Dibujó un corazón vacío,
sobre el vidrio empañado,
en él escribió su nombre,
y tantos puntos suspensivos,
ausentes de iniciales,
hasta el límite de su aliento.
Demasiada lluvia por fuera,
demasiados silencios adentro,
un gran reloj insobornable,
contando las horas por dos,
a la luz de viejos candelabros,
ahogados,
en la cera de su indiferencia.
Luisa desabrochó uno a uno,
los botones de su vestido bordó,
dejándolo caer despacio,
como sus lágrimas sobre sus
mejillas,
siempre tersas, siempre
esperando,
el descuido de algún
desconocido,
que con la misma lluvia
un beso rebelde dejó escapar.
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