Su cama era cualquier vereda,
que estuviese a mano de su cansancio,
y bajo el mismo cielo que los
demás,
intentaba conservar la sombra a
sus pies,
por que teniéndola controlada,
la oscuridad no llegaría a su
corazón,
y nada lo contaminaría,
ni a nadie podría con su amor
lastimar.
Tenía demasiadas metas,
para sólo un punto de partida,
un perro fiel hasta que una
gata,
con sus encantos se lo llevó,
tenía en su imaginario universo,
más respuestas que preguntas,
y eso, definitivamente,
no lo ayudó mucho a crecer.
Trabajaba en la magna idea,
de armar revoluciones,
de esas que desarman la
monotonía,
instalada en las mentes
livianas,
y así podría, definitivamente,
dar lucha a los dueños de la
codicia,
y devolver gratuitamente el
aire,
a quienes respiraban de
prestado.
Diego disponía de errores a
favor,
que atenuaban sus errores
nuevos,
tenía una canción que siempre
cantaba,
por que un hada se la gravó en
su alma,
mientras nadaba sobre las nubes,
en una larga noche de tequila,
la cual le dejó una borrachera
eterna,
y una resaca que nunca fué.
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