Se despierta su boca,
para despertar la mía,
mientras ella duerme,
como yo duermo,
y juegan a escondidas,
sin nosotros saberlo.
Se acarician en sonrisas,
rozándose se exploran,
en el tiempo heredado,
de la noche que no acaba,
compartiendo los secretos,
que los besos guardan,
los domingos de lluvia,
poco antes de las seis.
La serena rutina del deseo,
prudente las invita a bailar,
esa silenciosa melodía,
de los amantes primerizos,
donde aguardan los excesos,
en un marco de ternura.
Sin prisa llenarán las páginas,
que los recuerdos reclaman,
a lomos de los amores eternos,
que sólo viven un momento.
Se despierta su boca,
para despertar la mía,
mientras ella duerme,
como yo duermo,
para prodigarse en labios,
las pasiones postergadas,
que las sábanas no supieron,
darles curso, ni lugar.
miércoles, 26 de enero de 2022
SU BOCA Y MI BOCA
martes, 25 de enero de 2022
SIN CUMPLIDOS
Un gato,
a modo de despedida,
lamió su mejilla,
caminó a su alrededor,
ronroneó como un suspiro,
y volvió a los tejados,
para seguir al descuido
seduciendo a la luna.
Una tibia brisa,
lo arropó con hojas caídas,
mientras le acomodaba,
prolijamente la solapa,
llevando su perfume,
hasta la próxima esquina.
Pasos indiferentes,
oídos sordos,
miradas esquivas,
y esa sensación vacía,
que sobrevuela el desencanto,
de no esperar más nada.
Alguien se sentó a su lado,
sacó un cuadernito,
una vieja lapicera a fuente,
para escribirle su amor,
a esa mujer que pronto lo olvidó,
cuando marzo nacía;
derramó dos lágrimas,
que secó con su manga,
despacio se incorporó,
y como guijarros, tras de sí,
dejó caer una a una,
las partecitas de su corazón,
a lo largo de la avenida.
Mientras lo sentía alejarse,
él, inmóvil y a la espera,
ya descalzo sin más sueños,
en el cemento insensible,
entregado a la noche prematura,
que reclamando sus despojos,
buscará un lugar en sus historias,
para darle un digno final,
y con una balada de fondo,
se lo pueda de una vez llevar.
lunes, 24 de enero de 2022
NO VUELVE A CRECER EL PASTO
Siento con angustia,
el sabor de tus aguas,
que antes, vertiente clara,
para alimentar mis entrañas,
surcaban con el sol a cuestas,
y la sangre expuesta,
de tus raíces maltratadas,
salvajemente desnudadas,
por la codicia de los unos.
Siento sordos trinares,
en nidos que ya no son,
aquellos pasos libertarios,
de sus legales moradores,
hasta llegar al abismo,
donde todo desaparece,
que no voverán a ser,
por la indiferencia egoísta.
Siento que he perdido,
mis mañanas con tu abrazo,
tan de verde pintado,
regando mi piel suavemente,
de bellas luces y sombras.
Siento el destino final,
de miles de corazones,
que mezclados con la brisa,
latían al mismo tiempo,
la humanidad salvaje,
como un volcán de vida,
que en el metal de los unos,
no pudo encontrar salida.
Entrarás en la memoria,
del castigo inmerecido,
presa del cemento invasivo,
y los jardines de plástico,
para que ajenos al canto,
que las mañana regalan,
los unos puedan morar,
en su lecho de avaricia.
¿Qué hicieron de tu perfume?
¿Qué hicieron de tu día a día?
Un cementerio invisible,
de lamentos que nadie oye,
un punto imperceptible,
que desaparecerá bajo el pie,
predador de los unos ciegos.
jueves, 20 de enero de 2022
SIN BRANQUIAS
Hoy he muerto.
He muerto sin querer.
¿En qué habré estado pensando?
Quizá estaba distraído,
y pudo tomarme de sorpresa.
No se.
Estaba juntando caracolas,
en el mar de mis nostalgias.
Viajaba en pensamientos,
que no necesitan visa.
Fue ahí, creo que fue ahí,
cuando me estaba enamorando
de una sirena,
que reclamaba por sus caracolas,
y entre sus insultos,
pude robarle un beso,
después charlamos,
de cosas que para nada sirven,
ella nadaba al lado de mis pasos,
la orilla, la playa,
las olas suaves,
y ese perfume a mar.
Ella me miraba,
yo buscaba la forma,
de que forma,
podría hacerle el amor.
En un momento de locura,
me tiré a las aguas,
para abrazarla,
para hacerla mía,
y en ese momento,
ya no recuerdo.
Hoy he muerto.
He muerto sin querer.
Mientras besaba a la sirena,
¿O era ella quién me besaba?
¿O fue después de eso?
No sé.
PUTA MADRE CON LAS MONEDAS
Soy el que caminaba sobre el horizonte,
cuando creía que el mundo era plano,
el que pintaba las hojas amarillas de verde,
mientras recibían su último responso,
el que encendía en cada esquina las farolas,
para anunciar que la noche estaba en calma.
Soy ese que aprendió a reÍr antes que llorar,
cuando el soplo de vida me abrió la puerta,
y que de tanto buscar las dignas salidas,
nunca, pero nunca, supo cuál era la entrada;
un irracional compendio de contradicciones,
que salvajemente confrontan sin pausa,
y que al llegar la ronda de la medianoche,
comparten un café en algún bodegón oscuro.
Soy el que se armó de fragmentos,
para sentirse alguna vez dueño del todo,
racionando las aguas de la tristeza,
derrochando sin culpas las mieles del amor;
el que tuvo que morir solamente tres veces,
para hacerle el amor cada tanto a la muerte,
y esgrimir en el duelo por perderla,
mi corazón cargado con balas de salva.
Soy el que va borrando sus huellas,
para que nadie se confunda con mis pasos,
y por no ser, se que jamás seré,
el ejemplo a seguir de quién busque caminos;
pero, al margen de las soberbias razones,
mi razón sólo se limita a vivir de a centavos,
como un mendigo de aliento, de sonrisas,
de rostros que muchos duraron un día,
y que a pesar de mi frágil memoria,
ese día, perdurará más que toda mi vida.
miércoles, 19 de enero de 2022
EL VERANO QUE NEVÓ
para vaciar su boca de palabras,
en una tarde sabatina,
de la previa de un verano.
Sus ojos se cerraron,
apenas con abrazarla,
previendo en su imaginación,
las caricias que vendrían,
los recuerdos que nacerían,
al amparo de su piel tan blanca.
En la previa del verano,
ella cosecharía orgasmos,
pequeñitos como suspiros,
de esos que se escapan,
cuando duerme desnuda,
mientras la brisa la acaricia.
Por el puente de los sentimientos,
cruzaría con sus dudas,
la libertad de sus emociones,
o la libertad de sus libertades,
y presa de sus pensamientos,
no hubo voz en su interior,
otorgándole el derecho,
de que podría pasar con ambas.
La luna dejó un vacío,
de aquello que nunca sería,
y que por el afán de ser,
se embriagó de melancolía,
y así, en la previa de un verano,
su corazón se llenó de invierno.
martes, 18 de enero de 2022
EL BOLSO DE SERGIO
Llevaba en su bolso,
cientos de cosas inservibles,
ausencias programadas,
fragmentos de palabras,
pasos cansados,
cielos de nubes negras,
algunos abriles olvidados,
y una sonrisa sin estrenar.
Permutaba recuerdos,
por domingos soleados,
mentiras en el viento,
un mendrugo de pan,
y fotos viejas,
de gente que no conocía,
de lugares remotos,
sólo para hacerse de raíces.
Su cabeza no buscaba,
lo que su corazón reclamaba.
Visitaba los andenes,
y cuando un tren partía,
agitaba su pañuelo,
despidiendo a aquellos,
que viajaban para escapar,
de la vida que no tenían
por los que en la partida,
no fueron a despedirlos.
Llevaba en su bolso,
montones de piedras escritas,
como una bitácora absurda
del destino de sus tropiezos,
un puñado de monedas,
acuñadas con sus desvelos,
y el collar de un perro,
que se fué una primavera
Sus silencios le decían,
lo que nunca quiso escuchar.
No tenía deudos,
tampoco tenía deudores,
nunca tuvo hambre,
sólo un poco de sed,
que saciaba moderadamente,
cuando la muerte,
en alguna pared desnuda,
le hacía un pequeño guiño.
Una madrugada de lluvia,
dejó su bolso en un cesto,
a las puertas de un orfanato,
junto con unas almendras,
una rosa marchita,
y una nota que decía:
“A quién corresponda,
duerme con la luz encendida”.
viernes, 14 de enero de 2022
A VECES EN ENERO
Vivía el amor como una consigna,
que día a día caducaba,
un legado sin reglas,
sin nombres, sin apellidos,
un silencio infinito,
de las noches sin estrellas.
A veces compartía un café,
a veces, un cigarro sin terminar.
Era su vida un espacio,
que habitaba sin miedos,
la muerte, un regalo,
que esperaría paciente,
pero no podía, definitivamente,
darle forma al amor.
A veces caminaba descalzo,
a veces, sólo cantaba.
Quiso un verano fugaz,
hacerlo parte de él,
mezclarlo entre sus mañanas,
esconderlo en sus atardeceres,
y llenar con su sangre,
las fuentes de los mediodías.
A veces merendaba recuerdos,
a veces, apenas soledades.
jueves, 13 de enero de 2022
PIRRILANDIA, DEBUT Y DESPEDIDA
El otro día pasó a visitarme Luciano (mi amigo invisible de la infancia), hacía tanto que no nos juntábamos, creo que la última vez fue cuando cumplí 6 años y me regaló mi primera Playboy de julio de 1967 con una entrevista imperdible a Michael Caine (cuando tenga un tiempito la leo, me distraje con otras partes del contenido de la edición), lo cierto es que me dio tremenda alegría y preocupación verlo; primero porque podía verlo tan de carne y hueso, aunque ésto no me demandó demasiada sorpresa, puesto que en los últimos años conviví sin darme cuenta con novias invisibles, dietas fantasmas, y hasta con los bolsillos llenos de billetes de juguete; segundo, estaba muy desmejorado, y no precisamente porque el paso del tiempo le hubiera hecho mella, ya que siendo un producto de mi imaginación no debía tener ninguna razón para envejecer.
-Tas echo mierda, Lucianito. ¿Qué pasó con vos? -le pregunté-.
-Después que nos separamos, pensé que habiendo pasado los mejores años de mi vida siendo amigo de un pibe tan genial como vos, lo prudente sería buscar otro amigo para no caer en el síndrome de abstinencia por extrañarte, y fuí boyando de un pendejo a otro que por “H” o por “B”, a su carácter, cada uno era insoportable. -comenzó a contarme-. Y me fueron deshilachando gradualmente hasta llegar a este estado. Por eso me tiré el lance de buscarte y saber si te acordabas de mí.
-Cómo no me iba a acordar de vos... Fuiste el único amigo que tuve en mi vida. -Le dije con los ojos llenos de lágrimas-. Pero basta de sentimentalismos que no conducen a nada. “A por ellos”. Volvamos a las pistas.
-¡Yessssssssssssss! -Exclamó-.
Y allá fuimos a hacer safarrancho en las entrañas de la Córdoba trasnochada aprovechando su condición de invisibilidad (sólo yo podía verlo) y mi tremendo carisma, juntos seríamos dinamita, dos extraños en la noche docteña a fin de conquistarla.
La estrategia para hacerse de compañía femenina era sencilla aunque por demás efectiva. Íbamos a algún boliche bailable, identificábamos a pares de chicas solas que nos gustaran, pedía algún trago y, me pavoneaba delante de ellas haciendo algún movimiento que llamara su atención (soltar el vaso, trastabillarme, etc.), en eso momento y mediante una acción combinada, yo trataba de mirarlas fijo a los ojos mientras Luciano les hacía un sutil toquecito en las tetas o entre las piernas, lo que generaba además de lo inesperado, una especie de señal sexual inmediata que no podían desestimar. Volvían a mirarme, y Luciano a actuar. No había escapatoria al estímulo, ni a la potencial noche dónde goce sexual ya estaba garantizado de ante mano. De más está decir que mientras yo hacía lo mío con ellas, Luciano formaba parte de los tríos de cuatro haciendo lo suyo, acabando todos sastisfechos.
Rápidamente, mi fama de fantasista sexual había trascendido de tal manera que señoritas del interior provincial, venían a Córdoba para coincidir conmigo en algún lugarcete de encuentro y baile, siempre de a pares, al extremo de dar turnos vía internet mediante un apartado especial que Ticketec había incorporado en su aplicación para mí; ésto, al margen de sexo permanente, nos dejaba buenos dividendos. Al cabo de unos meses pudimos comprar una casona cerca del Paseo Rivera que acondicionamos para atender a las eventuales visitantes como verdaderas reinas, no sólo en lo íntimo, sino que teníamos servicio de spa, sauna, masajes relajantes faciales y corporales, y té con masas vienesas. Para las mayorcitas, un toque de ácido hialurónico en la frente y patas de gallo, y beauty nails en pies y manos.
Placer de corrido para Luciano, para las visitantes y para mí, pero, tanto ajetreo sexual necesitaba de un complemento dietético vigorizante para sostener el ritmo que llevábamos. Desayuno con infusión de cola de quirquincho y frutos secos, ostras y ostiones en el almuerzo, jugo de sandía a la merienda, y cena variada alternando menús afrodisíacos, todo bajo control estricto de una nutricionista de la clínica de Cormillot y, litros y litros de licuado de Viagra para no deshidratarnos; erecciones 7/24 garantizadas. La sala de espera era un hervidero, partidas de truco, backgamon, perinola; en la puerta dos cuadras de cola con carpas, mate, reposeras, pero la espectativa superaba la ansiedad y todas esperaban pacientemente entrar en el “Aposento Real” (el nombre se lo puso Luciano). Decidimos al tiempo cerrar los lunes como los peluqueros, y aún así las chicas no se movían de su lugar esperando al martes.
Cada 4 horas salía a firmar autógrafos y a sacarme selfies, me debía a mi público y éste lo reconocía y agradecía con aplausos, me tiraban corpiños, bombachas, hasta dentaduras postizas y fotos de sus mascotas.
Pero como todo, la fama trajo consigo algunos problemitas de índole profesional, a Luciano le empezó a dar por el centro de sus bolas invisibles que todo el crédito me lo llevara yo, los celos se lo llevaban en andas y comenzó con planteos absolutamente absurdos. Quería ser el coprotagonista visible de nuestro show, el culiao era invisible y era parte de la fantasía porque nadie sabía que estaba en el juego, por otro lado, sin él, no hubiera existido el negocio, ni la magia. Decidimos tomarnos una semanita en julio para tratar de ponernos de acuerdo, buscarle la vuelta para que él fuera parte de la marquesina. Fue entonces que se me ocurrió presentarlo como el mismísimo espíritu salvaje de Adonis, inmaculado en su belleza, insaciable en su manera de enfrentar el sexo, para eso, debía hacer una presentación acorde a tan revolucionaria revelación. Llamamos a mi tía Cachón para que hiciera el papel de médium invocando su majestuosa presencia en pos del goce interminable de nuestras clientas.
Después de una gran estrategia publicitaria e invitaciones a autoridades municipales, provinciales, y nacionales, más agregados culturales y embajadores de países vecinos, las chicas de mi club de fan, admiradoras y público en general, colmamos el Kempes, donde a cada asistente le entregábamos un barbijo, un preservativo Camaleón texturado, y un gel íntimo a modo de souvenir de la gran noche que se viviría. Algunos grupos musicales aportaron su cuota artística como para pasar una noche inolvidable, sin ir más lejos, Pity Álvares nos entregó algunos de sus hits, repartió algunas balas e hizo un cierre espectacular siendo retirado por paramédicos de una ambulancia judicial y chaleco de fuerza multicolor. Apoteótico. Luego, ante la atenta mirada de los más de 50.000 concurrentes, don Saturnino nos deleitó con su número de pulgas amaestradas que las 4 pantallas gigantes reflejaron a la perfección; hasta que llegó el gran final, bajo una lluvia de fuegos artificiales que iluminó con su fantasía la noche del estadio, llegó la tía Cachón en parapente con su vestido de lentejuelas violetas y su bola de cristal retroiluminada para la supuesta invocación de Luciano en su papel de Adonis. Silencio espectral, acting de entrada en trance, los ojos en blanco, algunas convulsiones controladas, repique de tambores, oscuridad plena y, de pronto, un reflector iluminando sólo el centro del escenario, dónde una explosión de harina dejó a la vista del público la presencia gloriosa de la deidad sexual (Luciano). Gritos y susurros, desmayos, tsunami de bombachas y corpiños, peluches, vibradores, y otro haz de luz siguiendo mis pasos, desnudo, desde la derecha al centro del escenario a juntarme con la deidad materializada en harina. Ensayamos una coreo a lo Brodway, y 60 bailarines en escena, todos en bolas, nos secundaron hasta llegar después de 67 minutos de frenesí a un orgasmo múltiple que abarcó todo el estadio. Latieron las tribunas, temblaba el campo de juego, saludamos para retirarnos y... “OTRA, OTRA, OTRA... UNA MÁS Y NO JODEMOS MÁS”, etc. Volvimos.
Interpretamos una que todos sabían... Masturbación en masa sin límite de gemidos y multiorgásmica. ¡WOW! un éxito rotundo, volaban los fluidos como el Concorde superando la velocidad del sonido.
Después del recital de volcadas decidimos ir con Luciano y la tía Cachón a algún pub a brindar con un champán y picotear unos lupines. Volvimos a la casona para descansar, pero mientras dormíamos, la tía que venía cachonda del espectáculo, saltó sobre nosotros que ya estábamos en el quinto sueño, y comenzó a cepillarnos sin el menor pudor. Llamativamente, la veterana nos dejó exhaustos, nos metió manos por todas partes sin solución de continuidad como coneja en celo.
-¡Tía! -exclamamos con Lucianito al unísono-
-¿Cómo?-pregunté-
-¿Cómo qué? -respondió- ¿O acaso te pensás que sólo vos en el mundo tiene un amigo invisible? De pendeja laburaba en un burdel y tuve varias amigas invisibles tan putas como yo... Y acá están volviendo a las pistas, como vos decís.
Luciano entró en depresión al saber que no era el único de su especie, fuimos a un psicólogo, nos derivó a un psiquiatra, de ahí... entre cuatro paredes acolchadas en el neuro-psiquiátrico de Oliva, con electro shocks regulares... Es que siendo yo el que podía verlo y escucharlo a Luciano, se creyeron que venía de la tutuca... semana de por medio, el culiadazo de Lucianito me visita, me trae puchos y Puflitos.
La tía Cachón, la está levantando en pala con sus chicas. Que no es por nada. ¿No? Pero ojalá se le vuelvan todas visibles de golpe... Vieja de mierda.
miércoles, 12 de enero de 2022
SENTENCIA CIEGA
Despertaba sin saber,
de qué lado despertaba,
si donde nacía el sol,
o donde lo esperaba la luna,
y en las miles de palabras,
que soltaba al viento,
buscaba el milagro,
de que alguien lo oyera.
Pasaba horas mirando,
carteles de dentífricos,
para enfrentarse cada tanto,
con alguien que le sonriera.
A veces la vida se le iba,
por la frontera del desamor,
así como alguna vez entró,
creyendo haber encontrado,
el preciso espacio,
para guardar sus historias;
ni tan suelto ni tan loco,
apenitas un destello,
que la noche dejó caer,
en su tacita de café,
poco antes de algún beso,
poco después de un adiós.
Se fue en las alas de marzo,
con su atillo de silencios,
remontando recuerdos,
que improvisaba tras sus pasos,
y encerrado en una lágrima,
dejó que su corazón cansado,
se mezclara entre las gotas,
de la lluvia que lo acompañó.
lunes, 10 de enero de 2022
DORMÍS?
Dormís?
O sólo en mis sueños
siento que dormís?
Tiempo.
Dónde lo dejé?
Quizá en la orilla,
donde tu piel respira.
donde tu boca besa,
donde no hay secuelas,
ni espacios vacíos.
Yendo a ningún lugar,
a mares que no están,
lejos de vertientes,
prestas a alimentar,
sus aguas tan quietas.
Dormís?
O sólo en mí dormís?
Cuando caen las hojas,
al sol,
guardián celoso,
del otoño ciego,
huérfano de lunas,
libre de palabras,
lágrimas de fuego.
Dormís?
Dormís? Dormí,
en mis brazos por hoy,
en mi pecho siempre,
compartiendo sueños,
donde sin permiso,
agosto espera.
TECLAS ROTAS
Si te vas,
me voy en vos,
en los atardeceres rubios,
que duermen y duermen,
entre sábanas revueltas,
en una copa de jerez,
esperando sobre la mesa,
la noche que no llega.
Si te vas,
no serán mis caricias,
parte de tu equipaje,
ni la muerte lenta,
de la eternidad finita,
caminando sin rumbo,
en el desierto incierto,
de tu espalda fría.
Si te vas,
las notas de mi vida,
interpretarán sin vergüenza,
sus últimos desafinos,
y el perfume a sexo,
que bailaba en cada cena,
por la puerta entreabierta,
saldrá de la cocina.
Si te vas,
me iré en vos,
en pequeños detalles,
que no tienen sentido,
al común de los mortales,
ni al más extravagante inmortal,
porque seguramente si te vas,
no volverás a acordarte de mí.
viernes, 7 de enero de 2022
TU FIGURA, TU HABANO Y TU FUTÓN
Recuerdo que hubo una época, cuando los teléfonos de línea eran una necesidad y no un adorno como hoy, que era muy común que vos quisieras llamar a alguien y, por esas putas cosas de la comunicación de aquellos días, las benditas líneas se cruzaran con cualquier otro número lejos del marcado.
Ete aquí que una tardecita queriendo llamar a mi tía Benigna para avisarle que le había comprado el termómetro y se lo llevaría antes que empiece “Un mundo de veinte asientos” para después que se tome la fiebre, ver la telenovela juntos, se ligó el teléfono y me atendió otra mujer.
-Hola, tíaaaaaaaaa!!! -saludé-.
-Perdón ¿Con quién se quiere comunicar? -contestó una vocecita muy agradable-
-¿Tía Benigna? -pregunté-
-No. Está equivocado -dijo-.
-Perdón... -me disculpé sorprendido- Muchas gra...
-No cortés -me pidió-. Los caminos de la vida tienen rumbos inesperados, las cosas por algo se dán. Casualidades que pudieran no ser tales en el universo abstracto de las causal...
-Tranqui, tranqui -la interrumpí-. Tengo que comunicarme primero con mi tía y después la seguimos. Anotá mi número y pasame el tuyo. Termino mi trámite y te llamo. ¿Te parece?
-¡Sí! -respondió con entusiasmo- Beso, espero tu llamado.
Pude comunicarme con mi tía, le llevé el termómetro, vimos la telenovela, le puse la bolsa de agua caliente, la dejé dormida y volví a casa. Esa noche no pude dormir, no solamente porque Gabriela Gili y Claudio Levrino habían quedado en un quilombo difícil de resolver en el final del capítulo 387 de “Un mundo de 20 asientos”, sino porque la comunicación desviada me había dejado picando las ganas de retomarla para ver que onda con... Tamadre, no le había preguntado el nombre ni le había dicho el mío. 3:47 AM, la llamé, no quería que la cosa se enfriara.
-Hola -se escuchó-.
-Hola... Soy el so so brino de Be Be benigna -tartamudeé-.
-¿Quién? -dijo-
-El que te llamó hace un rato queriéndose comunicar con su tía -aclaré-.
-Sí, bolú, ya sé -entre risas contestó-.
-¿Estabas durmiendo? -pregunté-
-No, fumando un puchito mientras me hago un baño de inmersión en leche de hamster hembra virgen -dijo-, difícil de conseguir pero con grandes propiedades anti age y circulatorias. Me llamo Ignacia, pero podés decirme Ignacia... me gusta mi nombre. Sino, Nacha.
-Soy Casimiro, pero mejor, llamame Adriano... Es más cool -improvisé-, tiene un aire muy Celentano de fines de los ‘70.
-Venite y charlamos - me invitó-.
GPS mediante, llegué a su puerta. Me esperaba con velas, nada relacionado con algo romántico, EPEC tenía al barrio sin luz desde la tarde y, lo del baby doll, claramente venía con otras intenciones detrás; paradógicamente, su cuerpito gentil contrastaba bastante con el fuerte olor y el humo de habano que dibujaba su silueta de manera etérea, como así también penetrante (el habano era salteño, no cubano).
Con un delicado ademán de su mano, me indicó que entrara a la casa.
Cruzar el umbral fué como entrar en una peli yankee donde la escena principal pasa en cámara lenta, vislumbrando su figura, los destellos de las velas y un futón rojo en mitad del living como una expresión minimalista en el entorno escenográfico del pop art. O algo así, el punto es que la humareda me estaba pegando un poco en lo que estaba siendo mi percepción de mi entorno. Abrió las ventanas como para clarificar la densidad reinante, hizo que me sentara en el futón, trajo una jarra con jugo de limón y jengibre más 2 vasos que apoyó sobre la mesa ratona, y se sentó a mi izquierda en una silla mecedora.
-Soy psico-sexóloga moderna -como a modo de presentación-. Y sobre lo que estás sentado es el alma matter de mis terapias.
-Wow!!! -admirado por la referencia- ¿Me vas a analizar? Sólo vine a conocerte y, si pintaba, tener un tipo de conocimiento más carnal.
-¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿? -ella-
-¿No me decís que sos psico-sexóloga moderna? -pregunté-
-Naaaaaa, papurro, sado-sexópata violenta -me refregó-. Sacate la abuelita tejiendo de la oreja, y andá bajándote los lienzos para llenarte a fustazos esa nalguita virgen que Dios te dió -dijo mientras sacaba la fusta de una bolsita-.
-¿Me va a doler? -pregunté nervioso-
-Algo más de lo que te gustaría, algo menos de lo que quisieras -dijo detras de una sádica sonrisa-.
En el momento que me bajaba los pantalones y el boxer, se disipaba el espeso humo reinante, ella comenzó a pegarme cachetazos en la cara.
-No! Pará, loca de mierda -le pegué el grito y, un sopapo que la depositó de culo sin escalas sobre el futón-. Mordeme, arañame hasta hacerme surcos con tapitas de Coca, pellizcame los pezones, haceme un torniquete en las pelotas, pero nunca jamás me vuelvas a pegar en la cara. Capicci?
Y comenzó a llorar como una Magdalena.
-Perdoname, Ignacia. Nunca le había pegado a una mujer -le dije arrepentido-, sólo a la Zamantha, un traba que me quiso chorear la cadenita de san Cayetano mientras me hacía sexo oral en la parada del 57, matando el tiempo hasta que llegara el bendito colectivo. Aunque, ahora, somos re amigos en Facebook.
-No, la culpa es mía -me dijo entre sollozos-, soy impulsiva y no te dí la oportunidad de hacerte a la idea de lo que sería esta nueva experiencia para vos.
-Tranqui -queriendo consolarla-, el sexo extremo no me asusta. Tuve relaciones haciendo jumping desde el puente Avellaneda; debajo de la tribuna de la barra brava de Talleres con la camiseta de Belgrano puesta con un prima de Instituto, en un concierto de la sinfónica detrás del guaso que toca los timbales cuando interpretaban la Sinfonía fantástica de Berlioz de alrededor de 54 minutos de duración, con un solo de contrabajo muy sexy. Lo que no tolero es el temita del rostro, es mi carta de presentación, lo necesito que esté siempre inmaculado. Soy la cara de preservativos “El semen domado”. ¿No viste la publicidad? Soy el que interpreta al condón.
-Entonces no cortemos -sugirió-, prometo no ensañarme con tu cara. ¿Querés?
-Sí, sigamos -respondí-.
-¿Te jode si fumo? -preguntó- Es parte del juego.
-Ningún problema -contesté-.
Su figura, su habano, su futón. Una especie de combo erótico extraído de algún thriller francés de los ‘60, encendió el cigarro con una gran bocanada, que exhaló despacio sobre mí; algo que realmente me movilizó, no tanto por su desnudez (aunque claro, siendo calentón como soy era un punto muy a su favor), sino porque había bautizado con algunas hojas tiernas de marihuana al puto habano. Me empecé a reir como un idiota, mientras ella aprovechaba para darme pequeños pero certeros latigazos a lo largo de mi espalda. Ni cuenta me dí de eso. Había participado de orgías, tríos, mi chiguagua... Pero ésto, era muy distinto, siempre sobre mis cabales, apenas un vaso de alcohol, cero estimulantes de ningún tipo. De pronto me dió una pitada, y la mi risa se transformó en un abanico de imágenes un tanto bizarras, ella con 6 tetas y un penacho con trencitas entre las piernas, el futón una gran boca que no dejaba de besarme, el habano como un vibrador gigante que apoyaba en mi pecho en períodos regulares, mientras me mordía las orejas salvajemente. Alucinógenamente alterado, digamos que hacía de mí lo que se le cantaba el culo (que de hecho, en mi estado, también lo escuchaba cantar). Sentía el olor a asado desprendiendo de mis cueros, los ríos de sangre bajando por mis piernas y, no me importaba una mierda.
Su sadismo me estimulaba de manera sobrenatural, quería más y más. Pasadas las 5 de la mañana, Ignacia comenzó a sentir el ajetreo de la contienda, y poco a poco la fue ganando el sueño; cuando ya estaba completamente dormida, me saqué las esposas de los testículos, los ganchos de mis pezones y sus dientes de mis orejas. La amordasé, até sus pies y manos, y la deposité sobre el futón rojo. Su figura desnuda e inmóvil, su habano ya apagado pendiendo de sus labios con sobredosis de Botox, y su futón, testigo involuntario de su desequilibrio sexual, no dejaban de darme ternura. Tomé una copita de ron mirándola embelesado, me pegué una ducha para despejarme, desinfecté las heridas que me había producido, me vestí, llamé a mi tía Benigna, me pidió que le llevara un maple de huevos y un Multi-O para ver la telenovela esa noche (al parecer, Claudio Levrino iba a tener relaciones con la Gilli en el capítulo de hoy).
Me fuí, no sin antes llevarme algunos souvenires, un fernet, algunos de su “juguetes”, un mechón de su púbis angelical y, el futón.
Cerca de las 20 horas llegué a casa de mi tía, le regalé los accesorios de Ignacia para que los usara con el cuerpo embalsamado del tío Roque (ella no sabía que yo sabía que lo tenía en la pieza, en su cama, desde hacía 23 años, nunca lo quiso cremar), al término de “Un mundo de 20 asientos” volví a casa a por el fernet y mi, ahora, nuevo futón a escuchar un long play de Raphael, Ignacia y su romanticismo habían calado en mí, inesperadamente tuve un par de orgasmos espontáneos, empecé a extrañarla independientemente de las laceraciones que me había infligido. La llamé. Volví a su casa a verla. Teníamos un plan.
Abrió la puerta, con su desnudez apenas cubierta por el humo que la abrazaba sutilmente, se lanzó sobre mí, comenzó a morderme y rasguñarme, la tomé fuertemente de los brazos y la tiré sobre el ... Tamadre, ya no estaba el futón, lo tenía en casa. A la mierda la erección, al carajo la líbido, no era por ella, era por el futón, lo que me calentaba, era el puto futón. Me despedí no sin antes dejar que me pegara un par de fustazos como cualquier caballero que se precie de tal lo hubiera hecho, y me marche.
Desde aquel día no volví a estar con una dama, ni a la casa de mi tía que ya había resuelto el resto de su vida, y aparte ya se había enganchado con “Amo y señor” Con Arnaldo André y Luisa Kuliok... Demasiada violencia para mí.
A veces extraño su figura, otras, su habano, pero definitivamente, era su futón lo que más me atraía de ella.