sábado, 16 de octubre de 2021

AUTOBIOGRAFÍA ANACRÓNICA NO AUTORIZADA DEL FLACO PIRRI - 1º sesión – GÉNESIS


Desde que tengo memoria la memoria me falla, quizá por distraído, quizá porque me importa un bledo recordar las cosas que me pasan, o simplemente esa porción de cerebro especializada en la retención de recuerdos, está ausente de mi limitado cerebro.
He tenido mejores amigos de un día, pues al día siguiente ni siquiera sabía quienes eran, ni el por qué me abrazaban al verme; mujeres que me puteaban en la calle reclamándome por haberlas abandonado y por cuotas alimentarias adeudadas cuando sencillamente no tenía presente haber pasado un minuto con ellas. Y dentro de mis vagos recuerdos, recuerdo que tuve una serie de sesiones de hipnosis regresiva donde traté de indagar junto con el terapeuta algunas aristas de mi vida que medianamente hilaran un poco de lo que fue mi andar el día anterior al menos.
Pude saber que tengo un nombre estándar y no el que me autoasignaba a diario por no recordar el correcto, mi edad, la última vez que me había bañado, el lugar donde dejé el auto hace 7 años y que tampoco recordaba que tenía uno, el amor que me dejó por amor sin amarme, dónde quedaron mis pantuflas conejito; recordé que fumaba, aunque eso nunca dejé de hacerlo sin saber por qué fumaba, que la culpa de todo lo que soy no la tiene mi madre y, un montón de otras pelotudeses irrelevantes que hacían a la historia de un yo. Caramba. Para retener mi primera sesión y las sucesivas inauguré una especie de diario, una bitácora de recuerdos vacíos a la mañana siguiente, pero registrados por mi puño y letra, que aunque al día posterior no sabía siquiera que era mi letra, el sólo hecho de tenerlo en mi poder me daba la confianza suficiente como para creer todo lo que en él estaba escrito.
A medida que avanzaba en mi terapia, mi historia era un sin fin de cabos sueltos sin ton ni son, pero sumamente agitada y llena de bemoles, más, como todo el mundo, tuve un principio, la génesis de mi vida, un nacimiento en un día de julio a la hora del vermouth vespertino, cuando casi sin querer, nací; en el marco de una huelga de nurserys, por lo cual, mis primeras atenciones posparto me las hizo gente de mantenimiento de la clínica. Mi primer bañito me lo hizo la señora de la limpieza con una hidrolavadora y citronela; el que se encargó de mis reflejos fue el electricista con un tester y una batería (una especie de picana) de 12 volt y bajo amperaje en mis rodillitas, coditos y talones; la aspiración de mi naricita y boquita la llevó a cabo el plomero con una sopapa y soda cáustica; la presión y signos vitales fue trabajo para el ascensorista y, mi primera mantita fue una mañanita que cedió gentilmente una anciana que estaba en el pasillo llorando por la pérdida de su marido a causa de un atracón con mortadela en mal estado; hasta el cuida autos (un naranjita) de la puerta colaboró en mis primeras horas haciéndome probar mi primer cigarro en lugar de un chupete para estimular mi succión antes de mi primera teta. Independientemente de todo el entorno, hicieron un gran trabajo, me devolvieron a mi mamá en perfecto estado, después entró papá a conocerme y como, según él, era descendiente de espartanos y a falta de Parnaso, me tiró por la ventana. Ocurrente el viejo. Decí que estábamos en planta baja, porque por ahí hasta hubiera aprendido a volar. Para mi suerte, justo pasaba un cartonero que me recojió y me acomodó en lo que sería a partir de ese momento, mi Bebesit y practi-cuna-cochecito (un changuito del Disco lleno de cartones y algún que otro sandwich a medio comer. Deliciosos).
Después que mi Pá adoptivo terminó con su trabajo, me llevó a conocer lo que sería mi hogar y a mi Má no biológica.
Me sorprendió gratamente el barrio residencial en el que viviríamos felices los tres, un estilo muy progre y pintoresco con casitas de chapa con puertas de tela (evidentemente el sistema de seguridad privada de la zona era muy efectivo), calles y veredas de tierra, montañitas de botellas de plástico como placitas para los infantes y, se vé que llegué en un místico día festivo porque había cada tanto grupos de muchachos brindando con tetras de vino, encendiendo una clase de sahumerios envueltos en papel con una fragancia muy enteramente penetrante y sumamente estimulante.
Mami parece que era decoradora de interiores posmodernista, ya que las paredes estaban empapeladas con tapas de revistas porno y calendarios de gomerías, lo que despertó en mí una atracción especial por el arte que pude plasmar desde temprana edad y con modelo vivo, ya que las amigas de mami venían a menudo a casa y como yo era como la mascotita de ellas, se prestaban a posar para mí antes que llegaran sus novios (que dicho sea de paso, los cambiaban cada vez que venían) y se encerraban en el cuartito del fondo, el rojo con luces rojas, para charlar un par de horitas. Mami me decía que no los molestara porque era una especie de taller literario el que desarrollaban. Y a juzgar por lo que se oía tras la cortina, también lo dramatizaban. Emocionaba tanto compromiso.
Mami trabajaba fuera, pero cada tanto, hacía home office y me mandaba a jugar porque casi siempre venía con dos o tres supervisores con los que trabajaba a full, salían re transpirados y con la cara desencajada; demasiado estrés tantas horas frente a compu, pobre Má. Papi en tanto seguía con su trabajo, algo así como un vigilante nocturno que recolectaba televisores, estereos, ruedas de auxilio y un montón de otras cosas que la gente perdía en las calles y que él después cuando venía un señor grandote de traje, que era su jefe, se llevaba para devolverlos y le daba a papi una platita por su noble tarea. Que orgullo.
Independientemente de sus tareas diarias, Pá y Má guardaban en lugares secos y oscuros para su mejor conservación (Papi había hecho alacenas por todos lados, en los zócalos, detrás de los placares y modulares, y hasta debajo del piso) de paquetes de harina prensada, parece que trabajaban ayudando a hogares de día y merenderos porque cada tanto venían unos policías a buscarlos para llevarlos por unos días (a veces meses) con ellos a hacer pan con toda la harina que tenían en stock. Qué ejemplo de altruísmo. Entonces era que quedaba a cargo de Brenda y, fue ahí donde conocí a “mi” Brenda, una muñeca inflable made in Taiwan que Papi había cambiado por uno de sus paquetes de harina cuando Mami se había ausentado unos meses a un hogar de mujeres solas llamado el Buen Pastor, donde hacía tareas de acompañamiento terapéutico de incógnito para no incomodar a las otras reclusas (así las llamaban).
Mi tiempo con Brenda fue aumentando más y más porque Papi y Mami se ausentaban cada vez con mayor frecuencia, porque no cabían dudas que sus tareas sociales aumentaban y los policías no podían prescindir de ellos. Eran realmente imprescindibles. Y como sucede a menudo, el niño se enamora de su niñera y, en nuestro caso, y viceversa. Poco a poco, Brenda, pasó de ser una gran ayuda para mis Papis, a ser la mujer de mi vida; hasta que cumplí mis 8 años y una mañana de otoño, nos fugamos y, al mejor estilo Melody fair, con “Teach Your Children” de los Crosby, Stills, Nash & Young de fondo, emprendimos viaje vías arriba donde el sol nos guiara, allá donde la luna nos cobijara.
Por ahora Brenda sólo emite sonidos guturales, pero a medida que nos conozcamos más, la relación se afiance y, se dé cuenta de mi amor verdadero, ya se largará y nos charlaremos todo…

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