Apenas una leve y fresca brisa,
empujaba las cortinas,
y se dejaba llegar hasta la cama,
dónde la joven mujer dormía,
desnuda,
como una noche de enero,
con su piel en alerta,
como esperando,
que alguien la acariciara.
Pero fue la brisa,
la primera en llegar a su cuerpo,
tímidamente se enredó en su pelo,
y empezó a viajar por su espalda,
con suaves remolinos,
hizo un alto entre sus piernas,
hasta despertar el deseo.
La jovencita en sus sueños,
confundió la brisa con un caballero,
y sus manos poco a poco,
apretaban fuerte la almohada,
y los dedos de sus pies,
buscaban afirmarse en algo,
y su boca temblaba,
y su lengua buscaba,
y respiración agitándose,
y desde sus entrañas,
hubo una explosión contenida,
milagros que tiene la noche,
cuando deja libre a la brisa.
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