jueves, 13 de enero de 2022

PIRRILANDIA, DEBUT Y DESPEDIDA

El otro día pasó a visitarme Luciano (mi amigo invisible de la infancia), hacía tanto que no nos juntábamos, creo que la última vez fue cuando cumplí 6 años y me regaló mi primera Playboy de julio de 1967 con una entrevista imperdible a Michael Caine (cuando tenga un tiempito la leo, me distraje con otras partes del contenido de la edición), lo cierto es que me dio tremenda alegría y preocupación verlo; primero porque podía verlo tan de carne y hueso, aunque ésto no me demandó demasiada sorpresa, puesto que en los últimos años conviví sin darme cuenta con novias invisibles, dietas fantasmas, y hasta con los bolsillos llenos de billetes de juguete; segundo, estaba muy desmejorado, y no precisamente porque el paso del tiempo le hubiera hecho mella, ya que siendo un producto de mi imaginación no debía tener ninguna razón para envejecer.
-Tas echo mierda, Lucianito. ¿Qué pasó con vos? -le pregunté-.
-Después que nos separamos, pensé que habiendo pasado los mejores años de mi vida siendo amigo de un pibe tan genial como vos, lo prudente sería buscar otro amigo para no caer en el síndrome de abstinencia por extrañarte, y fuí boyando de un pendejo a otro que por “H” o por “B”, a su carácter, cada uno era insoportable. -comenzó a contarme-. Y me fueron deshilachando gradualmente hasta llegar a este estado. Por eso me tiré el lance de buscarte y saber si te acordabas de mí.
-Cómo no me iba a acordar de vos... Fuiste el único amigo que tuve en mi vida. -Le dije con los ojos llenos de lágrimas-. Pero basta de sentimentalismos que no conducen a nada. “A por ellos”. Volvamos a las pistas.
-¡Yessssssssssssss! -Exclamó-.
Y allá fuimos a hacer safarrancho en las entrañas de la Córdoba trasnochada aprovechando su condición de invisibilidad (sólo yo podía verlo) y mi tremendo carisma, juntos seríamos dinamita, dos extraños en la noche docteña a fin de conquistarla.
La estrategia para hacerse de compañía femenina era sencilla aunque por demás efectiva. Íbamos a algún boliche bailable, identificábamos a pares de chicas solas que nos gustaran, pedía algún trago y, me pavoneaba delante de ellas haciendo algún movimiento que llamara su atención (soltar el vaso, trastabillarme, etc.), en eso momento y mediante una acción combinada, yo trataba de mirarlas fijo a los ojos mientras Luciano les hacía un sutil toquecito en las tetas o entre las piernas, lo que generaba además de lo inesperado, una especie de señal sexual inmediata que no podían desestimar. Volvían a mirarme, y Luciano a actuar. No había escapatoria al estímulo, ni a la potencial noche dónde goce sexual ya estaba garantizado de ante mano. De más está decir que mientras yo hacía lo mío con ellas, Luciano formaba parte de los tríos de cuatro haciendo lo suyo, acabando todos sastisfechos.
Rápidamente, mi fama de fantasista sexual había trascendido de tal manera que señoritas del interior provincial, venían a Córdoba para coincidir conmigo en algún lugarcete de encuentro y baile, siempre de a pares, al extremo de dar turnos vía internet mediante un apartado especial que Ticketec había incorporado en su aplicación para mí; ésto, al margen de sexo permanente, nos dejaba buenos dividendos. Al cabo de unos meses pudimos comprar una casona cerca del Paseo Rivera que acondicionamos para atender a las eventuales visitantes como verdaderas reinas, no sólo en lo íntimo, sino que teníamos servicio de spa, sauna, masajes relajantes faciales y corporales, y té con masas vienesas. Para las mayorcitas, un toque de ácido hialurónico en la frente y patas de gallo, y beauty nails en pies y manos.
Placer de corrido para Luciano, para las visitantes y para mí, pero, tanto ajetreo sexual necesitaba de un complemento dietético vigorizante para sostener el ritmo que llevábamos. Desayuno con infusión de cola de quirquincho y frutos secos, ostras y ostiones en el almuerzo, jugo de sandía a la merienda, y cena variada alternando menús afrodisíacos, todo bajo control estricto de una nutricionista de la clínica de Cormillot y, litros y litros de licuado de Viagra para no deshidratarnos; erecciones 7/24 garantizadas. La sala de espera era un hervidero, partidas de truco, backgamon, perinola; en la puerta dos cuadras de cola con carpas, mate, reposeras, pero la espectativa superaba la ansiedad y todas esperaban pacientemente entrar en el “Aposento Real” (el nombre se lo puso Luciano). Decidimos al tiempo cerrar los lunes como los peluqueros, y aún así las chicas no se movían de su lugar esperando al martes.
Cada 4 horas salía a firmar autógrafos y a sacarme selfies, me debía a mi público y éste lo reconocía y agradecía con aplausos, me tiraban corpiños, bombachas, hasta dentaduras postizas y fotos de sus mascotas.
Pero como todo, la fama trajo consigo algunos problemitas de índole profesional, a Luciano le empezó a dar por el centro de sus bolas invisibles que todo el crédito me lo llevara yo, los celos se lo llevaban en andas y comenzó con planteos absolutamente absurdos. Quería ser el coprotagonista visible de nuestro show, el culiao era invisible y era parte de la fantasía porque nadie sabía que estaba en el juego, por otro lado, sin él, no hubiera existido el negocio, ni la magia. Decidimos tomarnos una semanita en julio para tratar de ponernos de acuerdo, buscarle la vuelta para que él fuera parte de la marquesina. Fue entonces que se me ocurrió presentarlo como el mismísimo espíritu salvaje de Adonis, inmaculado en su belleza, insaciable en su manera de enfrentar el sexo, para eso, debía hacer una presentación acorde a tan revolucionaria revelación. Llamamos a mi tía Cachón para que hiciera el papel de médium invocando su majestuosa presencia en pos del goce interminable de nuestras clientas.
Después de una gran estrategia publicitaria e invitaciones a autoridades municipales, provinciales, y nacionales, más agregados culturales y embajadores de países vecinos, las chicas de mi club de fan, admiradoras y público en general, colmamos el Kempes, donde a cada asistente le entregábamos un barbijo, un preservativo Camaleón texturado, y un gel íntimo a modo de souvenir de la gran noche que se viviría. Algunos grupos musicales aportaron su cuota artística como para pasar una noche inolvidable, sin ir más lejos, Pity Álvares nos entregó algunos de sus hits, repartió algunas balas e hizo un cierre espectacular siendo retirado por paramédicos de una ambulancia judicial y chaleco de fuerza multicolor. Apoteótico. Luego, ante la atenta mirada de los más de 50.000 concurrentes, don Saturnino nos deleitó con su número de pulgas amaestradas que las 4 pantallas gigantes reflejaron a la perfección; hasta que llegó el gran final, bajo una lluvia de fuegos artificiales que iluminó con su fantasía la noche del estadio, llegó la tía Cachón en parapente con su vestido de lentejuelas violetas y su bola de cristal retroiluminada para la supuesta invocación de Luciano en su papel de Adonis. Silencio espectral, acting de entrada en trance, los ojos en blanco, algunas convulsiones controladas, repique de tambores, oscuridad plena y, de pronto, un reflector iluminando sólo el centro del escenario, dónde una explosión de harina dejó a la vista del público la presencia gloriosa de la deidad sexual (Luciano). Gritos y susurros, desmayos, tsunami de bombachas y corpiños, peluches, vibradores, y otro haz de luz siguiendo mis pasos, desnudo, desde la derecha al centro del escenario a juntarme con la deidad materializada en harina. Ensayamos una coreo a lo Brodway, y 60 bailarines en escena, todos en bolas, nos secundaron hasta llegar después de 67 minutos de frenesí a un orgasmo múltiple que abarcó todo el estadio. Latieron las tribunas, temblaba el campo de juego, saludamos para retirarnos y... “OTRA, OTRA, OTRA... UNA MÁS Y NO JODEMOS MÁS”, etc. Volvimos.
Interpretamos una que todos sabían... Masturbación en masa sin límite de gemidos y multiorgásmica. ¡WOW! un éxito rotundo, volaban los fluidos como el Concorde superando la velocidad del sonido.
Después del recital de volcadas decidimos ir con Luciano y la tía Cachón a algún pub a brindar con un champán y picotear unos lupines. Volvimos a la casona para descansar, pero mientras dormíamos, la tía que venía cachonda del espectáculo, saltó sobre nosotros que ya estábamos en el quinto sueño, y comenzó a cepillarnos sin el menor pudor. Llamativamente, la veterana nos dejó exhaustos, nos metió manos por todas partes sin solución de continuidad como coneja en celo.
-¡Tía! -exclamamos con Lucianito al unísono-
-¿Cómo?-pregunté-
-¿Cómo qué? -respondió- ¿O acaso te pensás que sólo vos en el mundo tiene un amigo invisible? De pendeja laburaba en un burdel y tuve varias amigas invisibles tan putas como yo... Y acá están volviendo a las pistas, como vos decís.
Luciano entró en depresión al saber que no era el único de su especie, fuimos a un psicólogo, nos derivó a un psiquiatra, de ahí... entre cuatro paredes acolchadas en el neuro-psiquiátrico de Oliva, con electro shocks regulares... Es que siendo yo el que podía verlo y escucharlo a Luciano, se creyeron que venía de la tutuca... semana de por medio, el culiadazo de Lucianito me visita, me trae puchos y Puflitos.
La tía Cachón, la está levantando en pala con sus chicas. Que no es por nada. ¿No? Pero ojalá se le vuelvan todas visibles de golpe... Vieja de mierda.

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