miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA CEGUERA


Mariela reía saltando sobre los charcos,
que la reciente lluvia había dejado,
Mariela cantaba bajo el cielo gris,
como si el sol la acompañara en guitarra.
Aún la recuerdo, viviendo,
con el torso desnudo, en bombacha,
sacudiendo la modorra de noviembre,
cuando los gatos suben a los techos.
Mariela besaba las mejillas del pueblo,
con sus labios apenas tibios,
Mariela veía desde su corazón,
lo que sus ojos muertos no le dejaban.
Mariela desapareció una mañana,
y nadie pareció darse cuenta,
sólo la luna que por buscarla,
nunca más volvió con aquella gente.

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