Presa de la nostalgia me puse a ver mis viejos álbumes de fotos, y me dí cuenta que mi camino recorrido era un poco más abarcativo de lo que suponía y tuve la oportunidad de conocer a varios personajes no ignorados por la historia, desde Jack el destripador hasta e’Loco Tito, pasando por varios íconos sexuales como Mata Hari o la Gorda Matozas. Tantos recuerdos me llenaron los ojos de lágrimas, como cuando con Cleopatra nos bañábamos en leche hasta que a la chiflada se le ocurrió llenar de áspides la bañera para darle más picor a nuestros encuentros carnales a espaldas de Julio César (soberano cornudo); me rajé a la mierda, al tiempo me enteré que una de las viboritas le clavó los colmillos y, crepó; me dió un poco de tristeza al principio, pero pensé que el mundo está lleno de chifladas, y alguna otra iría a encontrar para saciar mi desquiciado apetito sexual.
Fue hasta que por allá, por los ‘30, ley seca de por medio, conocí mientras buscaba un fernet ilegal para la Coca que tenía en la mochila, en una destilería de whisky clandestina, a Mary Josephine Coughlin, una mina bastante atractiva para la época y que regenteaba el lugar de una manera impecable; creo que ese poder, su sombrerito blanco, y la 9 milímetros que tenía colgada del cinto, me sedujeron al instante. Un tanto complicado al principio porque no se por qué razón, la señorita era un poco desconfiada y primero mandó a palparme de armas, y después me mandó a torturar con dos gorilas para que confesara si era o no espía de un tal Eliot Ness. Dos horas más tarde, 7 dientes menos, 2 dedos sin uñas, y un ojo del que dudara podría volver a ver con él, la dulce Mary me hizo pasar a su despacho con las correspondientes disculpas del caso. Me dijo que había estudiado un curso por correo de enfermería y si la dejaba curarme las heridas mientras charlábamos del stock de fernet que tenía disponible, para regalarme un par de botellas por el palizón recibido y de paso si me interesaba ser revendedor del producto en los bares de la zona. Pintó, agarré viaje de una.
Me hizo despojarme de mis prendas y acostarme sobre su escritorio, trajo una caja de primeros auxilios, y de ella sacó los elementos necesarios para la cura... ¿Necesarios? Cremas íntimas, un vibrador con forma de ametralladora, una piola con pelotitas, pañuelo negro, una fustita, y una botellita de Caballito Blanco de contrabando que supongo la usaría para esterilizar las áreas afectadas por el cagadón que me metieron minutos antes. Me tapó los ojos con el pañuelito y, tamadreeeee. ¡Qué mano (y que boca, creo) para la curación! En minutos estaba hecho un bisquit, crocante por todos lados, al carajo el pañuelo, y al más puro estilo Game of Thrones, le arranqué las pilchas y el salvajismo se apropió de nosotros, al parecer mi caño recortado le produjo una excitación difícil de describir porque lo descargaba y lo cargaba cada 12 minutos.
Todo venía de película hasta que se abrió la puerta y entró un tipo que se lo llevaba el demonio de la chinche que traía. ¡Mi marido! Dijo ella. ¡Hay, la puta! Se me vino la noche encima, el guaso era Al Capone que venía con 5 monos más tras de él. Mi amor, para que te cuento, por la ventana apareció el boludazo de Eliot Ness con sus insufribles Intocables. Kilombazo. En mitad de la balacera, Mae, me agarró de la mano y nos metimos en una puertita que daba a un pasadizo que nos sacara del lugar, en mitad de la huída, ya que estábamos en bolas, decidimos darnos la última cura. Mientras le pegábamos a las fritas, charlábamos un ratito (a los dos nos interesó saber con quién estábamos cepillando). Me contó algunas cosas de ella casada con la mafia, que estaba podrida en guita y que estaba muy contenta de conocer al gran Lucky Luciano. Yo no soy ese pibe, soy el Flaco Pirri. Naaaaa. El pedasazo de encule que se llevó la tipa cuando lo supo y se dió cuenta que más allá de la ley seca, yo era un seco. Pegó un chiflido, y aparecieron los 2 gorilas que me habían molido a palos. Imaginame por las calles de Chicago corriendo desnudo y colgándome del traste una piola con bolitas.
Menos mal que antes del todo el desborde, ya tenía la Coca y las 2 botellas de fernet en la mochila. en cuanto pueda salir del alcance de los gorilas, me clavo un 70/30, y pa’ la próxima voy para el lado de Suiza para tirarle onda a Heidi... Total Pedro, es medio pelotudo, y de paso le cargo el fernet con Coca al San Bernardo por cualquier eventualidad...
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