Hace algunos años me obsesioné de golpe con mi fina estampa, que en realidad estaba en estado calamitoso, me llené de arrugas, la panza me colgaba, y hasta me habían salido unos juanetes de merda que parecía que andaba con patas de rana de los ‘30. Bajonazo. Busqué desde internet hasta revista Nuevos Matices (con más opciones que la mismísima red), y le consulté a mis amigas chetas añejas que cada tanto se pegan una biaba; tengo la desgracia de ser muy indeciso, todas las alternativas me parecían viables y no sabía para dónde disparar.
Fuí a la casa del “Sonrisa de yegua” Céliz, le pegamos al fernet con Coca y puflitos (dan ocote, pero era lo único que había crocante) hasta el amanecer mientras charlábamos del tema del beauty, él sabe un montón de eso porque tuvo un spa de mascotas y te dejaba los caniches como las nubes de azúcar del Super Park. Me miró fijo a los ojos, bah, creo que me miró porque los dos teníamos un pedo que se nos hacía un poco difícil fijar la vista en algo; ok, supongamos que me miró, y con esa voz de FM que asoma tras el alcohol y frente al amanecer, me dijo: “El Cacho, andá a lo del Cacho.”
“¿Y quién joraca es el Cacho?” Pregunté.
“El Cacho es aquel pibe que se sentaba al lado del Valdivieso en la secundaria. ¿Te acordás?” Respondió.
“Nop” Contesté.
“Boludo, el que siempre andaba con una ratita en el bolsillo y le hablaba todo el día porque nadie le daba bola cuando no le estaban haciendo bullying, por raro”. Explayó.
“Ah! Cierto. Era más bizarrazo que la mierda ese guaso, recontra friki.” Recordé.
“Ok, te cuento -prosiguió, Céliz-, resulta que el Cacho se dedicó a todo eso de la cirugía estética, desde una base científica incluyendo pos grado en genética para resultados de excelencia. Tiene la clínica en la Isla Crisol, y ahora no es más Rodriguez, se hace llamar Dr Moreau para darle más chapa al lugar.”
Así que rajé para el parque Sarmiento, alquilé un bote, y crucé la lagunita hasta la Isla del Dr Moreau -Cacho-. A partir de ahí todo se hizo muy confuso, la isla estaba rodeada por una espesa niebla con algunos refucilos, cuando de repente a tras luz, en cámara lenta, y con un andar muy felino, la silueta de una tremenda mujer acercándose a mí; ya frente a mí pude verla en su plenitud, con cofia, barbijo, y un trajecito de enfermera extremadamente ceñido a su cuerpo.
“Señor Flaco Pirri, el Doctor lo está esperando. Acompáñeme, por favor.” Me dijo con una vocecita muy calentadora que remató con una especie de ronroneo.
Y fuí detrás de ella como quién va flotando tras el perfume de una panadería a las 5 de la mañana. Entramos al, digamos, clínica muy coqueta, pasamos un gran salón principal, hasta que llegamos a la oficina de Cacho, ahí me recibió tras de un gran escritorio.
“¿Cómo está señor Flaco Pirri? ¿Qué lo trae por aquí?” Me preguntó.
“Bien Cachito...” Contesté y me interrumpió de inmediato.
“Doctor Moreau.” Sentenció.
“Ok, ok. Doctor Moreau, entonces. Vengo para hacerme unos retoquecitos -comencé-, ya que se me vienen los 60 encima y hay varias cositas que quiero disimular. Levantar un poco las nalgas; patitas de gallo; una lipo, ya que con la dieta vengo fatal; la uña encarnada del dedo gordo de la pata; entre otras cosas, y si se puede, me encantaría reforzar mi virilidad a lo largo y a lo ancho.”
“Déjelo en mis manos, señor.” Me dijo.
La del andar felino, me llevó hasta la sala de operaciones, me ayudó a desvestirme, me puso esa batita atada por detrás que te deja todo el culo al aire (menos mal que la calefacción estaba a pleno), me recostó en la camilla, me puso el bozal de esos para anestesiar y me pidió contar de 10 a 1. 10, 9, 8... Fuí.
Tiempo después, desperté, solo, medio pelotudo, y cagado de sed; manoteé una botellita de agua Villavicencio y clavé fondo blanco... vomité como un infeliz. Volvió la del andar felino, vió la botella vacía y me cagó a pedos porque parece que después de la anestesia no podés tomar agua. Bueno, ya la había tomado. Me trasladó hasta la habitación, me bañó, y ahí empecé a sentir los primeros cambios post quirúrgicos, mierda, tenía el miembro como el de un burro, la única cagada fué que un huevo lo tenía duro y el otro como poche... detalles.
Cuando se fué la enfermera, fuí al baño a verme en el espejo. Ay, la puta madre. Mi cara tenía más arrugas que una tortuga, mis piernas y pies eran como los de un jilguero, mi cuerpo como hipopótamo, mi cuello de jirafa, y hasta un cuerno en mitad de la frente.
“Cacho y la puta que te parió.” Salí corriendo por la clínica a los gritos. Volteé la puerta de su consultorio a los patadones, y ahí estaba él, cagándose de risa y rodeado de un montón de personajes raros como si fueran humanos aggiornados a animales... o viceversa...
“Bajá un cambio y sentate.” Dijo sin dejar de reírse.
“¿Qué me hiciste, junigranputa?” Alcancé a decirle en medio de un ataque de nervios, mientras estaba teniendo como una erección al verla desnuda a la del andar felino, que en realidad era como una pantera con formas de mujer. Para el caso es lo mismo, después me la cepillo, pensé.
“Mi querido, usted no está aquí por casualidad -comenzó a decirme-. Es un acto de venganza por todo lo que sufrí el bullyineo en el secundario.”
“Jamás te hice bullying, culiao.” Le grité.
“¿Se acuerda de Renato?” Dijo, y una lágrima cayó sobre su mejilla.
“¿Quién?” Pregunté.
“Renato, mi ratita. Ud en la fiesta de fin de curso se sentó sobre mi saco... Y mi pobre Renato estaba en el bolsillo... Ud Flaco Pirri... Lo asesinó.”
“Pará, enfermo, fué un accidente.” Me defendí.
“Accidente, o no. Ud la mató -dijo y siguió-. Aparte, quise no dejar rastros de lo que fué mi calvario en el secundario, y he aquí, que Ud señor Flaco Pirri, era el último que me faltaba para consumar mi venganza.”
“¿Y el resto de los changos? ¿Qué pasó con ellos?” Pregunté, temblando como una hoja.
“Están frente a Ud, detrás de mí. Todos estos fenómenos fueron nuestros compañeros.” Dijo, señalándolos.
“¿Y esa Gatúbela? Nuestro cole no era mixto.” Pregunté.
“Ella es Rumualdo Montenegro, era muy fan de Village People. Está chocha con el cambio. Los demás, no se, ni me importa, los tengo drogados todo el tiempo.” Me explicó.
“¿Y Céliz? ¿Por qué a él no lo transformaste?” Le pregunté asombrado.
“Naaaa, sabía que su memoria daba ocote, Sr Flaco Pirri. No teníamos ningún compañero Céliz. El es el hermano menor de Renato, que también, sediento de venganza, me pidió que lo transformara para traerte hacia mí sabiendo que sos la mar de pelotudo y se te estaban viniendo los años encima. Cosa que sabíamos que no tolerarías porque siempre fuiste medio coquetón.” Dijo, con una sonrisa socarrona.
Rata de mierda, Cacho de mierda, Rumualdo de... Y bueno, con Rumualdo cepillamos de corrido gracias al injerto de burro que me puso Cacho, a pedido del mismo Rumualdo (parece que me tenía hambre desde primer año). No se imaginan como me sale el salto del tigre desde el techo del ropero.
Lo único que me jode, es la comida balanceada barata que nos compra en el Super Mami, el miserable del Dr Moreau.
domingo, 30 de mayo de 2021
PASARON COSAS... EL FLACO PIRRI Y UN TOQUE BEAUTY
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