a un suspiro del amor eterno,
a un susurro de guardar el secreto,
que nada devela que nada altera,
y en la frontera de aquellos besos,
que Alfonsina a la inocencia robó.
Encendida como una noche de abril,
con su túnica blanca y descalza,
día tras día transitaba la playa,
perfumando con su piel la marea,
llenando el espacio con su canto,
terciopelo profundo de notas claras.
Alfonsina hacía castillos de arena,
que el viento cuando ella dormía,
se encargaba sin prejuicios de deshacer,
sólo por verla hacerlos de nuevo,
siempre con la misma sonrisa,
siempre con la misma constancia.
Él la amaba en su precaria forma de amar,
y se disfrazaba de brisa para acariciarla,
ella lo amaba en su tierna forma de amar,
haciéndole nuevos castillos de arena,
y ninguno de los dos en su testarudo juego,
nunca a su cita se atrevieron a faltar.
Me encantan tus microhistorias!!me encantó esta.
ResponderEliminarTe quiero papii