Después que tu
boca,
se llene de
preguntas,
y cálidas voces
sin eco,
acaben con la
palidez del silencio,
en el postrero
letargo que deja,
en suspenso el telón
del ocaso.
Bandadas de nubes
pasajeras,
jugarán con los
caprichos,
que anidan en tu
mente,
cuando tu sombra,
ocupe el largo de
la vereda,
anunciándote sin
nombrarte.
Y en la cóncava
necedad del olvido,
busques en vano
ese instante,
que quedó
pendiente de un hilo.
El preciso lugar
del reencuentro,
delata lo que fué
tu partida,
veremos quienes
somos,
sabiendo lo que
fuimos,
y la luz perpetua
de la nostalgia,
borrará con piedad
nuestras arrugas,
para devolverme a
mis días,
la dulce rutina de
tenerte cerca.
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