puso la caca del perrito y se la metió en el bolsillo de su saco marrón de lana de llama. Ese acto la obnubiló y, se lo llevó con ella a la casa para instalarlo definitivamente y de paso levantara también la caca que depositaba Leandro en su jardín de jueves a martes, ya que los miércoles su jardinero se hacía cargo de ese menester. Después de algunos meses ya me sentía un poco incómoda de dormir los 3 en la misma cama. Me llevé mis cosas y sí, me acomodé en el cuartito de servicio.
-Claro, es razonable -comenté-.
-Con el correr de los días mis labores en la casa se fueron incrementando -me contaba con un tono cada vez más alto-, ya no bastaba con bañarla a Gertru y limarle los cayos, sino que también tenía que cambiarle los pañales a Renato. Un embole, sus erecciones no me dejaban pegar los adhesivos para ajustar bien el pañal, así que tenía que darle un mangueraso en los testículos para bajarle la calentura; aunque a veces se me iba un poco la mano y tenía que salir corriendo a buscar hielo para calmarle el dolor y la inflamación.
No entendía muy bien como ella de ser una asistente de enfermería concubina devenida a doméstica podía tener la moneda que decía tener, y de ser así, por qué carajos seguía con el vetusto a cuestas.
No necesité preguntarle nada, ya que a continuación comenzó a relatarme su historia:
-Hace unos años yo estaba juntada con el Eduardo, alias “el Cicatriz”, alias “Liquidito”, alias “Al segundo no llego”, alias, bueno, tenía algunos más que no vienen al caso, Lisandrito (el arquerito) era bebé y en la villa donde vivíamos al Edu se la habían jurado porque el estúpido un día volvió doblado de borracho, se equivocó de casilla y, en lugar de hacer la noche conmigo lo hizo con la Yéssica que era la hija del gitano Dumitrescu, y por equivocación también se llevó el Rolex del gitano en vez del suyo, que de hecho ni siquiera tenía un reloj ni sabía leer la hora.
El caso fue que tanto a Magda como a Eduardo, los piojos se los llevaban en andas, la casilla era baleada a menudo, y no tenían de dónde sacar un centavo para comer, ni devolver; se instalaron unos días bajo el puente 15 y ahí decidieron hacer el golpe: Raptar a una copetuda para pedir rescate.
La víctima en cuestión fue Gertrudis, así que después de identificar la presa comenzaron a seguir cada uno de sus movimientos, de su casa al depósito de pestañas, de ahí a pilates, de pilates a la casa de alguna amiga y devuelta a su casa. Al correr de los días ya tenían cronometrada su rutina. El problema era que bajo el puente 15 se hacía un poco complicado retenerla sin que nadie se diera cuenta en un corto lapso, ya que era uno de los pasos rumbo al Kempes y los días de partido se pone muy transitado, así que decidieron raptarla en su propia casa, que por demás era mucho más cómoda que la vera del río, sin contar que tenía la heladera llena, muy llena.
La esperaron a que volviera a su morada y mientras abría el portón automático la abordaron y se metieron con ella en la casa a punta de destornillador, inmediatamente redujeron al hamster guardián con un pedazo de zanahoria y al caniche de una patada, le hicieron desconectar la alarma y, mientras Eduardo se echó en la cama super king size frente al tele 75 pulgadas 8k a ver el partido de Belgrano con Agropecuario con una Andes origen que sacó de la nevera, Magda se encargó de atar y amordazar a Gertru, quién no opuso resistencia. Después del partido y con la víctima inmovilizada, la pareja se sentó a definir el rescate a pedir; coincidieron que 10.000 pesos, 2 cajas de fernet Branca y, un set de Pupa make up más 2 tablets con el Poker Star, Netflix y Amazon Prime Video instalados era más que suficiente para después de liberarla e instalarse en el extranjero (Uganda, Edu tenía parientes allá) con una nueva identidad. El detalle a saber, que ellos no sabían, era que la señora de la casa no disponía de familiares cercanos que se hicieran cargo del rescate y ella no pensaba darles un mango de sus reservas, cosa que puso de muy mal humor a Eduardo que se puso en frente de la señora y con su dedo índice apuntando al cielo, le dijo: “Esto no va a quedar así, te voy a torturar hasta que largués un mango”. Acto seguido comenzó a cantar el Abecedario de L-Gante, pero más desentonado. Gertru se puso a zapatear de la desesperación auditiva y se desmayó, Magda entró en ataque de pánico.
-La mataste, pelotudo -le gritó-.
Se acercó al cuerpo inmóvil, le enfrentó un espejito a las fosas nasales y, empañado, zafaron. Lo que no quitó que Magda se recontra enculara con Edu, para dejar de dirigirle la palabra y asistir a Gertrudis, quién ante las atenciones que recibía de la improvisada enfermera comenzó a despertarse algo cachonda, lo que disimuló para que no se cortara el momento de éxtasis sanitario. El síndrome de Estocolmo se había presentado muy prematuramente... No llevaba ni un día de secuestrada, pero era de suponer que su vida venía un tanto solitaria desde que su octava enviudes la había golpeado 15 días atrás.
Con el correr de los días, Eduardo entre la borrachera casi permanente y, enganchado prácticamente las 24 horas con partidos de cualquier deporte, había puesto de muy mal humor a Magda y por extensión a Gertrudis que ya no podían ver Rolando Rivas por Volver, independientemente de que estaban hartas de limpiar la mugre que Edu dejaba a cada paso. Las chicas ya gozaban de su insipiente relación secuestradora secuestrada y jugaban cada una su rol con mucho cariño; a Magda ya no le importaba el rescate ni a Gertru que la rescataran para enfocarse directamente en deshacerse del haragán. Cosa que no les resultó tan difícil, lo mandaron a comprar puchos una mañana y cuando salió, no volvieron a abrir la puerta de la casa, no sin antes darle su paradero al gitano Dumitrescu que se hizo cargo del resto de la operación con una emboscada a la salida del kiosco. Lo extraditaron a Bolivia para usarlo de mula en el contrabando de coca (zero en lata). Aparentemente, los gitanos se habían hecho un festín con él, así que podía transportar alrededor de 12 latitas de 354 ml entre el recto y el colon descendente.
Gertrudis se había encariñado con Lisandrito, que era un pibe muy tranqui y mientras hubiera pan y dulce de leche, literálmente no se lo escuchaba.
La vida era color de rosas para los tres, Magda atendía a Gertru, Gertru se dejaba, y Lisandrito comía.
Años después y felices de la familia que habían conformado, una tarde llegó un paquete de mercado Libre con una pelota para el pibe, Gertrudis pensó que con ese regalo ayudaría a que el nene conociera a otros chicos y practicara un poco de deporte, al margen de salir los 3 a tomar un poco de aire de tanto en tanto. A partir de ahí, todo hizo un giro de ciento ochenta grados, Magda necesitaba un poco más que los juguetes de Gertru para su satisfacción personal y aprovechando que las chusmas del barrio estaban en la plaza, que Gertrudis ya tenía quién le levantara la cacona de Leandro y, Lisandrito un grupete de amiguitos para jugar a la pelota, ella se dedicó a la asistencia de los oprimidos sexuales del barrio.
Todo se fue al carajo cuando el Gordo Cifuentes, marido de la Estercita, que era muy devoto, se confesó después de una misa con el padre Roberto, de lo cual no tendría que haber habido problemas por aquello del secreto de confesión, pero el clérigo en cuestión también tenía sus secretos sin confesar y en una noche de exceso de mistela confesando a domicilio a la Ramona, se le escapó el desliz del Gordo y a partir de ahí se desparramó la noticia por todo el barrio. El resto de los cónyuges pecadores, le contaron a sus parejas sus respectivas historias con la Magda antes que el cura de mierda los delatara.  De más está decir que la capilla dió a quiebra por la falta en masa de feligreces y ahora el ex padre Roberto se gana la vida vendiendo nubes de azúcar en la misma plaza y después de las 22 hs, mistela pritteado con osti-chori.
Con el tiempo, el cuento llegó a oídos de Gertru que inmediatamente echó a Magda, quién, como estaba en negro, le hizo un juicio laboral que la dejó en la ruina. La depresión ganó a Gertrudis que poco a poco fue minando su salud mental para terminar vendiendo estampitas de san Espedito con la cara de la Pepa Brizuela en la entrada de la Sala del Rey.
Ya sabía el por qué la cuereban, lo de Eduardo, su relación con Gertrudis y, de dónde provenía la fortuna que tenía. Lo que todavía no me quedaba muy claro era lo de su convivencia con Renato al cual mantenía porque no había razón aparente que lo ligase a él.
-Sencillo -me explicó-, Leandro caga como un condenado, y el vieji se encarga de levantar toda esa mierda en la plaza y de jueves a martes en casa. Los miércoles viene el jardinero. Apenas se muera ese perrito del demonio lo interno al Renato en algún asilo low coast y, parto para Bolivia a rescatarlo y repatriarlo al Eduardo, para que me dé una alegría de vez en cuando teniendo en cuenta que las parejas de las chusmas no se animan ni a cruzarse conmigo por el cagazo de que los desalojen de sus lechos conyugales. Y el Edu, mientras no esté borracho, es un torito y, mientras está durmiendo la mona del pedo, veo Rolando Rivas sin que me rompa los ovarios.
Terminó de decir eso, y se acercó el malón de pendejos.
-¿Qué pasó? -les pregunté- ¿Otro gol dudoso para dictaminar su validez o no?
-Naaaaaaaaaaaaa -manifestaron al unísono-.
Y de entre el pendejerío apareció un petiso melenudito con la pelota en su mano y se la dió a Magda.
-Acá tiene la pelota, señora, se la puede llevar -dijo el chiquilín mientras se la depositaba en la falda-.
-Mirá que me la llevo y se acaba el partido -expresó ella entre sorprendida y encendida fuego-.
-Sí, ya sabemos -replicó el pibe-. Y acá lo tiene al Lisandro, que nos tiene los huevos al plato con las amenazas que si le hacemos un gol se llevaba la pedorra pelota y nos dejaba en bolas; aparte el Jorgito hizo una pelota de trapo con todas las medias de seda y bombachas que usted se olvidaba en nuestras casas cada vez que se cepillaba a alguno de nuestros padres.
Lisandrito lloraba, Magda bufaba, yo como en misa y...
-Gané!!! Te gané, viejo de mierda. Ahora llevátela a esa bruja -gritó eufórico Renato en el mismísimo rostro de don Cosme, que como todo un caballero felicitó al vencedor-.
Don Cosme tomó el celular, hizo una llamada y, en 5 minutos llegaron 2 Falcon Futura del ´68 derrochando óxido y engangrenando a quién lo rozara, del que bajó el gitano Dumitrescu con cuatro gorilas más que casualmente, era el nieto de don Cosme, y se llevaron a Magdalena y Lisandrito.
Acto seguido, los dos viejitos se sentaron una a cada lado de mí.
-Cosme y yo somos primos hermanos -comenzó Renato-. En su momento le conte mi relación con Gertrudis y de su asistente que me llenaba a gomasos los huevos y me servía el mate cocido sin azúcar. Cuando se la mostré a Cosme en una foto, la reconoció.
-Después que mi nieto se lo llevó al Eduardo y le pegaron el cagadón que le pegaron, el tipo confesó que su incursión nocturna a lo de mi nieto había sido todo planificado por su pareja, la Magda -prosiguió el relato don Cosme mientras se armaba un porro-. La intención de ella era que Edu choreara la dote de la Yéssica que estaba a punto de casarse, pero el boludo estaba tan dado vuelta de fernet y la Yessi creyó que era un stripper mandado por sus amigas para la despedida de soltera. Así que los dos se enfiestaron desenfrenadamente.
-¿Y qué le van a hacer? -pregunté-
-Teniendo en cuenta sus habilidades de enfermera -respondió don Cosme- y  María, mi mujer, matriarca de la tribu Dumitrescu, tiene desde hace años hongos en los pies y en el culo de tanto estar sentada leyendo las líneas de la mano y tirando las cartas, se nos ocurrió que podíamos aprovecharla para que se los rasquetee a diario, así escarmienta esta malparida. Al Lisandrito entretanto,  lo ponemos a dieta un poco y lo ponemos a hacer un curso acelerado de malabares, porque al Rocco le agarró hepatitis y por un tiempo no hay quien lo cubra en el semáforo de Zípoli y Octavio Pinto.
-Yo mientras tanto -siguió Renato-, voy demoliendo la casa para hacer en el predio limpio una carpa premium para instalar a la familia; en el corazón de Argüello, seremos los gitanos más cool de Córdoba y, en la carpa dónde vivimos en Yofre Norte, habilitamos un salón de fiestas temático la Yessica se encargará de ponerle el glamour necesario, ella sabe, es fan de “Sex and the city”, nunca se perdió un capítulo. No está de más tener otra unidad de negocios, la compra-venta de autos usados sin papeles no está pasando por un buen momento.
Mierda, pensaba, tanto y tan poco de un plumazo.
Me fuí alejando de la plaza dónde todo era festejo, camino a mi hogar, pateando piedritas y meditando profundamente lo acontecido en líneas generales; mi cabeza se abría como la boca del flaco “Fontana de Trevi” (porque permanentemente estaba algún líquido -etílico- transitando por sus fauces) cuando se hace un fondo blanco con un tetra de tinto.
Llegué a casa dónde los sordos muros ya eran un recital de  reflexiones a viva voz sobre toda las experiencias de vida con las que me había nutrido en un lapso tan corto, lo que me llevó a madurar prematuramente (apenas tengo 60) para llegar a la conclusión de cual era la forma correcta de dirimir mi futuro de una manera adulta, consciente y ordenada. Definitivamente la solución siempre estuvo en mi, al alcance de mi mano... Mañana juego al Quini, y todo resuelto.


lunes, 22 de noviembre de 2021

ZARTÁN... PIRRI

 Era chico, no se, habría tenido 40 añitos apenas, cuando papi entró a mi cuarto y me dijo: “Preparate Pirri que nos vamos de safari al África. Me lo gané en la rifa del Centro de Jubilados de barrio Las Margaritas; así que decile a mami que te ayude con el valija, y mañana partimos los tres derecho a Nairobi”.
“¡Grande, Pá!” -le dije, totalmente emocionado-.
Fuimos de Córdoba a Ezeiza en el Renault Dauphine ´64 de papá, 18 horas de viaje sin escalas (a papi no le gustaba hacer paradas que nos demoraran), cuando llegamos dejamos el auto en el estacionamiento del aeropuerto, y corrimos... al baño, casi perdemos el vuelo porque no podíamos parar de hacer pis; nos esperaron, check in, abordaje al boing 747 de Panam, carreteo y ya estábamos a 11.000 metros del piso. Antes cruzar los límites de nuestra plataforma marina, papi ya se había tomado unas 12 botellitas de whisky, y mami 3 blister de Lexotanil. Cruzamos el Atlántico con los dos desnucados y babeantes, mientras yo jugaba con las azafatas al doctor; estas chicas están realmente muy preparadas para hacer amenos estos viajes tan largos a los niños.
A la altura de Nairobi, creo, el avión comenzó a moverse de forma rara y a descender. Pensé que estábamos por aterrizar, pero no, papi y mami me agarraron del brazo, y con la ayuda de la tripulación me subieron a uno de esos botes autoinflables con paracaídas de salvataje, abrieron la escotilla de la nave, y mientras me empujaba al vacío, papi me dijo: “Salvate vos, hijo. Es el único paracaídas que hay. Te amamos”.
Y allá fuí sin entender bien porqué mis papis en lugar de despedirse entre llantos, tenían como una sonrisa liberadora en sus rostros. “Pá, má, los extrañaré”, les grite en caída programada a sabiendas que estaban dando su vida por la mía.
Aterricé en mitad de la selva, solo y lleno de temor, miré al cielo y ví como el avión en el que veníamos hizo un giro de 360 grado y pudo tomar altura de nuevo. Quizá el comandante de a bordo prefirió estrellarse en el desierto para no destruir el ecosistema tropical. Qué considerado.
Minutos después de tocar tierra firme y apenas recuperado del shock emocinal me lancé a explorar mi nuevo hábitat hasta que pudiera alguien rescatarme; tome la mochila de supervivencia que había en el bote, saqué un machete y empecé a abrirme paso entre el yuyerió. A poco más de 4 horas la noche fué ganando el paisaje, subí a un árbol gigante y armé en su copa mi tiendita de campaña. Los nuevos ruidos y la angustia me mantenían despierto, hasta que extenuado, me dormí.
El trinar de las aves, el aire fresco y renovador, el bramido suave de las hojas y la caricia que sentía entre las piernas, me indicaban el nacimiento del día... ¿La caricia? Ups. Abrí mis ojitos y una chimpancé me tocaba mientras me miraba con mucha ternura. A la merda, que pánico, no sea cosa que confunda mis cositas con frutillas y se las coma de postre. Aunque no parecía muy salvaje y aparte tenía muy buena mano. Dejé que terminara (no daba para interrumpirla) y le dije respirando un tanto agitado: “Hola, soy el Flaco Pirri. ¿Vos?”. Ah, que tarado soy, es un mono,  los monos no hablan.
Sacó un papel y una birome de entre los pelos, y escribió con una perfecta caligrafía: “Soy Chota, tataratataratatara nieta de Chita (una estrella primate de la época dorada de Hollywood). No puedo hablar pero aprendí a escribir y entiendo 4 idiomas sin problemas, aparte de los chillidos insoportables que normalmente hacemos los simios.”
Y así fuimos comunicándonos. Me presentó algunos amigos muy copados, un elefante, un par de cebras, un cocodrilo, en fin, un barrón; Chota era muy popular y la única traductora oficial de la selva. Poco a poco comencé a entender las formas de comunicarse de las distintas especies, aprendí a transportarme con lianas de árbol a árbol, se nadar bien, desarrollé un físico muy atlético y empecé a usar tapa rabo para exhibirme en mi plenitud, y tenía el machete, cosa que me ayudó bastante para que me proclamaran rey de la selva (después de destronar al león de un machetazo).
Mi primer decreto fué proclamar la poligamia para el rey, a Chota no le gustó ni un poco, pero ella seguiría siendo la primera dama en los actos oficiales. Segundo, las marchas en mi contra, sobre todo de las panteras, bastante quilomberas por cierto, eran anti constitucionales y debían ser reprimidas sin piedad por la guardia infantería compuesta por cocodrilos en su mayoría; los pájaros no debían empezar a cantar hasta las 11 de la mañana para no perturbar mi sueño real; en todos los cumpleaños de la selva, el único autorizado a apagar las velitas y pedir los deseos debía ser yo, caso contrario se confiscarían las tortas; en fin, estas eran algunas de las medidas impuestas a los súbditos de mi reino, más otras que se me iban ocurriendo en el camino.
Un buen día, mi central de inteligencia (compuesta por perezosos -como siempre estaban dormidos y colgados de los árboles, nadie sospechaba de ellos) detectó una expedición en mi selva. Fuí a investigar y me encontré que entre el grupo de expedicionarios había una mujer, medio veterana, teñida de rubia, con las carnes un poco flojas, pero mujer al fin. Chota, en verano y con la pelambrera que tenía, largaba un olorazo, y el resto del harem, igual. Así que mandé mis agentes (elefantes ninja) a que la raptaran y la trajeran a mis aposentos. Una vez frente a mí, le dije: “Soy Zartán, ex Flaco Pirri, rey de todo este ecosistema, y vos, mujer, sereis mi esclava sexual, asi que desde ahora te llamaré la Yolanda, cortesana real. Y si no te gusta, le pido a los mosquitos que te fusilen.”
La mujercita me miro, vió el entorno, y agarró viaje al toque. “Vení, papurro te vua’enseñar lo que es una esclavitud sexual -me dijo-.” E inmediatamente sacó de la cartera látigos, esposas, piolas con bolitas, cachiporras, vendas para los ojos, fustitas, etc.
Que lo parió, venía más preparada que Usain Bolt para los 100 metros. Al más puro estilo Grey, me agarró a cintazos, me mordía, me cacheteaba las nalgas sin piedad, me hacía cosquillas en los sobacos con una fresadora... Y encima, se reía con total impunidad.
Con el tiempo ella fué tomando posesión de todo, me tenía a un metro del piso, y me salía una fortuna en beauty en el spa de las jirafas.
Una noche mientras hacíamos cucharita con Chota, le pregunté que corno podía hacer con la bruja de la Yolanda. Me miró por sobre el hombro, sacó su papel y su birome, y me escribió: “La desterremos. Por 5 melones bajas calorías, tres amigos de la barra brava del Sportivo Hipopotamus Anoréxicos Futbol Club de la Sabana, la limpian de la faz de la selva y la mandan a la Siberia de una”.
Me pareció bastante buena la idea, en el tesoro nacional teníamos melones a lo pavote, y veníamos al día con el FMI (Fondo Melones Interselvas).
Todo programado, la esperaron a la salida del super, le pegaron un cocazo en la cabeza y se la llevaron en la más absoluta reserva para que nunca más supiéramos de ella. Liberados de la Yolanda, la vida era otra, mi reino volvió a ser mi reino. Chota me dijo que me dejara de joder con el harem porque ella se había quedado con la cartera de la Yoli y con todos sus juguetes sadomasoquistas para usarlos conmigo. Le dí bola, siempre estuvo incondicional a mi lado, aparte de ser una amante increíble.
Chuzmeando la cartera, encontré una foto de mis papis veraneando con ella (la Yolanda) en playas del río Suquía a la altura de la isla de los Patos. Pedí a mi guardia real trajeran un pelo de la desaparecida para hacerle el ADN correspondiente. Tamadre, los resultaron fueron nefastos para mí... Cotejado con mi propio ADN, dió que la Yolanda era mi hermana adoptada. Mi equipo de búfalos científico son extraordinarios. Después que pá y má se deshicieron de mí, adoptaron a esta cuarentona del demonio que ocupó mi cuarto al que seguramente lo pintaron de rosa.
Los chicos del Sportivo Hipopotamus Anoréxicos Futbol Club de la Sabana, fueron a hacerle el mismo trabajito a mis viejos, que se banquen los tres entre ellos. La única macana es que me cobraron una fortuna y ahora estoy preocupado por ver como refinanciar la deuda con el FMI para no entrar en default.

Es inútil, no se puede vivir tranquilo ni siendo rey. Tendré que poner en funcionamiento la maquinita de hacer melones... La inflación nos va a llevar a cococho. Joder.



sábado, 16 de octubre de 2021

En la memoria...


 

AUTOBIOGRAFÍA ANACRÓNICA NO AUTORIZADA DEL FLACO PIRRI - 1º sesión – GÉNESIS


Desde que tengo memoria la memoria me falla, quizá por distraído, quizá porque me importa un bledo recordar las cosas que me pasan, o simplemente esa porción de cerebro especializada en la retención de recuerdos, está ausente de mi limitado cerebro.
He tenido mejores amigos de un día, pues al día siguiente ni siquiera sabía quienes eran, ni el por qué me abrazaban al verme; mujeres que me puteaban en la calle reclamándome por haberlas abandonado y por cuotas alimentarias adeudadas cuando sencillamente no tenía presente haber pasado un minuto con ellas. Y dentro de mis vagos recuerdos, recuerdo que tuve una serie de sesiones de hipnosis regresiva donde traté de indagar junto con el terapeuta algunas aristas de mi vida que medianamente hilaran un poco de lo que fue mi andar el día anterior al menos.
Pude saber que tengo un nombre estándar y no el que me autoasignaba a diario por no recordar el correcto, mi edad, la última vez que me había bañado, el lugar donde dejé el auto hace 7 años y que tampoco recordaba que tenía uno, el amor que me dejó por amor sin amarme, dónde quedaron mis pantuflas conejito; recordé que fumaba, aunque eso nunca dejé de hacerlo sin saber por qué fumaba, que la culpa de todo lo que soy no la tiene mi madre y, un montón de otras pelotudeses irrelevantes que hacían a la historia de un yo. Caramba. Para retener mi primera sesión y las sucesivas inauguré una especie de diario, una bitácora de recuerdos vacíos a la mañana siguiente, pero registrados por mi puño y letra, que aunque al día posterior no sabía siquiera que era mi letra, el sólo hecho de tenerlo en mi poder me daba la confianza suficiente como para creer todo lo que en él estaba escrito.
A medida que avanzaba en mi terapia, mi historia era un sin fin de cabos sueltos sin ton ni son, pero sumamente agitada y llena de bemoles, más, como todo el mundo, tuve un principio, la génesis de mi vida, un nacimiento en un día de julio a la hora del vermouth vespertino, cuando casi sin querer, nací; en el marco de una huelga de nurserys, por lo cual, mis primeras atenciones posparto me las hizo gente de mantenimiento de la clínica. Mi primer bañito me lo hizo la señora de la limpieza con una hidrolavadora y citronela; el que se encargó de mis reflejos fue el electricista con un tester y una batería (una especie de picana) de 12 volt y bajo amperaje en mis rodillitas, coditos y talones; la aspiración de mi naricita y boquita la llevó a cabo el plomero con una sopapa y soda cáustica; la presión y signos vitales fue trabajo para el ascensorista y, mi primera mantita fue una mañanita que cedió gentilmente una anciana que estaba en el pasillo llorando por la pérdida de su marido a causa de un atracón con mortadela en mal estado; hasta el cuida autos (un naranjita) de la puerta colaboró en mis primeras horas haciéndome probar mi primer cigarro en lugar de un chupete para estimular mi succión antes de mi primera teta. Independientemente de todo el entorno, hicieron un gran trabajo, me devolvieron a mi mamá en perfecto estado, después entró papá a conocerme y como, según él, era descendiente de espartanos y a falta de Parnaso, me tiró por la ventana. Ocurrente el viejo. Decí que estábamos en planta baja, porque por ahí hasta hubiera aprendido a volar. Para mi suerte, justo pasaba un cartonero que me recojió y me acomodó en lo que sería a partir de ese momento, mi Bebesit y practi-cuna-cochecito (un changuito del Disco lleno de cartones y algún que otro sandwich a medio comer. Deliciosos).
Después que mi Pá adoptivo terminó con su trabajo, me llevó a conocer lo que sería mi hogar y a mi Má no biológica.
Me sorprendió gratamente el barrio residencial en el que viviríamos felices los tres, un estilo muy progre y pintoresco con casitas de chapa con puertas de tela (evidentemente el sistema de seguridad privada de la zona era muy efectivo), calles y veredas de tierra, montañitas de botellas de plástico como placitas para los infantes y, se vé que llegué en un místico día festivo porque había cada tanto grupos de muchachos brindando con tetras de vino, encendiendo una clase de sahumerios envueltos en papel con una fragancia muy enteramente penetrante y sumamente estimulante.
Mami parece que era decoradora de interiores posmodernista, ya que las paredes estaban empapeladas con tapas de revistas porno y calendarios de gomerías, lo que despertó en mí una atracción especial por el arte que pude plasmar desde temprana edad y con modelo vivo, ya que las amigas de mami venían a menudo a casa y como yo era como la mascotita de ellas, se prestaban a posar para mí antes que llegaran sus novios (que dicho sea de paso, los cambiaban cada vez que venían) y se encerraban en el cuartito del fondo, el rojo con luces rojas, para charlar un par de horitas. Mami me decía que no los molestara porque era una especie de taller literario el que desarrollaban. Y a juzgar por lo que se oía tras la cortina, también lo dramatizaban. Emocionaba tanto compromiso.
Mami trabajaba fuera, pero cada tanto, hacía home office y me mandaba a jugar porque casi siempre venía con dos o tres supervisores con los que trabajaba a full, salían re transpirados y con la cara desencajada; demasiado estrés tantas horas frente a compu, pobre Má. Papi en tanto seguía con su trabajo, algo así como un vigilante nocturno que recolectaba televisores, estereos, ruedas de auxilio y un montón de otras cosas que la gente perdía en las calles y que él después cuando venía un señor grandote de traje, que era su jefe, se llevaba para devolverlos y le daba a papi una platita por su noble tarea. Que orgullo.
Independientemente de sus tareas diarias, Pá y Má guardaban en lugares secos y oscuros para su mejor conservación (Papi había hecho alacenas por todos lados, en los zócalos, detrás de los placares y modulares, y hasta debajo del piso) de paquetes de harina prensada, parece que trabajaban ayudando a hogares de día y merenderos porque cada tanto venían unos policías a buscarlos para llevarlos por unos días (a veces meses) con ellos a hacer pan con toda la harina que tenían en stock. Qué ejemplo de altruísmo. Entonces era que quedaba a cargo de Brenda y, fue ahí donde conocí a “mi” Brenda, una muñeca inflable made in Taiwan que Papi había cambiado por uno de sus paquetes de harina cuando Mami se había ausentado unos meses a un hogar de mujeres solas llamado el Buen Pastor, donde hacía tareas de acompañamiento terapéutico de incógnito para no incomodar a las otras reclusas (así las llamaban).
Mi tiempo con Brenda fue aumentando más y más porque Papi y Mami se ausentaban cada vez con mayor frecuencia, porque no cabían dudas que sus tareas sociales aumentaban y los policías no podían prescindir de ellos. Eran realmente imprescindibles. Y como sucede a menudo, el niño se enamora de su niñera y, en nuestro caso, y viceversa. Poco a poco, Brenda, pasó de ser una gran ayuda para mis Papis, a ser la mujer de mi vida; hasta que cumplí mis 8 años y una mañana de otoño, nos fugamos y, al mejor estilo Melody fair, con “Teach Your Children” de los Crosby, Stills, Nash & Young de fondo, emprendimos viaje vías arriba donde el sol nos guiara, allá donde la luna nos cobijara.
Por ahora Brenda sólo emite sonidos guturales, pero a medida que nos conozcamos más, la relación se afiance y, se dé cuenta de mi amor verdadero, ya se largará y nos charlaremos todo…

SINCERAMENTE

 Sinceramente te extraño,
como una canción,
que por llegar más lejos,
se alejó de su melodía,
y que en un mar de palabras,
no pudo volver a la orilla.
Mujercita de pies prolijos,
de caderas elegantes,
que lleva la primavera,
caminando tras sus pasos,
y ese pasar por la mañana,
que invita a sentirte vivo.
Y en nombre de todos los besos,
a corazón abierto te he besado,
y en el largo de tu cuello,
fuí hilvanando el deseo,
de tenerte para siempre,
aunque sólo llegué a tus hombros.
La vida seguirá tocando puertas,
buscando encontrarte descalza,
tras de alguna de ellas,
con tu sonrisa llena de perlas,
y el perfume de un café,
intenso como aquello que fue.
Sinceramente te extraño,
sin perder el sentido de los sentidos,
bajo la sombra mansa,
de un naranjo al atardecer,
cuando los azahares cierran los ojos,
y yo empiezo a cerrar los míos.

jueves, 14 de octubre de 2021

AUTOBIOGRAFÍA ANACRÓNICA NO AUTORIZADA DEL FLACO PIRRI - 2º sesión - DEBUTEMOS...


Con mi cuaderno de notas de vida ya inaugurado, llegué a la segunda sesión de hipnosis de regresión y después de unos segundos que el terapeuta comenzó a pendular su reloj de bolsillo frente a mí, en trance total, otro de mis recuerdos muertos fluyó.
Hace un tiempo pensaba en lo que fué mi primera vez, en el baño de una whiskería de mala muerte en calle La Rioja a manos de Anita, de la cual tengo el más cálido recuerdo ya que tuvo que llevar adelante mi iniciación como una maestra de kinder en el primer día de clases por mi inexperiencia y mi desesperación por tocarlo todo, ya que teniendo en cuenta que mis calenturas de pendejo me las pegaba con Supergirl en las ediciones aniversario de Superman de los años ’70, tener en frente el cuerpo desnudo de una mujer era mucho más fuerte y tentador que tener el cuerpo en impreso en dos dimensiones de una guasa con pollerita roja venida de Kripton. Ésto, me hizo analizar profundamente lo que era la primera vez en 1940/50, dónde los purretes, de saco, corbata, zapatos de charol y una flor en la solapa, eran llevados por sus papás a debutar a alguna casa de citas respetables de la época, no sin antes ser despedidos y bendecidos por sus mamás desde el umbral de sus casas mientras con el dedo ensalivado le acomadaban las mechas que no habían sido alcanzadas por la gomina y, con lágrimas en los ojos porque se iba un nene y vovería un hombre.
¡Caramba, que tiempos aquellos! Tan prolijamente protocolar la magna experiencia de ascención al mundo adulto.
Aunque, caramba los croquiñoles. ¿Por qué no? De golpe se me iluminó el balero, podría ser la oportunidad de mi vida, un negocio donde llevaría mi impronta al extremo, un lugar lleno de glamour, refinamiento, digno de la alta sociedad cordobesa que hoy sus pequeños aspirantes a adultos deben andar a las escondidas recorriendo las esquinas más oscuras en busca de una buena oferta express, para terminar en un albergue bizarro de las inmediaciones, compartiendo burdos orgasmos con la picazón que les provocan las picaduras de las pulgas, habitantes originarios de los deshilachados colchones y sábanas que defienden del gigante su terrunio a pesar de las persecuciones de las desalmadas rociadas de flit por parte de los de servicio de limpieza de habitación de los hoteluchos.
En mi cabeza se esbozaban miles de  bocetos de lo que sería un espacio cuidado y ameno en el cual padres con sus hijos, madres con sus hijas, padres con sus hijas, madres con sus hijos (bueno, etc.), donde los progenitores pudieran disfrutar de un buen trago y deliciosos bocaditos mientras sus vástagos irían dejando de ser adolescentes sin efectos colaterales físicos, ni psíquicos.
UN LUPANAR!!! Un espectacular prostíbulo de alta gama. A mi imagen y semejanza, único.
Comencé por buscar el lugar apropiado, algo cerca del palacio Ferreyra, de estilo neoclasicista, con aires de grandeza que reflejan las construcciones estilo Luis XVI, combinando elementos barrocos inspirados en el modelo de l’Ecole de Beaux Arts de París. Ni más ni menos que una delicatessen arquitectónica.
Teniendo en cuenta la fortuna que cuestan los alquileres de la zona, tuve que ir alejándome poco a poco de las manzanas virtuosas de Nueva Córdoba para ir al encuentro de un lugar más accesible, hasta que llegué a una casita muy pintoresca un par de kilómetros más allá de Ciudad de los Cuartetos. Hubo que hacerle un par de arreglitos (paredes, techos, baños, cañerías, instalaciones eléctricas, fachada, etc.), pero como tenía en mi cabeza un modelo de excelencia en particular, estaba dentro de lo previsto. La restauración empezó a tomar forma desde la entrada donde coloqué dos columnas al estilo de la Casita de Tucumán (como para darle un toque nacionalista), alfombra roja, living, barra, y cortinas de tafeta de colores varios para dividir los ambientes (las aberturas están carísimas), catres de 2 plazas y media, veladores y luces de techo envueltas en papel celofán, sistema de sonido ambiental de última generación (Winco portatil), TV por cable (14” de tubo colgados del techo por cables), y un montón de exentricidades más.
Una vez concluídas las tareas de remodelación convoqué a un casting para el personal, previo estudio minucioso de el CV de cada uno y entrevista personal.
Primera entrevista, Ivonne.
-Buenas tardes, Ivonne. Cuénteme un poquito de usted y el por qué piensa que es apta para ingresar en nuestra empresa. –Le dije sentado tras mi escritorio de chapadur lustrado.-
-Buenas tardes... ¿Señor? –preguntó muy educada.-
-Pirri, Flaco Pirri. Pero puede llamarme Flaco Pirri a secas. –Respondí.-
-Bien, señor Flaco Pirri, tengo 62 años, 43 de experiencia de manera independiente, 120-90-90, tengo un post grado en curar el empacho (muy importante para alguna emergencia médica que se presente) y sexo podológico es mi especialidad (masajeaba los pies con Multi-O). –fue su presentación.-
-Contratada, el sábado a las 20 horas la espero, Ivonne. –le comenté mientras encendía un Particulares 30.-
A continuación, entró Ximena.
-Buenas tardes –la saludé y comencé-. Leyendo su currículum, muy interesante por cierto veo que tiene 53 años, sin experiencia en este tipo de lugares lo cual no es excluyente, 60/60/98, experta en silbar boleros mientras practica el sexo oral (estaba totalmente desdentada, lo cual era una ventaja). Impresionante.
-Si me acepta, en cuanto me pague el primer sueldo me hago la postiza. –me aseguró-.
-No, por favor, no es necesario. No vaya a ser cosa que pierda parte de sus habilidades. Así como está, está perfecta. Contratada. –la tranquilicé-.
Siguió Ramona, una señora muy pituca de 71 años, con 6 meses y 8 días de experiencia en estos menesteres, 50/48/46, idonea en la caminata de espaldas en una especie de masaje tailandés, mejor dicho, coscoíno, porque era oriunda de la Capital nacional del folclore y al ser tan flaquita no hay riesgo en desbarrancar ninguna espalda sensible. Prueba superada, parte del equipo, también.
Entró luego Joel. Un argelino ex mantero vendedor de relojes de plástico bañados en oro (pintados de dorado en realidad) de 35 años, morenazo ébano y brilloso, 10 años de experiencia como estríper de alto vuelo a la gorra en la plaza de Alta Córdoba depués de las 3 de la mañana, 24x1,3 cm de atributo, experto en strip-tease bailando break dance disfrazado de Piñón Fijo y haciendo el hula hula con su miembro, con un record de 12 aros girando por 4 horas corridas. Adentro también.
Mi plantel se iba armando de lo más variado y para todos los gustos. Mis espectativas crecían minuto a minuto.
Llegó el turno de la Yolanda, una canosa natural de 84 años. La entrevista fue algo desprolija, ya que de movida no se acordaba cuantos años de experiencia a causa del Alzheimer que la llevaba a cococho. Travesti elegantemente vestida de batón celeste y pantuflas conejito, especialista en orgasmos múltiples mientras saca los piojitos púbicos con la comisura de los labios, del resto del acto, se olvidó como era hace tiempo. Contratada, no tenía ningun motivo para discriminarla y aparte, me daría cierto respeto social por fomentar la política de integración en el negocio. A mi modo de ver las cosas, un golazo.
Cuando logré despertarla a la Yolanda al cabo de 2 horas (se durmió mientras la entrevistaba), se presentó Zamantha: 47 años, 132/85/132, dedicada al método de amor francés, imprescindible para captar clientes internacionales.
Por último vino Doña Raquel, 21 años, 90/60/90, rubia platino, piel de porcelana sutilmente rosada, uñas esculpidas, 1,70 mts, modelo de pasarela de ropa interior hot, 5 estrellas en los mejores book nacionales, currículum impecable y prestigiosas referencias. Perfecta para hacerse cargo de la limpieza del local.
Con el personal completo y la mancebía en condiciones óptimas, abrí las puertas al público exclusivo que fué convocado mediante invitaciones seleccionadas del Whatsapp de la lista de difusión de un kiosko de Villa El Libertador, que me pasó mi amigo el Cacho después de robarle el celular al kiosquero; la prensa también fue tenida en cuenta enviando convites pertinentes a todas las revistas barriales de la zona (2).
Noche de apertura, un par de horas antes ya estaba todo listo para recibir a la clientela; los tablones con cavalletes vestidos con manteles de plástico estampados de primera calidad, platitos descartables con mortadela cañón y queso reelavorado cortados en daditos con quinotos atravesados por escarbadientes adornados con moñitos de hilo perlé rojo, jarras con sangría y con ginebra con coca y, alfajorcitos de Maizena, entre otras delicias. Joel fue el encargado de la recepción ataviado especialmente para magno evento con una gorra de capitán y un slip elefantito de trompa finita y larga con un pomponcito escarlata en la punta. La gente entraba encantada, maravillada por la decoración, la iluminación, los posters de Christian Castro en colaless y de Juana Judith Bustos Ahuite (La Tigresa del Oriente) de tigresa, obvio.
Cuando la concurrencia estaba a pleno subí a la pequeña tarima que había montado en el salón principal y, micrófono en mano, para dar por inaugurado oficialmente mi hermoso prostíbulo:
-¡Buenas noches gente linda! Perdonen las lágrimas de mis ojos, pero estoy totalmente emocionado de recibirlos en mi humilde casa de citas destinada a la iniciación sexual de los jóvenes, y también un escape del estrés diario para los adultos. –comencé mi presentación-. Ponemos en disposición de ustedes las mejores comodidades, personal idóneo con conocimientos de psicopedagogía para que cada una de las sesiones de los iniciados sean una experiencia gratificante y contenedora. Así mismo, disponemos de los más altos estándares de seguridad, salidas de emergencia por las ventanas de la cocina perfectamente señalizadas; 14 sifones de soda de agua mineral para algún eventual foco de incendio; y 2 picanas adaptadas a modo de electroshock por si algún cliente padece de un paro cardíaco o no logra la erección deseada, sin contar la cajita con el agua oxigenada y las curitas que están en el baño principal sobre la mochila del inodoro. Sin más queda oficialmente inaugurada “La Maison del Flaco Pirri”. Mientras disfrutan de los manjares preparados para agasajarlos, los dejo en compañía de la soprano Mecha Peñaloza que gentilmente nos regalará parte de su repertorio.
Gracias. Bon Appetite. Y que empiece la fiesta.
Y en menos de un pestañeo se abalanzaron como un malón sobre la mesaza, algunos hasta con Tupper listos para llenar, sin darle ni media bola a la pobre Mechita, quizá porque era sordomuda y no todo el mundo conoce en profundidad el lenguaje de señas. Igual, la piba le puso una garra, y sus tonos más altos (señalaba para el techo con el dedito) eran realmente maravillosos.
Ivonne se encargó de repartir los turnos de acuerdo a la necesidad de cada clientes, en tanto Ramona los iba guiando hasta las habitaciones y, Doña Raquel pasaba el lampazo y acomodaba un poco el desmadre. Impecable.
Mientras le cobraba a cada uno por sus 46 minutos de placer, el alcohol comenzó a actuar entre la concurrencia, hubo algunos encontronazos, un mínimo pogo improvisado. Dos señoras que se agarraron de las mechas porque se enteraron in situ que ambas estaban casadas con el mismo tipo (el José), que cuando vió el kilombo manoteo una jarra de sangría y salió mutis por el foro (la ventana de la cocina). Lejos de ser un contratiempo, mi mente empresarial puso primera y con la piola que sostenía el alero de la entrada y cuatro sillas, armé una paqueta cachita de bochas para que las contendientes pudieran de una manera más civilizada resolver cual de las dos se quedaría con el amor del José, si dieran con su paradero después de su sigiloso escape. A fin de organizar un poco la cosa y ganarme unos mango con las apuestas, no me pareció mala idea hacer una noche de bochas para dirimir irreconciliables rencores entre algunos vecinos, con partidos programados (singles y por equipos) a medida que se liberaban los turnos de las terapias sexuales, y cobrarles unos mangos la inscripción para cada match, con una oferta 2x1 para quienes llegaran a la final en modalidad mixta. Éxito descomunal, no paraba de facturar. Mientras tanto, Mecha, dejó la ópera de lado y se despachó con una selección de temas de “Paquita la del barrio”. Una genia.
Todo, absolutamente todo caminaba sobre ruedas, la caja desbordaba de plata, los baldes de ginebra con coca se vendían como leche a la mañana y, Zamantha por recomendación mía encendió unas brazas debajo del elástico de la cama donde debía atender Yolanda mientras presa de un brote de Alzheimer no sabíamos donde se había ido en ese momento; choripaneada a pleno y precios módicos, pero sin chimi; tampoco podía preverlo todo.
En minutos mi lupanar VIP se había transformado en un verdadero multirrubro y muy remunerativo, si hasta en un momento de la noche también pensé en anexar una carpa grande en el patio con una pantalla exhibiendo en bucle películas de la Coca Sarli y una mesita llena de pañales para adultos, para onanistas mayores de 82 años con problemas de incontinencia. Pero no, ya era demasiado para improvisarlo en el momento, había que preparar la logística adecuada, así que lo mejor sería incorporar el servicio la semana siguiente con todo perfectamente adecuado.
Recorriendo los salones para limar algunos detallitos que siempre hay, me tropiezo con algo que me hizo caer de bruces, al incorporarme para identificar con qué me había trastabillado; menuda sorpresa me llevé al ver que el desnivel del piso no era desnivel sino el voluminoso cuerpo sin vida y con alrededor de trecientos tenedorasos prolijamente distribuidos por toda la panza y el cogote de don Robertino, un veterano inmigrante ex integrante de la Camorra napolitana, expulsado y exiliado por el padrino del grupo por hacer la pizza con cuartirolo en lugar de muzzarela de búfala, el era el cocinero de “la familia”, y al llegar acá puso un delivery de comida china.
Subí a la tarima, le pedí a Mecha que dejara de cantar un momento y, me dirigí a la concurrencia:
-Estimado público. ¡Silencio por favor! Silencio.
Ni bola, tuve que levantar la voz:
-¡CAIENSÉ IA, CHE! ¡QUÉ ESTO ES SERIO!
Ni bola, again.
Saqué del bolsillo interior de mi saco de percal verde esperanza una 9 mm que se había olvidado un policia sobre la mesa de luz de mi casa, una vez que me la allanaron porque la vieja podrida de doña Alcira me había denunciado por venta ilegal de loritas australianas. Por suerte los agentes llegaron después que unos gatos se las habían comido. Asi que, limpio.
Ok, ok. Esto estuvo de más. El caso es que pegué un tiro al techo, lluvia de cielo raso, silencia absoluto. Pude llamar su atención y me dirigí al gentío para anunciarles la mala nueva:
-Maver, la estábamos pasando de película.
¿En serio? ¿Es joda? Y con un tenedor. Una salvajada. ¿Quién fue el desubicado? Que levante la mano el autor del hecho y, acá no ha pasado nada. Pero para que escarmiente y piense lo que hizo, se pierde el descuento por el oral con silvido incluído de Ximena.
Lo justo, es justo.

Nadie, absolutamente nadie levantó la mano. Miserables, por no perderse el descuento. Mierda, tenía que encontrar al culpable de otra manera. Lo mejor sería ofrecer una recompenza lo suficientemente tentadora como para que se motivaran con la búsqueda. Fui hasta la compu a hacer el cartelito correspondiente para después hacer varias impresiones y pegarlas por todas las paredes de la casa, como para que nadie se quede sin leerlo. El cual versaba:
SE OFRECE UNA RECOMPENZA DE 12 NÚMEROS A ELECCIÓN DEL SORTEO INAUGURACIÓN QUE CONSTA DE UNA MUÑECA INFLABLE Y 2 FUSTITAS ESTILO 50 SOMBRAS, A QUIENES DEN ALGÚN TIPO DE INFORMACIÓN PRECISA DEL ASESINO.

De pronto, a la mierda las iniciaciones sexuales, los partidos de bochas, la choripaneda… Todos se transformaron en Sherlock Holmes de cabotaje. Todos sospechando de todos, atando cabos al pedo porque ninguno había visto nada.
Se me acercó un grupo de coreanos con una bolsa con la cabeza de un chino adentro queriéndome convencer que ese era el asesino, reclamándome el premio y, para colmo, doble porque lo habían ajusticiado. Los miré fijo a sus ojitos razgados y les dije:
-Éste, no pudo haber sido. Los chinos comen con palitos.

Los invité gentilmente a retirarse con la consigna que si tenían problemas con los chinos, que los resuelvan en el super. Emboladazos pegaron media vuelta y se retiraron a las puteadas, bah creo, hablaban en coreano.
El desmadre se generalizaba, la búsqueda de pistas se tornaba ya insoportable; hasta dos señoras en sillas de ruedas me pidieron la recompenza culpándome a mí del ilícito, pero como se habían colado al evento, le pedí a Joel que las sacara a los patadones.
Supuse que era mi responsabilidad como propietario poner un poquitín de orden, ya lo habían pisoteado tanto al occiso buscando al culpable, que los tenedorasos parecían cucharadasos. Les pedí que hicieran un círculo alrededor del pobre don Robertino, marqué con una tiza su silueta, encinté el área del crimen a fin de que no siguieran pisoteandos las pruebas del delito, y le pedí a doña Raquel que trasladara el cuerpo al porche para no perjudicar la final del partido de bochas; me trasladé a mi oficina (eventualmente el baño del salon principal hasta poder construirme una como corresponde) y, comencé el interrogatorio. Como verdaderamente ya estaba hasta los huevos con el temita, decidí hacer pasar a los interrogatorios de a cuatro en cuatro, a uno lo sentaba frente al reflector, y a los tres restantes les ponía a su disposición todos los elementos de tortura correspondientes para que le sacaran una confesión precisa y como en ninguno de los grupos había quien gentilmente se ofreciera a ser el interpelado, el que sacara la carta más baja del mazo ocuparía la silla. Menuda fue mi sorpresa al ver que los que habían ganado el derecho a torturar de cada uno de los grupos, les pegaban una cagada sádica e infernal al que suponía tendría que declarar. Era imposible de esta manera, ya tenía una decena de cadáveres y lesionados de gravedad en el porche y doña Raquel amenazó con renunciar si no la dejaba de joder pidiéndole que los trasladara. Tenía razón, entonces para bajarle desibeles la mandé a cambiar las sábanas de la habitación donde estaba atendiendo Ivonne. El masaje erótico podológico con Multi-o era estimulador, pero muy mugriento, no muchos tuvieron la delicadeza de lavarse las patas antes del tratamiento.
Volví al salon principal, dispuse una reunión con el personal, y les dí la orden de que buscaran entre la concurrencia el que a su entender diera el mejor perfil de perejil para culparlo y cerrar el caso. Volvieron hora y media después con un pibe de 25 años que había ido al lugar sin sus padres, por ende dedujimos que era huérfano y no contaba con familiares cercanos; le pegamos una pequeña cagada, le llenamos los bolsillos de tenedores, lo aderezamos con kepchup para darle el toque sangriento, le inyectamos una sobredosis de botox en la lengua para que no pudiera decir nada, y llamamos a la policia para entregarlo, al forense para que se lleve a don Robertino, y al servicio de recolección de restos verdes para que levante el resto de los cuerpos del jardín que arruinaban la bella vista de los malvones recién florecidos.
Solucionado el temita, cada uno volvió a sus tareas y con tanta suerte, que unos pibes de una estación de servicio a 5 cuadras trajeron de vuelta a la Yolanda caminando desnuda por mitad de la calle buscando su habitación devenida en ese momento en cocina choripanera. Lo que me llenó de ternura es que no sabía ni quién era ella, pero se acordaba de mi nombre, dato que tomaron los chicos de la estación para regresarla; en agradecimiento les regalé un choripán a cada uno y un free pass para la carpa onanista. Se fueron chochos.
La noche acababa y el éxodo de la clientela se hizo presente hasta no quedar ninguno, junté en jarras los restos de sangría que habían quedado en cada vaso, abrí unas latas de picadillo y algunos paquetes de galletas de agua, para sentarnos a cenar y hacer un pequeño brindis; todos estábamos cagados de hambre, ninguno habíamos probado bocado con el ajetreo, aparte, una de las reglas era no comer en horas de trabajo (los chorizos y panes sobrantes los guardé en el freezer para seguir con la venta la noche siguiente).
En líneas generales la velada había sido un éxito que se reflejaba en el rostro de todos nosotros, menos en el de Yolanda que tubo otro brote y volvió a desaparecer; ya nos la regresará quién la encuetre, seguía desnuda. Analizando en toda la garra que le habían puesto cubriendo todos los frentes pensé que sería todo un detalle premiarlos de alguna manera para que siguieran motivados con el trabajo, así fue que a cada uno de ellos le obsequié una sesión especial y con todos los chiches, y al azar con cada uno ellos mismos; eso sí, 3 horas antes de abrir o 2 hs después de cerrar para no resentir la atención y acondicionamiento de “La Maison del Flaco Pirri”. Quedaron encantados, me lo re agradecieron. Como ya no había más restos de sangría en ningún vaso, tuve que abrir una botella de sidra para el último brindis antes de irnos a dormir, sólo les desconté el setenta por ciento del costo y el treinta restante lo absorvió la empresa, tampoco quería que pensaran que era un avaro. Y cada chancho a su rancho.
Semana tras semana nuestra popularidad crecía gracias al boca a boca y anuncios que poníamos en revistas barriales, tanto como para hacer regularmente estudios de mercado que concistían en enviar alguno de los chicos del staff a los piringundines cercanos para ver los ofrecimientos y precios, cuestión de mejorar los nuestros e incorporar alguna oferta que se me hubiera pasado. Ya no teníamos competencia. Me había convertido en el puto rey del negocio. Tanto fue nuestro crecimiento que los demás tugurios comenzaron a cerrar sus puertas dejando un montón de empleados en la calle, los cuales se apersonaban en nuestro puerta currículum en mano para tratar de formar parte de mi staff. Tomamos algunos que daba alternativas a lo que ofrecíamos:
El “Mencho”, ex camionero, master en sadomasoquismo pero con bielas y llaves inglesas. Adentro.
“Alexandra”, contorsionista, especialista en descontracturas mientras algunas de las posiciones más complicadas del Kamasutra. Contratada.
Y “Eustaquio”, sin ningún tipo de habilidades aparentes, primero porque no trajo CV escrito, y aparte, no se le entendía un soto de lo que decía, sin contar del rostro que lo tenía realmente deformado. Pero pensé que a muchos clientes las relaciones en silencio y un toque morbo era lo que buscaban. Listo, con él cerré la tanda de incorporaciones.
Después de un primer mes a pura ganancia y gente haciendo fila para entrar hasta llegada la madrugada, algunas cosas extrañas comenzaron a suceder. Clientes asiduos que de pronto nunca más los vimos, la sangría que cada vez se hacía más intomable, los choripanes con gusto raro provocando diarreas inmediatas; y en el orden interno, Ramona aumentó 18 kilos, algo que complicó sus caminatas por las espaldas ya que generaba luxaciones y vértebras desplazadas; a Joel fue aclarándose su piel a lo Michael Jackson y su trajecito de Piñon Fijo para los show mutó a uno de Barney, con lo cual su rutina de los 12 aros dejó de ser posible de realizar; a Ivonne le desapareció el centímetro para curar el empacho y, el Multi-O que era parte de sus sesiones comenzó a dar un efecto más bien cáustico, con lo cual varios dedos de sus cliente fueron reducidos literalmente a muñoncitos; Ximena despertó una mañana con implantes dentales de gran porte y muy afilados, razón por la cual tuvimos más de una vez con el miembro de alguno al de Urgencias para que se lo reinjertaran, independientemente de la devolución del dinero porque la Xime ya no podía silbar el bolero de cada sesión.
La situación se estaba tornando desesperante, la cosas no iban ni para atrás ni para adelante, de hecho, sólo iban para atrás. Sospechaba firmemente en la chance de que una mano negra boicoteaba mi negocio de forma deliverada, así que lo primero que hice fue buscar algún movimiento inusual en las cámaras de seguridad dispuestas por todo los rincones la casa. Lamentablemente, al ser la primera inversión que hice y por aquella época estaba corto de fondos, las cámaras eran un accesorio de decoración, de juguete de una barata de Ferniplast para el día del niño. Joder, nunca me acordé de cambiarlas por unas verdaderas. Al personal tampoco podía joderlos mucho porque estaban padeciendo junto conmigo cada desgracia, y al fin y al cabo con el perfil laboral que contaban, no calificaba ni para subcidios. Supuse que lo más razonable era organizar una reunión para ver si entre todos podíamos revertir la situación.
Al dirigirme a ellos traté de minimizar un poco la situación para no alterarnos y pudiéramos resolver el misterio de manera pensante y tranquila:
-Bueno, chicos, como estarán percibiendo, TODO ESTO SE VÁ AL CARAJO. VENIMOS EN CAÍDA LIBRE, ESTOY DESESPERADO. MIERDA, YA NO SE QUE HACER…

Ups, se ma había ido un poco la mano con el relato, y proseguí tratando de controlarme un poco. Ni cerca, no podía dejar de llorar y putear. Doña Raquel, siempre atenta, me alcanzó una ginebra con coca y, mientras me sobaba los genitales, logró bajar un poco mi angustia para poder seguir:
-Como ustedes ya habrán precibido -con voz más pausada-, se han producido una serie de eventos desafortunados que estan atentando en el normal desenvolvimiento de nuestro decente lupanar, lo cual nos está llevando a una importante merma en la recaudación diaria. Para decirlo en otras palabras, se está yendo todo al carajo, y de no poder resover causas que nos empujan a ese triste final.
-Tranqui No sea tan dramático, jefe. Todo tiene solución. -A fin de tranquilizar un poco acotó Ximena excibiendo una sonrisa blanco Ala de dentadura recién implantada-.
-Gracias, Xime. Pero viene dura la mano. -Le dije-.
-Yo creo, señor Flaco Pirri, que hemos sido víctimas de pruebas extraterrestres  y en este momento estamos en la nave madre de un contingente de investigación interestelar, con la misión de estudiar las reacciones humanas en circunstancias extremas antes de colonizar nuestra planeta. Tengo miedo. -dijo Joel mientras seguía con sus ejercicios de estiramiento de pene para que éste pudiera emerger unos centímetros de su traje de Barney tratando de volver al la normalidad de su acto estrella-.
-No deja de ser una posibilidad, aunque creo que este no es el caso por ahora. -le contesté, aunque, me dejó picando la duda también-.
Ivonne sólo lloraba mientras tejía unos cuadraditos de colores para donar a Cáritas en la próxima campaña de la frazada.
Ramona, ya con su nuevo look “María Martha Serra Lima”, culpó de todo a los alimentos transgénicos que, según ella, mienten en la cantidad de calorías por porción. No se entendió muy bien su argumento, pero lo cierto es que su aporte no dejaba de ser válido en función al aumento desmedido de peso que venía padeciendo. Por las dudas, también lo anoté como posible causa de nuestro derrumbe.
Ivonne, se calmó un poco después de embucharse un Lexotanil, se secó las lágrimas y entre balbuseando y babeando por el anti depresivo, soltó:
-Pará mí es un trabajo esotérico de alta escuela, magia negra hecha a la media noche con luna llena en alguna tumba olvidada del cementerio San Vicente para darle más potencia a la maldición. Y si fuese así, tengo a la persona indicada para liberarnos de esa mierda y volver a crecer. Ña Roxy, mi tía, ex concuvina de mi tío Roque.
Ella supo dejar impotente a mi tío Roque con 2 patitas de cabra, la lágrima de una avispa y el semen de una pulga virgen, cuando le dio la cana que la engañaba con su mejor amiga, la Porota, a la que con un tecito de pezuñas de camello sin joroba le hizo pudrir las prótesis que tenía en las tetas.
-No creo que venga por ese lado, Ivonne. Pero gracias por tu aporte. –le dije, pero por las dudas agendé el whasapp de Ña Roxy, para ver si puede hacer que mi ex me deje de romper las bolas con el tema de la división de bienes post divorcio-.
Mientras pasaba el lampazo por debajo de la mesa del comedor,  a la distancia, con esa vocecita angelical que Dios le dio, Doña Raquel pidió la palabra y dio su humilde opinión a la reunión:
-Para mí, don Pirri, todo este quilombo viene derivado de un sabotage perfectamente planificado y con un infiltrado que de hecho, ha sabido ganar la confianza de cada uno de nosotros. No cabe dudas que de la forma que creció “La maison del Flaco Pirri” llevando a la quiebra a más de un boliche sexual de mala muerte y otros de más categoría, puso a más de uno con los huevos al plato, o los ovarios a la taza. Deberíamos armar una serie de señuelos para darle la cana a ese hijo de puta y saber quién lo mandó.
-Creo que por ahí viene la cosa. Bien jugado Doña Raquel. –dije, totalmente de acuerdo con ella. Inmediatamente la ascendí por su razonamiento dándole la limpieza de mi baño en suite más 7 minutos extras para que se fume un pucho después de cenar (los insentivos laborales siempre ayudan a mejorar la producción de los trabajadores más comprometidos).
Después de agradeserme, siguió con el lampazo.
Dado que ya era muy tarde, les pedí que fueran a descansar para a la mañana comenzáramos a proyectar el contraataque para encontrar al “topo”.
-Fue hermoso el sermón, Padre. Aleluya, aleluya. Diezmemos y comulguemos rápido por favor, porque está por empezar el último capítulo de Rolando Rivas, y no quisiera perdeme ni los títulos. –Pidió a viva vos Yolanda en plena laguna de Alzheimer y todavía desnuda. Así que le puse un criollo en la boca, la bendije, y le pedí se retirara en paz a su cuarto-.
 Mientras todos dormían, yo Daba vueltas y vueltas, no pude pegar un ojo pensando el como, la forma más correcta de armar la trampa, levanté de la cama para ir a la cocina a hacerme un “sanguchito” de salchichón primavera con un vasito de ginebra buscando un cacho de claridad mental; ahí estaba doña Raquel durmiendo al lado de la heladera con su baby doll de encaje blanco que dejaba ver las impresionantes bondades de su monumental físico, me acerqué sigilosamente, estiré suavemente mi mano sobre su pecho izquierdo y, tomé la colchita que estaba tras de ella y la tapé. Estaba fresco y si se resfriaba no había quién tomara su lugar para limpiar los trastos del desayuno. Al darme vuelta para prepararme mi break, sentí en el silencio inmaculado su dulce vos:
-Ah, pero este guaso es un pelotudo.
Seguro estaba soñando con su ex. Siguió refunfuñando y puteando como masticando bronca. Tomé mi bandejita y me fui al living, no quise invadir su sueño.
-Y encima se va. Dios. ¡QUÉ PELOTUDO, PERO QUÉ PELOTUDO! –gritó-.
Le cerré la puerta, seguro antes de despertarse se reconcilia con el pibe.
Me sente en el sillón de pana roja (muy sexy), puse mis pies sobre la mesa ratona, encendí la lámpara de  pie envuelta en celufán turquesay, lápiz y papel en mano hice la lista de todos, incluyendo mi nombre, para hacer un primer descarte de sospechosos.
De entrada borré mi nombre, de movida, no tenía ninguna razón para sospechar de mí; a Joel tambié lo borré, con toda la enjundia que le ponía a los ejercicios para estirar su pene, no le quedaba un ápice de energía para salir a hacer maldades a la noche; Yolanda y su Alzheimer, descartada; la pobre Ramona estaba ya estaba tan gorda que su depresión la acercaba más a un guiso de lentejas que a una fechoría…
Mierda mierda mierda, no podía sospechar de ninguno, hasta el momento de la debacle todos eran excelentes empleados y me manifestaban a diario su agradecimiento por el cálido hambiente laboral que habíamos creado.
De los tres nuevos, bueno, los conocía muy poco. Podría haber sido cualquiera de ellos. El sol asomaba, hice un bollo con la lista y junto con el lápiz los tiré a la basura.
Un tanto desmoralizado me dispuse a plantar los cebos para las o la rata traicionera, puse en cada rincón de la casa y de manera aleatoria, jarras de sangría, chorizos, pomitos de Multi-O, etc.; les conseguí trajes de ninja a mis fieles empleados para que se mimeticen con las sombras y diagramé turnos de vigilancia de 2 horas cada uno. Era el momento de pescar al maldito o maldita. Previo a la pesquiza hicimos el juramento de compromiso con la causa.
Levantanté mi mano izquierda empuñando la una Biblia (en realidad era un Kamasutra, estábamos en un prostíbulo, no daba para tener una Biblia entre tanta lujuria), y a la pregunta de:
-¿Jurais a la vista de estos procases evangelios sexuales comprometeros a dar la vida hasta encontrar al hijo de puta?
Respondieron al unísono… Nada, mudos todos, cagones de mierda.
Retomé:
-¿Jurais no dormiros cuando les toque el turno de vuestras vigilias a cambio de entradas para Peko’s?
-¿Pueden ser 2 por vigilante? –preguntó Ivonne-.
-Sí, sí, lo que quieran. –Respondí-.
-¡Sí, juramos! –ahora si al unísono-.
Pasaron una decena de días sin novedad, algo que también generaba un gasto y la no ganacia, tanto porque debía cambiar cada 48 hs los chorizo (poquito de vinagre y al freezer para la reventa), la sangría que por las cascaritas de naranja y limón se pudría sola y, el no poder abrir el negocio por una supuesta desinfección que no terminaría hasta que encontremos al saboteador.
Pero llegó la noche esperada, sonó el botón antipánico (un silbato amarillo –había de otros colores también- de cotillón) provisto a cada vigilante, en plena guardia de Ximena, que en teoría involuntariamente alertó al malechor por culpa de los destellos que provocaba la luna llena en el blanco perfecto de sus noveles implantes, lo cual desencadenó la huída desesperada del responsable de los ilísitos, no sin dejar huellas claras de en su escape que no pudo evitar.
Nos reunimos en el salón principal para que, con lupa, bolsitas para juntar las evidencias, guantes de goma para no alterar las pistas y, actitud de sabuesos, ir tras sus pasos.
Y como en “Esperando la carroza” todos juntos amontonados en algo más de la superficie de una baldosa, íbamos rincón por rincón juntando primero un gotero con ácido sulfúrico, después una hipodérmica con extracto líquido de triquinosis, sobrecitos de edulcorante vencidos, restos de esteroides anabólicos; todo esto antes del pasillo que comunicaba a las habitaciones y después nada, ni el hilo de una chaucha. Seguíamos en bolas, un acertijo imposible de dilucidar, quedamos cabizbajos y meditabundos hasta que el rechinar de una de las puertas atrajo nuestra atención de inmediato. Estiramos el cogote todos para espiar de qué cuarto provenía el sonido y alcanzamos a ver a Yolanda, otra vez desnuda, saliendo de la habitación de Eustaquio en camino a la suya.
-¿Jurame que el pendejo deforme se la morfa a la Yoly? -descargó Ramona-.
-Por ahí la señora anda buscando su cama y el Alzheimer no la ayuda. –dijo Ximena-.
-Quizá Eustaquio tenía piojines púbicos, y siendo Yolanda la especialista en erradicarlos requirió de sus servicios en un momento de lucidez. –acotó Ivonne-.
-A lo mejor, Yoly, agua para tomar la pastilla y no se acordaba donde está la cocina. -en tono paternal, dijo Joel-.
-Para mí, a Yolanda se le dio por hacer pis de parada y le daba asquete sacudirse el muñeco y, Eustaquio parece gauchito. –sorprendió con su comentario, Zamantha, Ya que casi nunca decía nada, porque casi siempre tenía algo en la boca-.
-Muy profundas sus apreciciones, pero, dejen de decir boludeces -les dije con un tonito medio de enculado-. Por ver el árbol no estariais viendo el bosque, mis pequeños lacayos. Si huvieran prestado atención a toda la escena, se hubiesen dado cuenta que Yolanda, independientemente que seguía desnuda como casi siempre, traía encajado entre los dos cachetes del culo. Lo que significa que…
-Eustaquio es el perejil que le mandamos en cana en el asesinato de don Robertino y, volvió para vengarse de nosotros. Pendejo hijo de puta, resentido de mierda.
Irrumpió doña Raquel en mitad de mi comentario, a lo que completó mirándome fijo a los ojos con un:
-¿No es así? PELOTUDOOO
Con voz menos angelical que lo de costumbre, pero totalmente justificable, todos estábamos indignados con el pibe. Lo llamativo fue que volvió a mirarme fijo y repitió:
-PELOTUDOOO.
-Calmate doña Raquel, le daremos su merecido. –le dije acariciándole la nuca para relajarla un poco-.
-Mi Dios, en serio, QUE PELOTUDO. –alcanzó a murmurar y se llamó a silencio.
Acto seguido, entramos en patota, lo sujetamos de pies y mano y, le exgimos que confiese, sino, Ximena lo mordería con los dientes asesinos que él mismo les había implantado. Nos costó bastante entender lo que nos decía porque se nos había pasado bastante la mano cuando le inyectamos el botox en la lengua, más allá que gracias al cagadon que le habíamos dado en su oportunidad, fracturamos ambos maxilares, arco superciliar izquierdo, pómulos, y alguno de nosotros aprovechando la volada también le mordieron la oreja a lo Tyson.
Lo más prudente y rápido fue que escribiera directamente su confeción del sabotage, y teniendo en cuenta el detalle del tenedor en el culo de Yolanda, pre supusimos que de pergil no tenía nada y realmente había liquidado a don Robertino. Algo que negaba rotundamente una y otra vez, aún cuando de un mordisco, Joel, le arrancaba la oreja sana (parece que a la otra también se la había mascado él).
En mitad del interrogatorio, portazo con bronca.
-A don Robertino lo ajusticié yo…
-¡¡¡YOLANDA!!! -otra vez al unísono, hasta Eustaquio en sus guturales sonidos-.
Apoyada contra el marco de la puerta, desnuda, miembro erecto, el tenedor firme entre sus nalgas, habano sostenido con sus labios, sus pantuflitas conejitos y, con un montón de tenedores más en sus manos.
-Fuí una geisha para ese viejo mal parido hasta que se engancho con otra trans veinteañera y me sacó el departamento que me había puesto -comenzó su relato-. Para dárselo a ella. Ahí comencé con la parodia del Alzheimer para ver si lo enternecería un poco, ni cerca me mandó a un geriátrico de mascotas de mala muerte y juré venganza. Una noche después de mi ración de trocitos Dogui, pude fugarme cuando nos sacaron al campito del frente del lugar a hacer nuestras necesidades antes de apagar la luces y mandarnos a la cucha.
-Que triste, Yoly. –con una lágrima cayéndole en su mejilla, dijo Zamantha y siguió mascando esa cosa que vibraba-.
-Pero, ¿Cómo supiste que lo encontrarías justo aquí? Buscar éste laburo. Muy jugado lo tuyo, cariño. –pregunta válida que formuló Joel-.
-Conociéndolo, sabía de antemano que vendría –comenzó a responder-. Igualmente, apenas el Flaco Pirri me contrató, le mandé una invitación a la inauguración de parte de él. Y como era un viejo calentón y garronero, sabiendo que había sangría canilla libre, venía sí o sí. Así que en mitad del quilombo, el juego de luces, el agite promovido por el repertorio cautivante de Mecha Peñaloza, lo llené de tenedorazos. El resto lo hicieron ustedes buscando un perejil mientras yo boludeaba con el Alzheimer como coartada perfecta. ¿Quién tendría ni media razón para sospechar de mí?
-Tenés que entender que vamos a tener que entregar, Yolanda, no nos queda otra. El pobre Eustaquio se comió la culpa antes de ser culpable de nada y ahora está prófugo porque pudo escaparse del bondi que lo trasladaba a Bower cuando los paró un semáforo y los canas discutían con los pibes limpiavidrios para que no le enchastraran el parabrisas -comencé a explicarle-. Seguro que lo están buscando y si lo agarran, lo van a dejar peor de lo que nosotros lo dejamos.
-Me van a entregar muerta solament…
Alcanzó a decir hasta que apareció como un misil el mango de una escoba que le atravesó la frente desde la nuca. Doña Raquel, todavía en silencio, se había quedado en el pasillo, mientras seguía balbuseando:
-PELOTUDO, PELOTUDO, PERO QUE PEDAZO DE PELOTUDO.
-Calmate doña Raquel, el pibe tenía razón con su fuerte resentimiento para con nosotros -traté de calmarla de nuevo-.
-DIOS MÍO, QUÉ PELOTUDO… -y se llamó a silencio otra vez-.
Pobre piba, no salía de su conmoción, 2 ó 3 sesiones de psicoterapia la dejarían cero kilómetro. Estaba todo muy en caliente todavía, totalmente comprensible.
Finalmente llegó la policía a llevarse el cuerpo sin vida de Yolanda, aunque en realidad su documento versaba Alfonso Exequiel Strapalunga, enceguecida por el rencor nunca tuvo tiempo de cambiar su DNI a no binario y gracias al gran aporte de Alexandra y su condición de contorsionista, nunca nos dimos cuenta que estuvo todo el tiempo entre nosotros filmándolo todo desde su Nokia 1100 edición deluxe, incluída la confesión de Yolanda con la cual exoneraron al pequeño Eustaquio y, como la occisa tiró un violento flato que hizo despedir el tenedor que tenía en el traste hacia la posición en que estaba doña Raquel lo que justificó el certero escobazo como una acción directa de defensa personal. Excelente. Sólo espero que no se demore mucho con la terapia, porque no podía dejar de repetir:
-PELOTUDO, PELOTUDO. PERO QUÉ PELOTUDO.
Y se ve que en mí encontraba la contención que buscaba, porque cada vez que lo decía me miraba directamente a los ojos.
Pero no todo fue color de rosa, trascendió más allá de La Maison del Flaco Pirri el tremendo quilombo gestado tras los ex sordos muros y por semanas nadie entró por nuestros servicios. La Municipalidad nos clausuró por falta de los permisos correspondientes más la denuncia por consumo de alcohol de menores efectuadas por las madres de los menores en cuestión, nunca percibimos que los documentos que presentaban eran de sus papás y no de ellos. Quién podría imaginar que las barbas y bigotes que lucían estaban pintadas con corcho quemado. Brillantes los pendejos, unos profesionales del make-up.
Los pocos fondos que me quedaban fueron a parar a multas por ruidos molestos y por ejercer la prostitución sin los carnet sanitarios expedidos por algún dispensario autorizado.
Tuve que despedir a los chicos porque ya no tenía un centavo con que pagarles, lo que derivó en cartas documento y juicios laborales imposibles de abordar.
La única que me dirigió la palabra al irse fue doña Raquel, mientras pasaba a mi lado camino a su destino incierto, sin dejar de mirarme fijo mientras repetía:
-PELOTUDO, PERO QUÉ TREMENDO PELOTUDO.
Pobrecita, seguía sin recuperarse de aquel sueño.
Me senté en el umbral de la puerta antes de cerrala para siempre y, salió Mencho que nunca se enteró de nada ya que durmió desde que lo contraté; parece que su último viaje con cargamento ilegal de boinas del “Che” tejidas con lana de vicuña desde Bolivia se la pasó mascando coca para no dormirse en la ruta y, lo volteó.

Nota de cierre de sesión 2:
No me importa tanto el haber tenido que cerrar el negocio, ni los gastos de cirugía para reconstruirle el rostro y las orejas a Eustaquio, ni siquiera los juicios de todo tipo que me comí, o el reclamo de las entradas a Peko’s por las guardias. La cagada es que nunca me dí cuenta en la despedida entre ambos de pedirle el teléfono o la dirección de doña Raquel.
Realmente tenía una vocecita muy angelical, pero escencialmente era muy eficiente en sus tareas y mi casa necesita una limpieza profunda, ya que yo, siempre fuí un nabo con la escoba.