Perfumados los caminos de huellas sin fin,
de florcitas silvestres nacidas de la nada,
de tierra tamizada por el tiempo,
y un montón de destellos de un sol quejoso,
retoños fugaces que se pierden en un suspiro,
entre el hoy y el ayer de un crepúsculo.
Hay hadas revoloteando mis sienes,
escapando del despertar sexual de los duendes.
Los pocos y largos pelos que cuelgan de mi cabeza,
parecen madurar con la imprudente brisa,
que en pequeños y certeros embates,
despejan mi frente a merced de los pensamientos,
mientras que mis pasos, a duras penas,
remontan la cintura agreste de la montaña.
El universo a mi alrededor se llena de verde,
y de uniformes silbidos desde los espinillos.
Todo va cambiando de uno a otro parpadeo,
el chico que anda en su bicicleta blanca,
y que de pronto con una audaz maniobra,
sortea un tronco yerto y levanta vuelo,
y en tanto me saluda sonriente,
se pierde en los azahares de la inmensidad.
Y ella, que en su siesta no me espera,
deja por descuido sus pechos al descubierto.
Quizá el humo del último cigarrillo,
quiebre sin querer la melodiosa armonía,
que a mis pies como una alfombra mágica,
me transporta sobre los portales del silencio,
dónde el eco respeta las consignas,
mientras yo voy rompiendo con las reglas.
Seguramente mañana seré en mí, otro tipo,
seguramente mañana, todo empezará de nuevo.
lunes, 21 de febrero de 2022
CAMINITO VERDE
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