donde poco le importaba todo,
y respirar era un duro trabajo,
al que no quería renunciar,
aunque por tantos remedios,
ya no tenía el remedio,
y sentía en sus entrañas,
que cada vez era más chica,
aquella porción de cielo,
que los mortales heredamos.
Solía juntar las palabras,
que la gente perdía en la calle,
y con paciencia infinita,
las unía cuidadosamente una a una,
hasta rearmar los fragmentos,
de algunas historias ajenas,
para revivirlas a medianoche,
tal como si fueran propias.
Una madrugada tormentosa,
llenó su bañera con agua tibia,
y volcó en ella las palabras,
que por alguna inexplicable razón,
no habían podido coincidir,
con ninguna otra palabra;
dejo su bata a un lado,
y se sumergió en su micro mar,
carente de olas y de horizonte,
del que desprendía un tímido vapor,
minutos después ante sus ojos,
las aguas comenzaron a danzar,
y en medio de un remolino,
una sirena emergió sonriente.
Cuentan que al pequeño hombre,
nadie más volvió a verlo,
caminar por las mañanas,
las calles buscando palabras,
al parecer a comenzado,
en el azul profundo,
junto a su blonda sirena.
a contar al fin su propia historia.
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