miércoles, 19 de diciembre de 2018

ADRIANA VUELA


Al llegar el otoño,
comenzó a correr los telones de su vida,

y guitarra en mano,

soltó acordes al infinito de los sentidos,

sacudió su melena,

y junto a ella el polvo de viejas ideas vacías,

ignorando cuantos cielos,

había perdido mientras no estaba despierta.

Era tiempo de crecer,

de evitar las teorías de que todo estaba escrito,

y lápiz en mano,

empezó a dibujar montones de garabatos,

con la tinta de su sangre,

con la inspiración que dictaba su corazón,

pudo iniciar el libreto,

donde el final podía tener infinitos finales.

Era tiempo de cambios,

de revoluciones que hagan su historia,

de historias cruzadas,

de cruzadas contra sus propios arcaicos límites,

de límites forjados,

sobre la cubierta del galeón de sus dudas,

y poco a poco,

le devolvieron espontáneamente la sonrisa.

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