El mismo banco de la misma plaza,
siempre los jueves al cerrar la tarde,
la mirada fija a diez o doce baldosas,
y una cajita de música con una bailarina,
sonando a su lado sobre un trapito,
acompañando sus vagos pensamientos;
Un trato con la vida había hecho,
él no le debía nada, ni ella a él,
y cuando llegara su momento de partir,
hacerle el amor como nunca antes,
con los ojos abiertos y la piel atenta,
con velas y flores y dos copa de vino.
Simplemente en su simple andar,
dejaba caer la noche sobre sus hombros,
para llevarla de ronda por las esquinas,
y darle serenatas a las luciérnagas,
y regar los claveles de las ventanas,
que alguna vez dejaron de abrir.
Dicen que un jueves cualquiera,
el banco de aquella plaza quedó vacío,
sólo quedó la cajita de música,
ejecutando su vals celestial,
mientras la pequeña bailarina baila,
y baila esperando que él por ella vuelva.
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