martes, 14 de diciembre de 2021

MI NOCHE CON ELLA/S...

Poco después de despedirme para siempre de mi amigo invisible por algunas diferencias irreconciliables, él toma el café lavado y con Chuker, y yo uso el mismo par de medias de lunes a viernes, pero con Efficient aunque no me lave los pies seguido; al margen de estos detalles y otros que no vienen al caso, entré en una profunda tristeza, mi caracter de mierda no ayudó lo suficiente para que tuviera muchos amigos con quienes charlar o compartir momentos en grupo, de hecho, el único que tenía era Luciano (mi amigo invisible). A la mierda, el buey solo bien se lame, pensé mientras estaba sentado en el sillón del living jugando un solitario con las cartas españolas sobre la mesita ratona, como mi cintura no daba para arquearme tanto, tuve que dejar de lado la idea de lamerme solo.
Con el correr de las semanas tantas charlas conmigo mismo se tornarnaban monótonas, aburridas, ya ni me causaban gracias mis propios chistes y ni siquiera el espejo me respondía cuándo le consultaba quién era el más bonito (Sólo por curiosidad, nunca dijo que yo lo huviese sido alguna vez). Independientemente que la soledad no fuera algo que me preocupara, me sentía solo.
De tanto ir de la cama al living mi sobrepeso comenzaba a ganarme, al extremo que tuve que ponerle un candado a la heladera para evitar incursiones nocturnas automatizadas; no abría las ventana para potenciar mi estado de aislamiento y poder autocompadecerme de mi estado a modo de justificativo de mi antisocial caracter. Meses después y con la casa hecha un asco, con la inteción de reinsertarme en la sociedad salí a dar una vuelta por los alrededores, no conocía ni a mis vecinos, ni ellos a mí que me miraban como un bicho raro, una especie de hermitanio urbano salido de una casa abandonada en la profundidad de los tiempos, al cabo de unas horas regresé para comenzar con el orden cerrado, limpiar y acomodar un poco mi casa para volver a abrir las ventanas y dejar entrar al día por ellas; tamadre, el olorazo que había más el polvo acumulado daban para inspirar a Stephen King en alguna de sus masacres literarias. Cuando empecé a plumerear sentí un estornudo al que instintivamente dije, salud, y de respuesta hubo un, gracias; inmediatamente recordé que mi espejito espejito había hecho votos de silencio para conmigo y me pegué un cagazo que me caí de culo sobre el montoncito de mugre que había alcanzado a barrer.
-¿Quién anda ahí? -pregunté a viva voz-.
Nada. Repetí la pregunta empuñando la escoba como Luke Skywalker su palito de mierda iluminado.
-¿Quién anda ahí?
...Nada.
Supuse que después de tanto encierro algún tipo de desequilibrio había quedado instalado en mí, así que no le di bola y seguí limpiando.
-ACHISSSSSSSSSS -se volvió a escuchar-.
Y se me llenó la casa de humo (¿?). Tamadre. Hice de tripas, corazón y, a buscar de donde provenía el dichoso estornudo. Sigilosa, minuciosamente fuí rincón por rincón hasta que, ahí estaba, detrás del lavarropas, con suciedad de años... ¡Mi patito de hule! La bañadera sin él era un mar de tristeza desde que lo había perdido. lo lavé, le dí un par de besos y, lo dejé sobre la jabonera para mi próximo baño de inmersión. Seguí con la búsqueda hasta que llegué al viejo arcón de mis juguetes y dí con el responsable de semejante movida; ahí estaba, sentadito, con una bufanda y, temblando como una hoja en medio de mis autitos, muñequitos y vibradores (cosas de chicos), un dragoncito con todo y alitas.
-¿Jodeme que sos un dragón? ¿O sos una lagartija adolescente mutante ninja? -le pregunté-
-Dragona -respondió- y, mayor de edad.
La saqué de su encierro, la acosté en el futón del living, le dí un Biogrip, le friccioné el pechito con Vick Vaporub y le preparé un tecito verde con ron, miel y limón, la apachuché un poco, la tapé con una manta y la dejé descansar. Caramba, pensaba. ¿De dónde habrá salido este bicho? Seguí limpiando para después poder sentarme a charlar con ella a despejar dudas.
Dos horas más tarde depertó ya con otro semblante, visiblemente descongestionada, apenas algunos estornuditos, que aproveché para tostar unos sandwichitos de miga con los que almorzamos mientras comenzamos la charla.
-¿Qué haces acá? ¿Hace mucho? ¿De dónde saliste? -pregunté- No sabía que los dragones existían, suponía que eran un mito.
-¿Qué hago? Acompañarte -respondió-, de todas tu vidas. Sí, existimos.
La miré con asombro y más desorientado que Donald Trump buscando un McDoland en el Kremlin.
-Por allá por el 790 DC poco antes del saqueo del monasterio de Lindisfarne -comenzó su relato-, al margen de las costas del norte de Noruega, naciste y, nací, el mismo día; tu viejo era un tipo muy popular que le ponía los cuernos a todos los casco del resto de los vikingos, que en honor a la verdad, se la tenían jurada; tu mamá, esposa del oriundo de suecia Ellborg , tenía una relación clandestina con tu papá y la dejó con la cocina llena de humo como diría Brandoni. Mi mamá era mascota de Ellborg y, como buena dragona, salía de tejados a la noche (como los gatos hoy) siempre con la aspirina sujeta entre las rodillas hasta que conoció a mi Pá y, una noche neblinosa dejó caer la aspirina. Fuimos creciendo los dos y nos adoptamos el uno al otro. Todo lo hacíamos juntos, vos como tu padre biológico se te dió por putarrear con cuanta pollera se te cruzara, y yo era tu transporte aéreo para salir cagando cuando llegaban los maridos de improviso de algún saqueo mientras me empomaba a sus mascotas.
Hubo un silencio para masticar unos sandwichitos.
-Fué pasando el tiempo -prosiguió tras un trago de granadina con soda- hasta que una noche cuando cruzábamos el cielo sin luna llena escapando de la ira de un tal Olaf porque te habías cepillado a su mujer, me encestó una flecha en el culo, perdí sustentación y caímos al vacío... Nos hicimos mierda. Nos agarraron medio maltrechos abajo, y ahí... Después te cuento que pasó no te quiero poner mal ahora.
-¿Es joda? -pregunté-.
-No, para nada -respondió masticando uno de queso azul y cocido natural-, eras el pata’e lana de la aldea, yo entre tanto, como te dije, me curtía a las mascotas de las moradas seleccionadas, todas dragonas con pedigree, teniendo en mi haber más de 70 cachorros no reconocidos; así que imaginate, yo bastardo les cagaba el linaje de la descendencia. Ni vos, ni yo, éramos muy populares. Por eso la partusa, las mujeres porque redimían pecados con tu partida, los vikingos porque te sentenciaron y, las mascotas... No sé, yo las atendía muy bien... quizá en solidaridad con sus amos o porque les cagaba la descendencia real. Cosas de dragonas.
El hecho, según me relataba, es que compartimos varias reencarnaciones y, lejos de superarnos y evolucionar como persona y dragón, cada vez fuimos más hijos de puta con las polleras. Al extremo que al parecer, me curtí a la novia de Frankenstein y ella (otrora él) a la gata siames de don Victor. En la quema del engendro, quedamos pegados en el mismo combo.
A principios de los ‘60 reencarné en esto que hoy soy, y él, en esto que hoy ella es, con la salvedad que en esta época los dragones no existen y tuvo que mantenerse en el anonimato para que ningún científico loco se le diera por estudiarla como al pobre extraterrestre del Área 51 (Groom Lake, Homey Airport), que terminó disecado y representado en souvenires y estampas de remeras para los cholulos turistas Yankies. Aparentemente en casa pasó desapercibido porque creían que era otro peluche que me habían regalado por mi nacimiento, la única cagada es que cada vez que estornudaba, creían que era yo con gases y me empachaban a pastillas de carbón, en fin.
Todo venía de película hasta que me hice amigo de Luciano y poco a poco la fuí dejando de lado sin darme cuenta, es que pasaba tanto tiempo quietita para que no la descubrieran que para mí ya era otro de mis peluches también, y la pobre terminó en el arcón de mis juguetes de primera infancia. Así que después de la charla, acondicioné el cuartito de trastos y le armé ahí su cucha, eso sí, la llené de matafuegos por las dudas.
Mi vida con ella se tornaba muy agradable, sin contar lo que ahorraba en gas, ella templaba hasta el agua del termotanque, me hacía las tostadas y los costillares a la estaca a fuego directo le salían espectaculares. Armonía, alguien con quien charlar, compartir crepúsculos y películas en Netflix. Ni un sí ni un no. Bello.
Un día me preguntó si podía invitar a unas amigas a tomar el té. No me opuse.
-Perdón. ¿Amiga? -le pregunté-.
-Sí, es que así como nosotros reencarnamos -me expliaba-, varias amigas también, y como vos fuiste el único que tomaste con naturalidad mi existencia, ellas se entusiasmaron y quisieron conocerte, agradecer tu mente abierta, tu hospitalidad para conmigo, tu...
-Pará, pará -la corté en seco-, ya está, que vengan. Compro unas facturitas y listo. Pero después limpias vos.
-Ok. Gracias, mi rey -contestó conmovida-.
Martes, cinco de la tarde, las dragonas llegaron puntualmente. Agnetha, Frida, Henrika, Birgitta, Astrid y, Maija. Algo en cada una de ellas me resultaba familiar, aunque definitivamente, nunca fue mi fuerte recordar características fisonómicas; pero entre sus maquillajes, rimel, alitas producidas para la ocación, me fue difícil reconocerlas cabalmente. Dejé a Inga (ex Henerik -Enrique, bah-) oficiara de anfitriona dando lugar en mi casa cual si fuera de ella, y yo me dediqué a atenderlas sin interrumpirlas.
La tertulia vespertina paulatinamente se tornó en velada de anécdotas, risas y nostalgias. Inga estaba feliz, y yo por ella y ellas que se habían fumado tantos años de anonimato. Salvo por alguna que otra carcajada por algún recuerdo que derivaba en unos pequeños focos de incendio, la reunión era muy agradable.
Pedí unas pizzas y cervezas por Pedidos Ya, se las serví y, me retiré a mis aposentos despidiéndome cortezmente de cada una de las invitadas, no sin antes dejarles un par de matafuegos a mano por si las moscas. Me acosté a ver Vikingos con una bolsa de papas fritas Carrefour (me las habían recomendado alguna vez) y, una Schweppes light en frapera, hasta que Morfeo me acogiera entre sus brazos.
No se si por lo particular que estaba viviendo, el caso fue que en mitad de mi sueño profundo sentí como un abrazo abarcaba todo mi cuerpo con el galopar incesante de un corazón desbocado (tamadre, que puta imagen me mandé. Sorry, sigo), supuse que estaba deambulando por una de mis fantasías eróticas de cada noche mientras duermo. Era todo tan real que no quería despertarme, el aliento cálido sobre mis mejillas, el jugueteo con mis cabellos de manos delicadas como... ¿Garras? Eran garras. Mierda, que cagasazo, me desperté y frente a mí, esos ojitos de reptil que me miraban con el amor que uno quiere que lo miren, pero con el iris alargadito.
-¿Henrika? -grite en voz baja (contradictorio, pero cierto)- ¿Qué carajos hacés acá?
-¿Qué parece que estoy haciendo? -respondió con otra pregunta-
-Me estás franeleando a lo pavote -contesté-.
-Tí -dijo fruciendo el ocico y pestañando de corrido-.
Iba a seguir con el cuestionario, pero me acordé que mi primo de Esquel, Ludovico, se había casado con una de sus ovejas, y era muy feliz. Y güeno, después tendré tiempo de enterarme de los por qué había invadido mi lecho. Me hice el boludo y le dí para adelante, nunca están de más nuevas experiencias. Aparte, hacía tanto que nadie se metía en mi cama que el solo hecho de que la mitad estuviera ocupada un rato, me sensibilizó bastante.
-Che. ¿Y la reunión? -pregunté-
-Tranqui, campeón -respondió-, todas estamos de acuerdo... Por azar me tocó ser la primera.
-¿La primera? -seguí preguntando-.
-Es largo, después te cuento -dijo sin dejar de abrazarme-. Ahora, relájate y goza, que tu noche va a ser larguísima.
Supuse en ese momento que lo que sugería era lo mejor, así que me dejé llevar por los bajos instintos de ambos. Una reina la tipa, independientemente de que el aliento de dragona es un poquitín nauseabundo. Detallar los pormenores del acto por el momento no dá en esta oportunidad, lo que verdaderamente me llamó la atención es que después de la saranda, Henrika se puso a acomodar todo y a quejarse del quilombo que era mi cuarto. Fastidiosa, antes de irse, desde la puerta de mi pieza volteó su cabeza hacia mí, me miró fijo y dijo: Siempre el mismo desprolijo.
Puta madre. ¿Qué podía saber esta loca de mí si recién la conocía? Inga no podría haberle dicho nada, pues es tan enquilombada como yo y, muy reservada con respecto a nuestra convivencia. Bueno, fuí a hacer pis y lavarme un poco. Al volver a la cama estaba Birgitta, a lo Cleopatra (de Liz Taylor), derrochando glamour y poder; indudablemente estaba totalmente definido quién y cómo se llevaría adelante nuestro encuentro, me dejé llevar y, me llevó donde jamás había llegado el ser humano (Ups, me poseyó por un momento el capitan James Tiberius Kirk de Star Trek. Pero algo de razón hay en la frase).
Velas, sahumerios, pétalos de rosas y Osiris parado a un costado supervisando (Naaaa, Osiris no estaba, lo confundí con una foto de mi tía Marga que tengo colgada en la pared); ella entre tules y bijouterie brillosa, yo a lo Julio César con mi toalla choreada de un hotel de Mina Clavero cruzada desde el hombro a la cintura a modo de toga romana. Me pidió le diera unas uvas desde el racimo colgando sobre su boca, que le masajeara los pies, le pasara crema en la espalda y sus 8 tetas, y después quiso momificarme para satisfacer sus deseo necrofílicos...
-Pará, loca -le grité-. ¿Qué pató? Con un coito express sobra.
-Siempre el mismo egoísta vos -me dijo llena de ira, pegó portazo y se fué-.
¿Siempre el mismo? ¿De dónde habrá sacado eso?
Me dormí un ratito mientras escuchaba una play list de Pocho la Pantera para relajarme un poco. Entraron Agnetha y Astrid, se acostaron cada una a mis lados y, soslayando mis limitaciones, les pedí me esperaran unos minutos para tomarme un té de cola de quirquincho bien cargado, y un puñado de maní con cáscara para un rendimiento pleno en vistas a las exigencias que me esperaban en la habitación. Volví a la habitación para sambullirme entre sus brazos y sus alitas rebozadas con purpurina, que con la iluminación estilo Moulin Rouge de cabotage (Chantecler, sería por estos pagos) instalada en lugares estratégicos de mi dormitorio, el limbo me quedaba chico para cumplir uno de los sueños de cualquier pibe y del que yo no era una excepción... UN PUTO TRÍO!!! ¡YES!
Apoteótico comienzo, Astrid alzó vuelo cruzando la ventana conmigo a cuestas mientras Agneta me razguñaba la espalda sensualmente y me daba besitos en la oreja (no es mi punto débil, pero que bien lo predispone a uno). Surcamos, como ET en la bici, la luna, sólo que por su lado oscuro, el más oscuro y bacanal, ya que se habían armado tremendo fogón los pibes de Kepler-186f (un planeta similar a la tierra distante a 492,3 años luz) y a la hora que llegamos estaban todo borrachos, desnudos y cepillando a lo pavote. Nos prendimos sin el menor remordimiento y con el recuerdo vivo aún de mis fechorías los 21 de septiembre en el Fantasio de mis años de estudiante... y algunos años más de yapa. Estaba tan feliz y desatado que ni cuenta me daba de la falta de gravedad cuando cada vez que tenía un orgasmo, salía eyectado uno 6 ó 7 metros y en cámara lenta; hasta que, como es mi costumbre, no puedo dejar de echar mocos, me encachilé con una verdosa Keplerana que cargaba un culo verdoso para alquilar balcones. Astrid y Agneta, chivazas, me agarraron del cogote y me tiraron sobre mi cama y, al unísono: Siempre el mismo sexópata. No cambiás más.
Puta madre. ¿Qué onda? Había tanto de mí que yo desconocía y ellas lo sabían aparentemente todo.
Entré en crisis existencial, que a los 7 minutos, cuando entró Frida, se me pasó.
Frida era exhuberante, dos talles más de corpiño que el común de las dragonas, con cresta con claritos y un aire rockero mezclado entre las moscas que revoloteaban sobre su cabeza (es una metáfora, no había moscas), pegamos química al instante, al instante que tuvimos relaciones, hasta ese momento, cero química; pero el sexo es más fuerte y, el amor, bien gracias. Mientras tanto y en el ajetreo reinante, no paraba con las selfies, poco mi importaba, soy lo suficientemente Narcizo como para no poner mi mejor perfil en cada toma. Lo hicimos bajo la cama, colgados del plafón del techo, dentro del placard, en el cajón de la mesita de luz, y hasta debajo de la foto de la tía Marga que parecía mirarnos con cierta lujuria.
Después de 6 horas ininterrumpidas de frenesí (soy de tiro largo en mis tiempos amatorios, y rendidor), me miró con ojitos tiernos, muy lejos de la mirada salvaje de un momento atrás y me dijo: Creo que estoy embarazada, se me despertó el instinto maternal.
-Recién terminamos de coger -le dije desfigurado por sus palabras-, dejate de joder. No hay forma.
-Soy dragona, nuestros tiempos de ovulación son muy seguidos -comenzó a explicarme-. Y me gustás como padre de mis crías.
-¡Volá! -fué lo primero que me salió desde las entrañas- O sea que Agnetha, Henrika, Brigitta y Astrid ¿también están Peñarol?
-Brigitta tiene ligada las trompas, Henrika tiene el diú, y Astrid y Agnetha son lesbianas, pareja entre ellas y no tienen la mínima intención de tener hijos por ahora -poniéndome al tanto de la situación de cada una-.
-Mirá, flaca, tenés el pañuelo verde colgado en el cogote. Ya sabés que hacer -dura, pero inevitable fué mi respuesta-. ¿Qué voy a hacer con un ejército de dragoncitos rompiendo las bolas por toda la casa? Ni a la plaza podría llevarlos, y la comida balanceada para dragones primer semestre, no existe. Y no se vería bien que se empiecen a comer a los perros, gatos, y hamsters de los vecinos. No a lugar. Tomate un té de perejil y a la mierda.
-Siempre el mismo insensible -dijo sollosando-.
Otra vez la misma frase, me estaba volviendo loco de la intriga. Entró Maija. Dragona diosa si las hay. Delicada al extremo, perfume de veinte lucas, andar sobrio.
-Vengo a hacerte el amor, y en una de esas, hasta cogemos si nos sobra tiempo -propuso y me dejó en stand by, totalmente flechado por sus encantos-.
-Compro! -dije con una evidente cara de ensoñación-. Pero pará, mo me saldrás después que quedaste embarazada al toque. ¿No?
-Relax -tratando de calmarme-, ya entré en la menospausia. Mimame.
Así lo hice, puse un disco de grandes éxitos de Raphael, 2 copones con Rama Caída, y unos trocitos de mortadela cañón para picotear hasta que se termine la charla y arranquemos con la sesión amatoria. Encendió las velitas con su fuego natural y empezamo con un franeleo controlado hasta llegar al climax de la exitación, con los ojos llenos de amor, nos cogimos. después del cuarto orgasmo celestial, se durmió en mis brazos. Pasamos la noche sin despegarnos, las otras chicas ya se habían retirado, e Inga se fué a su cucha. Me sentía en el limbo, en el mismísimo amanecer del amor verdadero.
Se despertó como un ángel en mitad del paraíso. De pronto, se transfiguró, me miró como si hubiese visto a Belsebú. Saltó de la cama.
-No, no puedo, me cortás las alas, quiero seguir volando -me dijo-. Siempre el mismo manipulador.
Y, se fué ella también.
La concha de la lora, estoy meado por las dragonas. No entendía un soto, si yo estaba tranqui, solo, entraron de prepo en mi vida, y de prepo se fueron. Tamadre.
-Ingaaaaaaa -grité para que despertara-.
-¿Qué te pasa, loco de mierda? -preguntó, mientras se lamía las lagañas-.
Preparé el desayuno para los dos, le fuí contando paso a paso todo lo sucedido con los ojos llenos de lágrimas. Condoliéndose de mi estado, se sentó en mi falda, y una cosa trajo la otra... Cepillo. Hasta que me acordé que en su otra vida era Henerik y se me bajó el líbido de un plumazo.
-¿Qué te pase, che? -preguntó-.
-Sos un guacho, guacha -respondí-.
-En mi otra vida, pelandrún -siguió-. Y paso a explicarte, en Noruega, éramos los mismos, pero distintos, alternadamente, vida tras vida, fuimos alternando como nene, nena y, viceversa. Hoy por hoy, vos nene de vuelta y a mí me tocó ser nena y como tal siento y vivo como nena, lo tengo totalmente asumido y me gusta, no tengo que seguir ningún tipo de protocolo si quisiera empomarme un macho, me lanzo, y pican. Los varones son calentones por naturaleza, y con tal de sacudir el juguete, poco les importa si les gusta o no la fémina del momento mientras les den bola. A las pruebas me remito, te cogiste 7 dragonas, y vos, dragón no sos.
Planteado de esa manera, uno entiende. Seguimos cepillando un rato más mientras acomodaba mi cabeza. Nos fumamos un pucho que ella encendió con su aliento, pegamos un sandwich de milanesa y una Andes origen, y después de la siesta, ella en su cucha, yo en mi cama, nos sentamos en el jardín a charlar un rato.
-¿Qué tal tu reunión de chicas, anoche? -comencé-
-Re linda -me dijo-, hacía siglos que no las veía, literal. Son un cago de risa. Me enteré de cada cosa, al gordo Olaf se le dió por adelgazar y se quizo poner un cinturón gástrico, obvio que en aquella época no existía tal cosa y perdió una gamba porque los médicos no sabían por dónde arrancar, así que le serrucharon el dedo meñique de la pata, y a medida que se le iba engangrenando lo seguían cortando de a pedazos hasta llegar al estómago, también se lo sercenaron, al poco tiempo, murió, se cayó del barco en el que iban a conquistar Groenlandia por no saber manejar bien la pata de palo, y en el aire se lo morfó una orca.
-Contame un poco el tema del sorteo para estar conmigo -le dije-. El por qué, todas me decían: Siempre el mismo.
-El tema es que dejaste el tendal en aquella vida -comenzó-, no dejabas títere con cabeza, y como eras medio cagón, nunca te uniste a ninguna cruzada conquistadora. Así que las chicas se la pasaban solas 10 de los 12 meses del año y vos eras la única opción de sacarse el gusto. A todas les jurabas amor eterno, pero salías de la casa de una y vovías a jurarle amor eterno a la moradora de la casa del lado y así sucesivamente por toda la aldea. Hasta que un día te emboscaron para lincharte, y te condenaron a una maratón sexual de la que no pudiste salir vivo, tu cuerpo lo echaron al mar, no se supo más de vos. Se comenta que te lastró la misma orca que terminó con Olaf tiempo después. Como era costumbre de aquellos años, la mascota del condenado, en este caso yo, corría con la misma suerte y me tiraron al mar atado a vos.
-Ah, o sea que estas dragonas ¿Son la reencarnación de aquellas minas?  -pregunté-
-Cerca -respondió-.
-¿Cerca? -le consulté sorprendido-
-Son la reencarnación de los maridos -contestó-, todo el mundo sabía de tus cualidades de semental, y ellos, tanto tiempo metidos en un barco juntos y sin mujeres cerca, bueno, la carne tira, y se empezaron a tirar entre ellos. Al enterarse de vos y de mí, se pusieron chochos, me usaron de nexo para llegar a vos y aprovechando su nuevo género, quisieron sacarse el gusto. Pero vos, siempre el mismo, narcisista, manipulador emocional, insensible, sexópata, egoísta, desprolijo, no hay vida que te cambie.
Al cabo de un momento de reflexión sobre lo que parecía ser una constante en mi accionar, le pedí a Inga me acompañara a la vereda, una vez cruzado el umbral de la puerta, le pegué una patada en el culo y la eché de casa, que a los gritos en vuelo razante a Venus seguía a los gritos: Siempre el mismo culiaooooo...
Mientras retomé la limpieza de casa, encontré la tarjeta de Luciano, lo llamé, charlamos un rato, cero rencores entre ambos. Volvió, en el recuentro, un abrazo sostenido, lleno de emoción, sintiendo por primera vez el calor de... ¿Sus tetas como melones?
-¡Luciano! -exclamé-
-Luciana -dijo inmediatamente- Yo también tuve algunas reencarnaciones. Pero sí, soy nena. Sólo tengo la voz ronca porque una de mis vidas la pasé en Cuba me hice adicta a los puros Cohiba, Llegué a fumarme hasta 14 por día, eso y mi sexo me acompañan hasta hoy.
-¿Te puedo hacer un body painting? -le pregunté-
-¿Para? -preguntó-
-Después de cogerte te cuento -dije mientras buscaba la brocha y la pintura indeleble-
-Siempre el mismo -dijo con una sonrisa-, artista... Partime en dos, papucho.

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