Al cumplir los 15 saltó al abismo de la vida,
al laberinto enmarañado de medias respuestas,
de lágrimas por sueños rotos sin haber soñado,
de frágiles amores disfrazados de eternos,
y serafines exiliados dedicados a organizar,
un infernal concierto de rock a cielo abierto.
Voraz de experiencias nuevas construyó su viaje,
con los planos de una montaña rusa,
y el cómplice silencio de la noche profunda,
que no es ni consejera, ni tampoco confiable,
sólo un muestrario de personajes,
buscando soledades bajo latas de cerveza.
Al poco tiempo no hubo espejos que la reflejaran,
ni esquinas que no conocieran su sombra,
y el destino, puto destino, quiso,
que volver fuera más difícil que crecer,
que la piel no espera a que te arrepientas,
y que la voz se pierde en las veredas vacías.
Al cumplir 15 soltó las manos incondicionales,
que mantenían el equilibrio de sus pasos,
sobre césped tierno de la primavera naciente,
cuando las sonrisas encandilaban al mismo sol,
los ojos se llenaban de colores de mariposas
y caminar era la mayor de las aventuras.
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