domingo, 18 de octubre de 2009

Puentes // Analía Clara Torres // la abogada de dolores


…por donde sucedió,
por lo que te hicieron,
hacia donde nos llevaron…


En un domingo aletargado, con ansias de patio y de cambio, lo miré como de costumbre, esperando su negativa y le pregunté _Te quedás? Y él sin dejar de mirar interesado el televisor , puso interés en venir conmigo y los chicos a encontrarme con Mary.
Vestidos para el paseo, llegamos al Buen Pastor, donde estaba ella mateando cual turista en un ambiente lleno de gente y ..las aguas danzantes.
Nos hizo pasar como si fuera su casa y antes de acomodarme , mi bebé comenzó a llorar…no hay condicionamientos sociales, ni emocionales, debía mamar…
_Sí ya sé…me voy al auto… (Mamar para él no deja de ser un acto sexual y un pudor imposible de no proyectar)
Al volver al lugar veo como él manejaba la charla, hablando de cómo hacer el “chipá”, cigarrillo en mano….el último “cj”, que quedó apagándose delante de las aguas danzantes…
Quise incorporarme con el cochecito, mis tacos, mis ganas de distracción en este Buen Pastor que albergó, de un momento para otro, la parálisis absoluta ante la posibilidad de la muerte….
Ojos extraviados mirándome fijo, comenzó a decirme _Me siento mal. Y sin abandonarse a lo que suceda comenzó a agarrarse al caño frío…sentí que su pedido era letal…
_Una ambulancia por favor! Y comenzó el obsceno tumulto a mirar…la nada, la desesperación, “al caído”, la situación sabrosa para comentar luego..
Y no dejé de tomarte la mano…no quería dejar de pensar para no llorar…y los minutos pasaban con mis hijos en otros brazos…y las aguas danzantes, el cj muriéndose y yo no iba a soltar tu mano .
Y tendidos en ese puente turístico, aguardando la esperanza, no hubo más que repreguntarte: _Te quedas?

Y hoy, con un puente en el corazón, sin cj, cocinás chipas en la casa del cambio al ritmo de las aguas danzantes…


AT ( jul/009)

La Casa en primavera // María José Moreno // la jose

La nieve comenzaba a deslizarse desde la majestuosidad de aquella montaña, por los profundos y zigzagueantes surcos que durante todo el invierno habían dormido cubiertos por aquel manto blanco y de manos heladas, esperando el permiso de la primavera con su cálido abrazo, para volver a danzar entre las sonrientes piedras y bordear la casa deshabitada de la ladera.
En un tiempo del cual nadie recuerda exactamente cuando, ni siquiera si por aquellos días el tiempo era tal, o solamente una fugaz llama en la que se cruzan los instantes sin dejar huellas a cerca de la certeza de lo que ahora voy a contar.
Pero lo importante no solo es que esta historia haya acontecido con toda la fuerza de su veracidad junto a la naciente sombra del haya, cuyas flores se abrían con recelo, pero entregadas a los brazos de la primavera como la novia que llegaba en ese preciso instante en que se casa, y con la primera ilusión entrecruza el umbral de aquella casa de ensueños y esperanzas.
Don Juan dice que fue testigo, y lo que él cuenta, tiene el don de transformarse en verdadero y en leyenda que sacude a la comarca de su vida habitual, para convertir en mágicos aquellos momentos en que Juan relata sus historias.
Casa simple, de maderas desgastadas por la mirada de tanta gente que quiso entrar para revivir lo que allí había acontecido. El aroma del fuego recién encendido al atardecer.
Su esposo la llama. Nadie contesta. El vestido de novia descansa, como abandonado y envejecido, junto al sillón de la habitación después de la primera noche de bodas.
La llama y vuelve su cabeza. En la soledad de aquel atardecer, su voz retumba como un lamento desesperado, sin esperanza. Quizás, ya sabía que nadie acudiría a su llamado.
Las velas encendidas, con su pabilo ondulante, parecen esperarla con ansiedad. Esa de nunca jamás.
Apresuradamente abandona la casa. Corre, hunde sus pesadas botas en los arroyos. Sus piernas se cansan. Hace frío aún y sus pasos se hacen cada vez más lentos. Corre más rápido y parece no avanzar.


El lago, con sus pequeñas olas un poco enojadas esta vez, alejaba el barco rápidamente. Su vela de color tornasolado, envuelta en la brisa fresca, se confundía con el anaranjado sol del atardecer.
Hunde sus piernas en el agua fría, siente un dolor cortante entre ellas, pero no cede, nada, sus ropas lo hacen retroceder, pero el barco no parece tan lejano como antes. Lo alcanza, y se aferra a la soga gruesa y áspera. Escala. Camina con su último aliento al interior de la coraza. Allí lo espera Don Juan y la novia tendida en un lecho de algas marinas. Blanca, confundiéndose su rostro con la eterna nieve en la cima de aquellos alpes, con su última sonrisa dibujada en el rostro. La sonrisa que le regaló el primer día en que se cruzaron por aquellas pedregosas y angostas calles del pueblo. Sonrisa de encuentro, sonrisa de adiós.
Don Juan la vela en el lecho de algas. Al escuchar el sonido de aquella respiración ya casi sin aliento, que exhala dolor, el dolor irresistible de haberla perdido, da vuelta su rostro, su mirada se encuentra con los ojos de aquel hombre desolado y parece preguntarle: ¿Cómo? ¿No lo imaginaste al cruzar por primera vez el umbral de la casa? ¿No pudiste percibir el instante en que ella ya no te contestaba?

MÁGICO ATARDECER OTOÑAL // María José Moreno // la jose

Mientras caminaba por la calle Belgrano arriba en aquel atardecer de sol tan débil y pequeño que podía decirse iba esfumándose del mundo como para no volver, cabizbaja y pensativa, María regresaba a su casa.
Las hojas mustias con su melancolía de verano verde, eran buscadas por María quien disfrutaba del crujido de éstas al pisarlas con sus zapatos cerrados y de tacones fuertes en las tardes otoñales. Algunas, más traviesas lograban escapársele de entre sus pies y alejarse en una danza envolvente, arremolinada, en la cual María se sumergía y las sentía en su aspereza, en su languidez al desprenderse del gran plátano de la vereda de la casa de su vecino Miguel, quien ese momento se encontraba como siempre en el zaguán, con la parsimonia de quien contempla los días sin que nada pueda perturbarle.
-Buenas tardes señorita María - ¿Ya de vuelta al barrio, tan temprano?
- Sí – Contestó María – Quien ya comenzaba a sentir que la voz de Miguel le sonaba como de otro mundo. Por eso dio vuelta su rostro y lo miró. Sí, allí estaba su vecino de rostro colorado por el sol, parado en el zaguán, con las manos perdidas en los mismos pantalones raídos de ayer a la misma hora. Miró hacia el piso y las baldosas rojas estaban cubiertas totalmente con hojas. Miguel decía que nunca las barría porque así como éstas eran bellas en su época de verde esplendor, también su tristeza de otoño en opaco ámbar embellecía el atardecer.
María se sentía somnolienta, el barrio era tan conocido como siempre, pero a la vez ella ya no le pertenecía. Hundió la mano pesadamente en el bolsillo del saco y buscó las llaves de su casa….
- Señorita- la llamó Miguel.
- ¿Qué pasa Miguel?- la mano daba vueltas pesadamente en el fondo del saco buscando las llaves que se habían escapado por la entretela del bolsillo. Allá al fondo, María sintió el tintinear de acero de las llaves. ¡Por fin! Pensé que las había perdido.
- … hoy a su casa – le dijo Miguel.
Fue lo único que escuchó de la frase de su vecino. Sin embargo le dijo un “gracias” como si le hubiese prestado atención y entró a la casa, corrió el cerrojo de la puerta, prendió la luz de la salita, se despojó del abrigo y se dirigía a su cuarto cuando vio una débil luz proveniente del escritorio. Pensó que se había olvidado de apagarla. Se disponía a entrar y pudo observar la proyección de una sombra de larga cabellera en la pared.
Se asomó. No sintió temor. Sabía que no era un extraño. Simplemente una mujer de larga cabellera color ámbar como aquellas hojas de otoño, escribía sin cesar en un papel.
Se acercó más y le tocó el hombro, su mano era tan transparente, tan débil, que la mujer no la sintió. Dio vuelta por el escritorio y se paró frente a ella, pudo ver las manos blancas y miró las suyas que cada vez se hacían más blancas y transparentes. Sintió lo etéreo de su presencia, miró sus propios brazos y eran tan frágiles, surcado de pequeñas venas color azulado.
La mujer levantó la mirada y María posó sus ojos en los de ella, fijamente, sus ojos color almendra. La otra mujer la miraba a los ojos pero María se dio cuenta que no la veía. Tenía sus mismos ojos. Se sentía débil ante aquella mirada, sentía que la penetraba sin verla. Que la conocía hasta en lo más íntimo.
Acercó más su rostro al de la mujer. Èsta abría más los ojos al vacío como queriendo abarcarlo con sus pensamientos y María, acercándose más, la escrutaba con sus ojos almendrados, estaba tan cerca que sentía su parpadeo, las humedad de los mismos se entremezclaba con la de los suyos .Pudo acariciarlos con sus propios ojos, ver su mirada en las pupilas oscuras rodeadas como de almendras rasgadas y leer estas palabras en el papel que la mujer escriba. Pero se sentía cada vez más débil. La acarició y sintió su piel de blanca y suave transparencia. En ese instante la mujer pareció sentir un escalofrío. María se acercó y sus débil es brazos sintieron el torrente sanguíneo de los brazos de aquella mujer penetrando en sus venas. Estaba en ella. Era ella. La sintió angustiarse, llegar cansada, pensar en el otoño que comenzaba. Pudo ver su mirada en la de aquella mujer. Escuchó el ruido visceral producido por la soledad en que vivía. El corazón de bombeo tranquilo y pudo ver los recuerdos… El del patio soleado de su niñez rodeada de veranos con gusto a duraznos recién cortados. Los húmedos besos de adolescente escondida en los zaguanes. Pudo ver futuros otoños de hojas sin barrer, de recuerdos sin borrar. Vio el instante en que se quedó sola en aquella casa sin Eduardo, Eduardo. Lo vio en la habitación junto a ella amándose. Lo vio cruzando el umbral para no volver y sintió en ese momento la congoja que se adueñaba de aquella mujer. Pudo retornar a la sonrisa de su infancia cobijada por regazos de abuelas en casas de campos. Vio este invierno sin Eduardo, imaginó las siguientes estaciones. El crepúsculo anaranjado del próximo verano en el patio de su casa, sintió el fin del amor en su alma.
Justo en ese momento sonó el timbre. María quiso atender pero sus piernas ya no le respondían. Hasta su rostro era ya transparente. La mujer se levantó.
Pudo sentir la voz de Miguel.
- ¿Se encuentra bien Señorita María? – le preguntó – Me pareció raro verla por el barrio más temprano que siempre hoy por la tarde.
- Estoy bien Miguel, gracias. Pero la verdad usted debe de estar confundido. Hoy no he salido de mi casa.
Miguel pudo comprender. La Señorita María había cambiado desde un año hasta esta parte. Pero… ¿Quién era aquella mujer que él vio pasar hace un momento atrás? ¿La que entró a esa casa? ¿Alguien que la señorita María quería ocultar? ¿Quizás María no recordó haberlo saludado? ¿O simplemente ese era el principio del olvido?

viernes, 16 de octubre de 2009

2009/10/14 // Federico Raschi // barcelona para un cordobés

bueno, luego de:

un mes y 17 dias en Barcelona, 267 CV enviados por mail, 53 entregados personalemte (aproximadamente unos 140 km caminados) 182 inscripciones en las putas ofertas de Info Jobs, Info Empleo, Computrabajo, Loquo, Empleo.com, Laboris, Trabajos.com, Adecco, QuienTV, azafatasypromotoras.com; 12 mails a primos de amigos de conocidos de alguien que vivian en barcelona para ver si tenian algo, darme de alta como demandante de empleo en la Generalitat de Catalunya y participar de manifestaciones por la crisis; 1 propuesta para armar lapiceras en casa, 0,10 euros por cada una (acepté, pero nunca me mandaron las cosas y me cagaron 3 euros) 5 entrevistas de trabajo como vendedor de cualquier cosa, 1 entrevista como inmobiliario (con un jefe cubano que se llamaba Jesus), 1 prueba para ir puerta a puerta ofreciendo todavia no se que con un loco que tenia toda la merca encima y tocaba todos los timbres del portero a la vez, 5 dias de trabajo como ayudante de cámara en unas entrevistas (com mi compa JP, una masa) 6 dias de trabajo como MONO operador de inventarios, mas de 15 veces me tuve que peinar, o bien, mojar el pelo y aplastar, terminanado en 1 corte de las puntas de mis lacios y sedosos cabellos (pensando que a lo mejor nadie me tomaba por la pinta) y luego de 2 dias de prueba en www.alsurcafe.com, hoy me confirmaron que estoy INNNNNNNNNN!!

asi qeu bien... un bar copado (por suerte tienen un repertorio musical buena onda y podemos disponer libremente), esta en frente del palau de la música, y practicamente, tengo que tirar cañas, preparar mojitos, cobrar y demas actividades de bar... entre esas hablar catalan, ingles, frances, italiano de los cuales el unico que hablo mas o menos es el castellano...asi que de lujo!

pequeño resumen de mis intentos por trabajar (o currar como lo llaman aca)...

chauuuuu!