miércoles, 29 de diciembre de 2021

JACINTO Y SU UNIVERSO PARALELO

Disfrutando de mi celibato, decición que tomé de forma voluntaria para limpiar mi alma de malos pensamientos y actitudes banales (en realidad no hay mina que me dé bola, soy muy boludo, y ando muy crocante)  para conectarme de lleno con mi yo más profundo, el núcleo mismo de mi existencia, abrir mis chacras desde adentro, y expandir mi luz a la oscuridad de los mortales promedio para regarlos con mi incipiente sabiduría y aura inmaculada. Claro está que lleva un tiempo llegar al sumun de la pureza divina a la que estaba dispuesto a llegar, y como ni miras tenía de ponerla, el tiempo me sobraba.

Para entrar en la espiritualidad y la energía universal, abordé algunos libros de metafísica, Reiky, Zen, Corán, Cábala, y la biografía Roberto Galán.
Una vez completada la primera etapa de mi aprendizaje puse a prueba mi integridad emocional para saber si ya estaba preparado para la segunda face, y le dí play a todo volumen a “Libre, solterito y sin nadie” de Leo Dan. Al límite de mi fuerza interior, pude surfear las tentaciones de mis sentimientos ocultos y evité con éxito el salir corriendo a las Ponce para sacarme de encima tanta acumulación láctea, enfocando mi mente en que toda esa reserva, no era más que energía sobresaturada de calcio, magnesio, fósforo y zinc, así como vitamina D, A y del complejo B, especialmente la vitamina B12 y la riboflavina, para ser dosificada con criterio en el camino a la sanidad espiritual. Mi tercer ojo dejaba su epicentro ubicado en mi ombligo para ascender a mi frente como dicta la ley de purificación del karma.
La segunda parte de mi redención pasó por la meditación profunda y conectarme con los venerados Lamas ancestrales, con la escencia pura de las grandes corrientes religiosas, Confucio, Buda, Jesús, Jim Morrison, entre otros. El único con el que pude conectarme fue Ricky Maravilla (lo tengo de amigo en el Facebook) con el que tuvimos una lindísima charla mediante chat telepático, donde me hizo un montón de revelaciones trascendentes; ya sé que es lo que tiene el petizo.
Ya en la cima del conocimiento, sólo me quedaba abarcar la tercera etapa, la que me dejaría en el umbral mismo de la superación definitiva, emprender un viaje astral hacia otras dimensiones. Pero antes de separarme de mi cuerpo debía despojarme de todo el lujo material que como un avaro juntaba y me rodeaba, dejar mis pertenencias más preciadas a quienes realmente las necesitaran. Así que renuncié sin prejuicios y altruista al extremo a mi yo-yo Russell y mi colección de billetes de un Austral, no tenía más nada de valor, ni de sin valor. Me recosté en el living de mi casa vacía de cualquier tipo de posesiones (como desde hace 10 años, hasta el sommier que era una herencia de un tío mío se lo había quedado mi ex) buscando la concentración y después de 6 horas 38 minutos y 7 segundos del cuarto día hábil de meditación (tendría que corregir mis tiempos de concentración/distracción), comenzó mi viaje, mi aura viajera ya sobrevolaba la isla de los patos, exultante, inmersa en una fascinación desmesurada, cruzando las sierras chicas hice un alto para orinar y comerme un pancho, y seguí yendo a lo que el tiempo deshace, como dice el Nano; cerca de las Salinas grandes... perdí la brújula, una especie de shock parasensitivo se apoderó de mí, y desperté en el mismo lugar de donde había salido, pero en lugar del suelo, en tremendo sillón de 5 cuerpos y con mi casa recién pintada, totalmente amueblada, llena de cuadros de pintores de renombre, con todas las comodidades y más, y sentado frente a una Imac de última generación, yo. No este yo viajero, otro yo, igual a mí, pero limpio, luciendo una bata blanca inmaculada, perfumado y, bien peinado. Puta madre, nos tocamos y se crea la paradoja como planteaba el Doc Emett Brown de Back to the future allá por el ‘85, y caput, desaparecemos los dos. Traté de esconderme para no alinear sus ojos con los míos. Ya era tarde. El contacto se había establecido.
Ante mi extremadamente visible expresión de terror, ese otro yo me dijo: “Para, Jacinto. No angusties. No pasa nada”.
-¿?¿?¿?¿?¿? -yo-.
-Relax. No hay paradojas posibles -dijo-. Es todo un circo de los guionistas de ciencia ficción. Después de las Salinas tendrías que haber doblado a la izquierda, pero como tu GPS astral andaba con poca señal, doblaste a la derecha, chocaste contra un piquete de almas penantes pidiendo asignación universal de almitas, y subsidios porque no llegan a fin de mes y no pueden comunicarse con los médium después del día 15. Te desmayaste, pero tu viaje siguió con piloto automático, el desvío te hizo cruzar de un universo paralelo a otro y, acá estás.
-O sea ¿Vos y yo somos las caras de una misma moneda? -pregunté mientras le estrechaba la mano-.
-Ni más ni menos -contestó-. Somos el mismo tipo caminando a la par pero en dimensiones diferentes, manejando los mismos tiempos, aunque con realidades diametralmente opuestas. Vos sos un fracasado crónico, yo un tipo exitoso y con suerte. En esencia, somos el yin y el yan de la misma persona. Sólo que tus derrapes, superan cualquier expectativa.
-Joder -exclamé-.
-Quedate unos días así aprovechamos para conocernos más íntimamente, y buscar la forma de rehacer tu vida, de una manera más razonable y menos lamentable -me dijo, en tanto servía una medida de ron para cada uno-.
El culiao la pasaba bomba, auto eléctrico de última tecnología, smart house, y hasta un enano de jardín de yeso que le cortaba el pasto y le regaba los malvones. Esto del universo paralelo me estaba quemando la cabeza, no por el hecho de que pudiera o no existir, sino porque a mí me había tocado la paralela más chota.  Este Jacinto era lo más parecido a este yo Jacinto que siempre había soñado. Al tipo no se la caía la tostada del lado de la mermelada, y cosas que por simple que parezcan, eran demasiado intensas para mí como para no sentir una tremenda e incontenible envidia de mi otro mi mismo. Al instante me dí cuenta que estaba en viaje a mi superación, y este guaso me había allanado el camino mientras me rascaba el culo en mi vida vida, sólo tenía que esperar que me contara como fué que llegó a estar como estaba, tranquilo, con todo en orden.
Trajo a modo de previa, unas lonchas de jamón ibérico, un gruyerito en cubitos y un par de fernet con Coca preparado a la cordobesa 70/30 con la cantidad justa de hielo. Compartimos algunas anécdotas en común, claro, cada uno desde su paralela. Yo la Yoly Pereyra, él con Nicole Sotto Vocce Argañaráz. Mientras la Yoly me hacía una denuncia por violencia psicológica (le había dicho que estaba loca si pensaba que los iba a albergar a ella y su ex en mi casa), Nicole le regalaba un Iphone 13 para que la mensajeara con cosas sucias porque la calentaban. Cuando compré el 600 (de papeles, bien, gracias), él se ganó un Tesla Model 3 en la rifa del Centro Vecinal del Golf Club de su barrio privado.
Todo, absolutamente todo, le salía redondito. ¿De qué dependía esa abismal diferencia entre nosotros?
¿Por qué de un lado era todo color de rosa y del otro gris? Y lo más depresivo, ¿Por qúe yo nací del lado oscuro de la luna, y él de la cara bonita? Tamadre, demasiadas preguntas sobre un yo partido al medio. ¿Éramos uno, dos, o ninguno?
Hice la prueba de los gemelos idénticos, con una aguja le pinché el culo, pero yo sólo sentí la puteada de su parte por haberlo pinchado.
-Dejate de boludeces y vamos a dar una vuelta -sugirió-. Quiero que conozcas un poco mi entorno, la Córdoba que yo vivo.
-Excelente!!! -aprobando la invitación-. Pero dejame darme una ducha y prestame algo que ponerme, porque el viaje astral me dejó echo un asco.
Recién bañado, con remerita Lacoste, jean Wrangler, soquetes Nike, Zapatillas     Adidas Solar Glide 19, Rolex Presidente y perfumado con Sauvage de Christian Dior. Jacinto cool, me había equipado como para invitar a Maria Grazia Cucinotta a Le Jules Verne, en la torre Eiffel, para ver a París en su esplendor mientras nos matamos a besos.
Pasamos por la Cañada, iluminada como la avenida de los Champs-Elysées, con góndolas navegándola mientras los gondoleros cantaban “Soy cordobés”, “Quién se ha tomado todo el vino”, “Bandido”, y otros temas románticos a sus eventuales pasajeros, la Torre Ángela era 2 metros más alta que el Burj Khalifa con un resto a 830 metros sobre el nivel del mar con una vista panorámica de 360 grados donde se veía casi  hasta Mina Clavero, excitante 100%, me hubiera encantado ir, pero tengo vértigo y dejé el Reliverán en mi paralela. Circundando al Patio Olmos un vergel lleno de flores de todas partes del mundo símil a los jardines colgantes de Babilonia, pero más grandes; hologramas cruzándote con publicidad; la Avenida Colón como “The Strip” la calle principal de Las Vegas; frente al Buen Pastor erigido el Cerro Colorado, con sus pinturas rupestres y un pub muy copado donde Don Ata, te recibía con un copón de vino Château Lafite Rothschild de la cosecha 1787. En fin, esta Córdoba, era otra Córdoba, independizada, con salida al mar desde el río primero, que contaba con un puerto más grande que el de Hong Kong a la altura de Bella Vista. Agarramos pista por la Ricchieri rumbo al barrio Japonés, barrio Chino en mi paralela, recalamos en una franquicia de Sukiyabashi Jiro, merecedor de la estrella Michelín, nos dimos un saque con sake y salame de Oncativo esperando que llegara nuestro pedido, sushi (roll coronado con caviar, rellenos con langostinos y salmón empanizados y fritos y, queso crema), de postre pedimos un fresco y batata, el mío con membrillo, con uno de esos tecitos famosos de los japoneses, que dos geishas muy amables nos sirvieron siguiendo el ritual tradicional.
Nos acompañaron a degustarlo, ellas se pidieron un par de whiskys. Charlamos (al pedo porque hablaban en japonés y ni yo Jacinto, ni mi otro yo Jacinto, entendíamos una mierda lo que decían), ellas reían... ¿?¿?¿?
Un par de horas después, cerca de 18 whiskys de por medio (ellas), las chicas se retiraron ante nuestra insistencia de que nos acompañaran a la Sala del Rey, que en esta dimensión era como el Radio City de Nueva York, inmediatamente después, 3 japoneses del tamaño del Fujiyama y con la misma efervecencia, como 3 luchadores de Sumo de peso completo con ese pañal y el rodetito que portan por la vida, se pararon detrás nuestro con la boletita de la cuenta que obviamente incluía la consumisión de las chicas. 162.995,17 yenes, o sea 1.425,30 dólares, bueno, a guita nuestra de hoy, 1.457.85,53 pesos, o sea, prácticamente lo que había ganado en toda mi vida... muchos más. Tamadre.
Suponía que siendo yo el invitado, mi Jacinto paralelo se haría cargo de la cuenta, error, cuando volví de mi asombro, el culiao ya se había ido al auto y dejó dicho al maître que me esperaba ahí mientras yo arreglaba. Ante la ausencia de fondos de mi parte, al fondo me llevaron y me usaron de sparring por unas horas. Flameando, maltrecho y sangrando tanto que le podría haberle hecho una transfusión completa a un hipopótamo adulto, volví al auto, y en el momento de subir, el otro Jacinto me miró y me dijo:
-Ah, picarón, al final, te enfiestaste con las geishas. Vos sabés que me parecía que ya les venía la regla por la cantidad de calmante etílico que tomaban. Ahí tenés una ducha pública -señalando una casillita en la vereda-, te enjuagás un poco y seguimos.
-Ma qué regla, ma qué geishas, me agarraron los 3 gordos XXXXXXL porque yo no tengo un mango y me hicieron sandwichito cagándome a panzasos mientras vos salías mutis por el foro -le dije enculadazo-.
-Jacinto!!! -comenzó riéndose- Hubieras pagado con débito virtual.
-Culiao, hijo de mi misma y puta madre paralela -más enculado y a punto de meterle un coñazo entre los ojos-. Vengo de otra dimensión, no traje una moneda (ni la tenía en la mía).
-Con pasar el dedo en el postnet digital, suficiente -replicó-, tenemos la misma huella paralela. Lo descontaban de mi cuenta.
-Avisá, culiao -dije-. ¿Y ahora me lo decís? Con razón me querían agarrar el dedo, yo creí que era como en las pelis cuando los Yakuza, que se los cortan y los ponen en un pañuelito a modo de deshonor. Tamadre, no entiendo japonés, y los gordos venían sin subtítulos.
-Dale, subí y sigamos -mientras sonaba en la Pobre Johnny un tema de Franco de Vita (¿?)-.
Fuimos hasta la plaza Colón que había feria de artesanos onda Plaza Francia de Buenos Aires, pero las artesanías ofrecidas eran micro chips, mascotas robot, celus, tablets y, muñecas inflables, entre otras manualidades. Muy pintoresco. Me llamó la atención que al lado de la fuente había un centro vacunatorio ofreciendo la dosis refuerzo. Me separé un poco del otro Jacinto y aproveché a ponérmela a fin de completar mi plan de vacunación, ya que con todo el ajetreo de mi evolución espiritual, pegué viaje astral sin pasar antes por el Orfeo a colocarme la vacuna. Dentro, tres puestitos, uno decía: Rusa; otro: Yankee; y la otra: China. Encaré hacia la Yankee porque puestas tenía la Sputnik, la Sinofarm, y me pareció prudente tener la tercera variante a modo de integración internacional (sí, ya sé, una boludez... Soy así de choto). Salí de ahí y me sentía medio raro, veía todo distorsionado, caminaba como pisando huevitos, medio sobreexcitado, y sin registro de dimensiones; me tomé un paracetamol como indica el reglamento y... Nada, che. Cada vez peor.
Viendo mi estado se me acercó Jacinto y me alcanzó a agarrar antes que me cayera.
-¿Qué te pasa, Jacinto? -me preguntó-.
-Nada, me puse la vacuna y me cayó como el orto -respondí balbuceando-, con las dos anteriores no tuve problema, apenas unas líneas de fiebre y nada más, pero ésta, me está matando.
-Bolú, prengutá -comenzó a explicarme-. En esta dimensión, la droga es legal y gratuita por DNU de un presidente drogón que tuvimos y nunca se abolió. Hay puestos de inoculación por todos lados. ¿Cuál te pusiste?
-La yankee -respondí-.
-Heroína 100% pura -dijo moviendo su cabeza de lado a lado, preocupado-.
Me llevó cagando al de urgencias y ahí me dieron el antídoto, un supositorio de más o menos 11 cm que me clavaron sin vaselina. No se si el efecto era instantáneo, o por el desvirgue, la cuestión es que en minutos ya estaba joya de nuevo, pero con el culo desgarrado. 7 puntos de sutura y anestecia local fueron suficientes. salimos de ahí, yo caminando a lo cowboy.
-Mañana la seguimos, vamos a casa ahora -sugirió-. Tomamos un Zumuva con Pritty, charlamos un rato y después descansamos. Debe haber sido un día larguísimo para vos entre el viaje y la recorrida.
-Sí, mejor -respondí mientras buscaba la forma de sentarme en el auto sin que se me saltaran los puntos-.
Al llegar a la casa, nos acomodamos en el living, preparó un par de baldes con el Pritteado, en tanto proyectaba un holograma 8K, 4D, de unas chicas haciendo pole dance con los compases de Pepino di Capri de fondo. Un amor. Qué placentera y sin contraindicaciones, la vida de este condenado. Nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, sentí una suave caricia en mi nalga, como haciéndome sana sana del percance de la noche anterior. Tamadre, el otro Jacinto me quiere hacer suyo, pensé, pero me frotaba las pompis con tanta ternura, que lo dejé seguir. Total después, lo parto a piñas. Pero no, acto seguido, una vocecita angelical me dijo al oído: Señor Jacinto, el almuerzo está listo. Son las 14:30 horas ¿Lo ayudo a vestirse?
Volteé para mirar de quién era esa voz, y ahí estaba ella con sus blondos cabellos danzando en cámara lenta ante la brisa proveniente del aire acondicionado (a 24 grados por supuesto), esos ojos azules, esa boca de fresa, esa piel inmaculada y apenas dorada, y sus piernas largas con sus piecitos... ¿Rueditas? Sí, era un robot muy bien logrado, con rueditas por pies. Daba igual, estaba re buena con rueditas y todo. Ayudó a vestirme (al pedo porque ya sabía vestirme solo) y fuí al comedor, allí Jacinto me esperaba con un vertmucito y empanaditas de copetín de jamón y queso.
-¿Descansaste? -preguntó-
-Como un bebé -contesté-.
Ya en el plato principal, colita de cuadril mechada con panceta ahumada y ciruelas, salcita al oporto y, papines andinos a la manteca con hierbas, me contaba como era su vida, yo la mía. El pibe no laburaba, yo tampoco; la diferencia es que él vivía de las ganacias de la bolsa y el mercado bursátil, y yo de las bolsas que desechaban los McDonalds en los contenedores orgánicos (a veces también había alguna que otra papa frita). Comenzó a explicarme como llegó donde llegó, donde invertía, donde tenía el efectivo papel y virtual, lo tecnológicamente avanzada que estaba su paralela, hasta cada cuantos kilómetros le hacía a su mascota robotizada (un mastín tibetano), y el control por el cual cambiaba el aspecto de las domésticas, a veces con la fisonomía de Scarlet Johansson, otras con la de Jujuy Gimenez, Angelina Jolie, Zulma Lobato, etc. según el estilo de mujer al que a él lo calentaba esa semana, pero siempre con rueditas.
Demasiado perfecto, irreal, magnífico... Yo quiero!!!
Pasaron algunos días y la idea del bon vivir crecía como una obsesión en mí, y como en mi paralela, los malos pensamientos son moneda corriente, ningún cargo de conciencia me invadió, al contrario.
Aproveché los momentos en que Jacinto iba a Pilates o al spa para reconfigurar los micro chips y los programas de su smart house y su personal de servicio, y si bien nuestras huellas digitales eran idénticas, hice un cambio clave, haciéndome una pequeña cicatriz en el pulgar para que él no tuviera acceso a nada de lo suyo. Así fué que las domésticas ignoraban sus pedidos, la casa no respondía ni para correr las cortinas, y la mascota animatrónica le destrozaba las medias. Lo que al principio él tomaba como fallas de sistema, poco a poco se fué tornando desesperación, ya que ni el teléfono, ni el celu le daban bola.
Traté de tranquilizarlo (verdura), le sugerí hiciéramos meditación y pegáramos un viaje astral a mi paralela para que cambie de ambiente, y de vuelta todo se iba a arreglar. Me lo agradeció, aceptó mi propuesta. Cuando ya estaba en un nivel superior y a punto de emprender el recorrido pude proyectar su aura a 75 grados para mandarlo por la tangente y creé una paradoja de la cual no pudo volver nunca más, ni con un viaje a bordo del Enterprice con el señor Spock de timonel.
Ahora vivo la vida que no merecía, rascándome el culo 7 por 24 y, cada tanto me doy una vueltita por mi paralela original para dejarle lechuga y agua al Patricio (mi hámster) y, regar las hortensias.
¿El otro Jacinto? Cuando pueda le mando un mail para saber como está, aunque donde fué a parar, creo que recién están descubriendo el fuego. Me dá una pena...

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