Es posible que la noche,
amanezca entre mis dedos,
que un pensamiento perdido,
me invite a perder el tiempo,
a contagiarme de pronto,
en un silente momento,
de una utópica humorada,
vacilante en sus cimientos.
Tan lejano y tan preciso,
se que puedo sentirme hoy,
un vagabundo en el arte,
de saberme ser quien soy.
En mi cautelosa espera,
la tarde llueve en cenizas,
como implorando a mi sangre,
que se aparta de mis venas,
un segundo mas de gracia,
en su anónima partida,
para mañana en el alba,
alguien le dé una sonrisa.
Expongo mi rostro al rocío,
a librarlo de asperezas,
de aquellas que me dejaron,
sin mis parlantes estrellas.
Me dice ignorante algunos,
pero tuve en el camino,
tantos libros que me hablaron,
como los que nunca he leído,
y de esa gente recuerdo,
entre calles y ladrillos,
palabras que despertaron,
de mi voz al infinito.
No he contado cuantas veces,
brindé licencias a mi alma,
no he contado cuantas veces,
fuí de regreso a casa.
Es posible que la noche,
me acompañe en las veredas,
con mi cuerpo dibujado,
por la sombra de las tejas,
y en un rincón sibilino,
una rosa y una abeja,
se enamoran para siempre,
al amparo de una reja.
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