Dos veces tuve que morir,
para tener un lugar en la vida,
dos veces de la misma copa,
he bebido de mi propia sangre,
y dos veces he visto caer,
delante de mí la cordura.
Pude sentarme a conversar,
libremente con mi hada madrina,
con todo lo que eso conlleva,
mis necesidades, las suya,
y el por qué que los deseos,
caducan a la medianoche.
Dos veces llegué con mi vértigo,
al final de la escalera,
y dos veces he buscado,
a gente que no me espera,
y dos veces, sólo dos veces,
la luna cruzó mi ventana.
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