En el tren sin escalas de Analía,
pasaban a su lado las estaciones,
sin poder distinguir entre el sutil otoño,
y el júbilo de las abejas en primavera,
combinando sus miedos más profundos,
con una extraña obsesión de buscar al lobo.
Su piel encerraba el deseo de mostrar,
lo que su cuerpo quería esconder,
mientras su boca exageraba la risa,
sus ojos no quisieron ver el bosque,
y su afán de ser diferente a los demás,
la hizo cada vez más conservadora.
Analía en sus desvelos no pudo superar,
lo que distinto pensaban los demás,
por que sus lágrimas de mundo real,
sólo entraban en estado sólido,
a la media luz de las terapias,
debajo del cielo raso, sobre el diván.
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