martes, 14 de agosto de 2018

desenfreno de un minuto


La penumbra urbana,
estimula la mirada del viajero,
rompe en cenizas,
y se va con el humo de un cigarro,
mientras las sombras,
se confunden con el cielo,
de la inminente noche,
que frágil propone,
como una insaciable ninfa,
cerrar los ojos a la orbe,
a merced de sus fantasía.
Porción de luz de la luna creciente,
confunde a las desprevenidas almas,
huérfanas de Norte,
inmersas en sus corazones vacíos,
mientras que, mansa la ciudad,
se duerme en las veredas,
para despertar a puertas cerradas,
su libertad en los burdeles.
La pasión va provocando a los límites,
para dejarlos obsoletos,
y en el desafiante desenfreno,
lo impredecible se vuelve rutina,
sobre el perfume del asfalto,
el alcohol, la carne y los amuletos,
estableciendo las reglas,
de los juegos más perversos.
Pero todo dura un instante,
y con tirana prepotencia,
la mañana se abre paso en las avenidas,
como un gigante insolente,
para que la endiablada noche,
sólo sea una anécdota en la resaca.

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