desde el largo de sus piernas,
hasta lo salvaje de su cabello,
bailando al compás del viento,
y a pesar de sufrir ausencias,
como todos las padecemos,
sus ojos azules deslumbraban,
el lomo distante del horizonte,
que buscaba sin suerte,
poder alcanzarla algún día.
Olivia llenaba de poesía,
la pausa ingrávida de la siesta,
durmiendo sobre la hierba,
obsequiando toda su piel,
dorada y sin pudores,
a los deseos ocultos del sol.
Olivia sufría de ausencias,
pero nunca lo reflejó su rostro,
y su tristeza contenida,
sólo la conocían las estrellas,
hasta que el tiempo quiso,
que ella fuera la ausente,
y sin derramar una lágrima,
la noche se llenó de ausencias.
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